A la presión de la localía –una oportunidad para demostrar, finalmente, el talento de los futbolistas argentinos-, se sumaban los objetivos del proceso: para afuera, mostrar un país en paz; para adentro, disimular el genocidio con un triunfo largamente esperado por el pueblo.
que puso César Menotti para el debut en el Mundial 78 también habían estado entre los once en el triunfo amistoso 2-1 sobre Polonia. Ese partido se jugó en Chorzow el 24 de marzo de 1976. El día del golpe.
«Argentina derrotó a Polonia», tituló Clarín al pie de su tapa del día siguiente. Y más arriba: «Total normalidad. Las Fuerzas Armadas ejercen el gobierno». El partido fue televisado por Canal 7 luego de una autorización especial de la Junta, que había cancelado toda la programación habitual, y tuvo relatos de Fernando Niembro.
Política y fútbol se cruzan siempre. Mussolini ordenando «hay que ganar» a sus jugadores en Italia 34. Francisco Franco prohibiendo que el seleccionado de España jugara ante la Unión Soviética en la Eurocopa del 60. El jeque de Kuwait, Fahid Al-Ahmad Al-Sabah, interrumpiendo un partido de su equipo en el Mundial 82.
Como definió el mensuario español Panenka: ninguna selección se explica sin su pasado. El esquema diseñado por Menotti en 1974 para reconstruir el equipo nacional fue atravesado por el golpe cívico militar. A la presión de la localía –una oportunidad para demostrar, finalmente, el talento de los futbolistas argentinos-, se sumaban los objetivos del proceso: para afuera, mostrar un país en paz; para adentro, disimular el genocidio con un triunfo largamente esperado por el pueblo.
Una semana antes del debut, Emilio Massera bajó en helicóptero a la concentración del seleccionado en José C. Paz: «He venido como un ciudadano más a darle aliento a este equipo –dijo ante los medios-. Vamos a estar los 24 millones de argentinos detrás de ellos y vamos a ganar, no tengo dudas».
Más enfático fue Jorge Rafael Videla dos días después, cuando recibió al plantel y al cuerpo técnico en Casa Rosada. Ya no estaba Diego Maradona, con Humberto Bravo y Víctor Bottaniz los tres jugadores a los que Menotti desafectó antes del certamen.
«Así como el comandante arenga a su tropa antes del combate (…) así he querido hoy frente a ustedes, a través de esta visita, a exhortarlos a que se sientan y sean realmente ganadores ganadores del torneo (…) A que sean expresión justa y acabada de lo que es la calidad humana del hombre argentino», les habló Videla.
Los húngaros también jugaban su partido: «Todo, hasta el aire, va a estar a favor de los argentinos –le dijo el DT Lajos Baroti al periodista Brian Glanville, quien cubrió el Mundial para The Washington Post, entre otros medios-. El éxito de Argentina es financieramente muy importante para el torneo».
Los momentos previos al partido se explican claramente con las palabras de los protagonistas, recopiladas por Matías Bauso en su libro «78: Historia Oral del Mundial».
«La noche anterior no dormí. Y eso que iba al banco. Era algo nuevo para nosotros. ¡Un Mundial!» (Héctor Baley).
«Esa noche fue tremenda (…) Los nervios y la ansiedad que uno tiene. Son tres o cuatro horas que se duerme y no seguidas. Me desperté diez veces» (Luis Galván).
«Desde que salimos de la concentración en José C. Paz no me senté en el micro. No me entraba un alfiler en el culo» (Leopoldo Luque).
«Supe que estaban muy nerviosos cuando íbamos por el túnel. Los vi callados, miraban el piso. Yo no podía hacer nada: estaba como ellos» (Menotti).
Y peor fue después, en el partido, cuando Hungría se puso en ventaja.
«El gol de Hungría fue como un piñazo en el mentón» (Menotti).
«Fue tremendo, de acá no nos vamos más, pensé» (René Houseman).
«Cuando nos hicieron el gol se escuchó el silencio imponente del Monumental. Se me pasaron un montón de cosas por la cabeza» (Luque).
Karoly Csapo puso en ventaja a Hungría a los 10. Leopoldo Luque, a los 15m, y Daniel Bertoni, a los 83m, dieron vuelta el resultado en favor de la Argentina. El partido fue puro nervio pero Argentina ganó con justicia. El árbitro portugués Antonio Garrido expulsó a dos húngaros, Andres Torocsik y Tibor Nyilasi, a poco del final.
«Ría, ría y ría, le ganamos a Hungría», tituló Crónica. «Triunfó Argentina», fue la tapa de Clarín. En su crónica para The Washington Post, Glanville se acordó del DT de Hungría y escribió: «El portugués Garrido confirmó lo que muchos habían temido durante tanto tiempo: que los árbitros que se hagan cargo de los juegos de Argentina simplemente no los controlen adecuadamente». TELAM
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