San Rafael, Mendoza viernes 29 de marzo de 2024

Arte y neurociencia abren el nuevo espacio de la Fundación Andreani

El artista Mariano Sardón y el neurocientífico Mariano Sigman invitan a percibir el cruce entre la ciencia y el arte en «Deep Unlearning. Ejercicio de desaprendizaje», una instalación inaugurada virtualmente en el nuevo espacio de la Fundación Andreani que trata sobre aprendizajes, miradas, sentidos, emociones y respuestas.

Dos instalaciones participativas y una videoinstalación son parte de la muestra «Deep Unlearning. Ejercicio de desaprendizaje», proyectada por Sardón, artista y científico y Sigman, neurocientífico y divulgador, quienes colaboran hace ya varios años provocando e indagando estos cruces entre ciencia y arte. La exposición iba a inaugurarse a fines de marzo pero tras la dilación provocada por la pandemia se lanza ahora en recorrido virtual.

En la primera instalación sonora, «Inflables», ubicada en la planta baja del edificio, «se trabaja la idea de la empatía por la risa y se aborda su contagiosidad, que nuclea cuestiones de arte y neurociencia con la pregunta clave ¿por qué es tan contagiosa la risa?», cuenta Sardón a Télam.

«Cuáles son las estructuras sonoras, qué esconden cuando escuchamos a alguien reírse y nos provoca a reír. Es un trabajo que empezamos con Mariano Sigman y Marcos Trevisan, también científico de la Universidad de Buenos Aires. Nos interesa el abordaje para encontrar cuáles son -si existen-, esas unidades sonoras que al escuchar la risa nos hacen reír, así como investigar el impacto emocional de la risa como experiencia», indica.

«Con moverse entre las esferas -inflables, transparentes, sujetas al piso y al techo- se activan los sonidos y estos se diseminan por todo el espacio, como si hubiera gente riéndose por todas partes», dice Sardón.

«La experiencia y el sentir este espacio indaga este proceso científico, por el cual inevitablemente, se activa este sistema de neuronas espejo para imitar al mundo que nos rodea», apunta Sigman en el video de presentación.

Sardón cuenta que la videoinstalación de la «Sala de retratos», también está referida a la comunicación y continúa en línea con la instalación previa, que trabaja sobre las gestualidades que se consideran universales.

La «colección de muecas está inspirada en las salas de museos llenas de retratos, que cuando se los mira, se cree percibir algún tipo de relación con ellos. Hay algunas emociones canónicas: la risa, la tristeza, la alegría, la sorpresa, el asco que se expresan de muchas maneras. Una de ellas es a través de rasgos faciales muy evidentes. Uno ve una persona y sabe lo que esa persona está sintiendo aunque no lo diga, porque hay formas de la cara que se corresponden con esas emociones, explica Sigman.

«Cuando uno hace un gesto, ese gesto contiene en el rostro un montón de microgestos chiquititos y estos duran un instante muy pequeño, del orden del milisegundo, a los que estamos adaptados a verlos, a percibirlos», aclara Sardón.

«Ese fue el ejercicio que hacemos en este espacio: ampliar enormemente esa pequeñísima fracción de segundo en la que una emoción se hace evidente», informa Sigman.

Los artistas pusieron una cámara de alta velocidad e invitaron a algunas personas a hacer muecas frente a ella. Las grabaron a mucha velocidad por lo que al reproducirlo se lo ve en cámara lenta. La idea era tener imágenes, que si bien son videos, parecen una imagen fija: «Es la búsqueda del microgesto dentro de un gesto», cuenta Sardón, a lo que Sigman acota «donde se objetiva la construcción en el tiempo de una emoción, que al verla no podemos no sentirla también».

En la planta de alta está ubicada la instalación más ambiciosa e impactante: la puesta en escena de un sistema automático de aprendizaje de gestos, en la cual también se trabaja sobre la gestualidad y más explícitamente sobre la memoria más primitiva, «más de la infancia», cuenta Sardón.

Se basa en la investigación de la década del 70, del neurocientífico Andrew N. Meltzo, que «copiaba los gestos de su bebé y jugaba con la comunicación y fue uno de los científicos que estudió la gestualidad humana, que se genera en las primeras semanas de vida».

La instalación inspirada en esta investigación invita a participar de la misma manera, a través de la gestualidad, buscando en la memoria de los que participan, por medio de un sistema que lo que va a tratar es aprender, cuenta el artista.

En la instalación hay un segmento de robots. El robot se acerca a una persona parada, le solicita que vea la imagen de un bebé -que le muestran en una pantalla- y que imite la expresión. Le saca una foto y la manda a una base de datos de una red de inteligencia artificial (IA), que empieza a usar esa gestualidad «para aprender a reproducir rostros con esos gestos, a identificarlos, aprende sobre la gesticulación de un bebé», explica Sardón: «Es como ir para atrás, porque la gente juega a ser bebé en algún momento», aclara.

«La IA va a clasificar el tipo de gesto que está haciendo alguien y se supone que las máquinas aprenden a reconocerlos. La gente va a poder ver a un costado, por dos proyecciones, como una instancia más onírica cuando la red neuronal sueña. La experiencia deviene en una una metáfora de la inmersión tecnológica en la que vivimos», relata.

A su vez, refiere que «toda la muestra trabaja en el lugar donde las palabras no existían y que tiene reminiscencias en la comunicación, empatía, y donde no hablamos, los lugares más antiguos de nuestro cerebro. Lo preverbal antes de la palabra, viajes al lugar de la intuición, la no verbalidad, como encontrarse con eso que alguna vez, seguramente hemos sido, que no nos acordamos, que está en nuestro cerebro», dice.

Parte de las investigaciones, entre neurociencia y arte, están relacionados con proyectos de investigación que Sigman y Sardon desarrollaron en elMuntref Centro de Arte y Ciencia (sede en Tecnópolis), junto a un equipo de estudiantes de la carrera de Artes Electrónicas de la Universidad de Tres de Febrero.

«Se trata de una inversión y un soporte importante para quienes hacemos este tipo de proyectos de gran envergadura, que no son habituales en Buenos Aires y está en la filosofía de la Fundación Andreani el poder insertar nuevos discursos de relación entre el arte y la ciencia, que las tradicionales del campos artístico», afirma.

Las tres instalaciones tienen raíz en la ciencia contemporánea con temas actuales de neurociencia, y si bien remiten a proyectos existentes, están traducidas al espacio artístico siendo este nuestro interés particular, el artístico.

La muestra está reprogramada hasta noviembre. Se puede ver un anticipo en www.youtube.com/fundacionandreaniok

Por Marina Sepúlveda

Telam

 

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