Así lo concluyó el estudio que publicó la revista científica The Lancet y que fue liderado por el científico argentino Oscar Cingolani.
En diálogo con Infobae, el médico y director del centro de hipertensión arterial y de la unidad de cuidados críticos cardiovasculares del hospital Johns Hopkins explicó por qué la obesidad se convirtió en el factor de riesgo más subestimado de la pandemia .
El detalle de los tratamientos que se están probando en la universidad que más estudia al coronavirus
Felizmente, existen investigadores que en este último tiempo nos tienen acostumbrados a la anticipación. Es el caso del cardiólogo argentino Oscar Cingolani, profesor y director del centro de hipertensión arterial de la Universidad Johns Hopkins, en Maryland, Estados Unidos quien a comienzos de este año supo proyectar que este virus se iba a expandir en todo el mundo.
Cingolani forma parte de un verdadero e incansable dream team de 12 especialistas que desde el centro internacional de excelencia médico y estudios Johns Hopkins se ocupan de evaluar hacia dónde dirigir las investigaciones y los posibles tratamientos bajo estudio para enfermos con COVID-19. La semana pasada fijaron otro mojón científico respecto al coronavirus que ya publicó la prestigiosa revista cientifica británica The Lancet. Se trata de un estudio que demostró en 265 pacientes que los jóvenes con coronavirus tienen menos chance de entrar a una Unidad de Cuidados Intensivos (UTI) que los mayores, a menos que tengan obesidad.
Allí el argentino Cingolani es coautor del paper junto a David A Kass, Priya Duggal, de la Johns Hopkins University and School of Medicine y The Bloomberg School of Public Health (PD). Según este estudio científico, la obesidad podría transformar la enfermedad COVID-19 en un caso grave en pacientes jóvenes. El estadio grave por coronavirus hasta ahora siempre se lo había vinculado con el adulto mayor, como el eslabón de mayor riesgo en esta pandemia.
En diálogo con Infobae Oscar Cingolani desde sus oficinas en Estados Unidos profundizó sobre las conclusiones del estudio que surgió a partir de los datos que los expertos comenzaron a ver en las Unidades de Cuidados Intensivos (UCI), que les mostraba un escenario distinto al que se había enfatizado en el mundo entero: sobre que COVID-19 era un problema grave solo para personas mayores. “Nos llamó la atención cuando la pandemia golpeó en Johns Hopkins Hospital a fines de marzo de 2020; cuando veíamos pacientes jóvenes ingresando y admitidos en nuestras UCI, muchos de los cuales también eran obesos”.
Cingolani precisó, “hasta el día que se publicó el estudio en The Lancet – 30 de abril- el virus SARS-CoV-2 responsable de esta afección ha sido confirmado en más de 3,2 millones de individuos en 185 países y regiones, con una tasa de mortalidad global de más del 6%, según datos de la Universidad Johns Hopkins. La enfermedad en su versión agravada incluye una neumonía bilateral que requiere atención en las UCI, asistencia mecánica respiratoria, y en algunos casos está asociada con una alta mortalidad”.
El estudio más importante que se hizo en Italia a 1591 pacientes de terapia intensiva informó una edad promedio de 63 años en los internados, con sólo 203 personas (13%) menores de 51 años. Las comorbilidades más frecuentes que se observaron fueron hipertensión, enfermedades cardiovasculares, diabetes tipo 2, y más raramente en 42 casos, un 4%, enfermedad pulmonar obstructiva. Datos similares han sido recopilados en China.
El médico argentino forma parte de la unidad de cuidados críticos cardiovasculares del hospital universitario Johns Hopkins y se refirió a una encuesta entre colegas a cargo de las UCI, “en otros hospitales alrededor de Estados Unidos arrojó resultados similares, por lo que podemos definir a la obesidad como un valor subestimado entre los factores de riesgo para COVID-19”.
Este riesgo es particularmente relevante en los Estados Unidos porque la prevalencia de obesidad es de alrededor 40%, versus una prevalencia de 6.2% en China, 20% en Italia y 24% en España.
Reforzó Cingolani a Infobae: “La obesidad frente al COVID 19 es un factor de riesgo casi tan grave para los jóvenes como ser anciano. En Hopkins se examinó la correlación entre el Índice de Masa Corporal (IMC) y la edad de pacientes con COVID-19 ingresados en los hospitales universitarios de Johns Hopkins, de la Universidad de Cincinnati, de la Universidad de Nueva York, de la Universidad de Washington y del Florida Health University of Pennsylvania. En nuestro conjunto de datos (los 265 pacientes, con 58% masculinos) encontramos una correlación inversa y significativa entre edad e IMC, en donde mientras más jóvenes eran las personas ingresadas en el hospital, más probabilidades tenían de ser obesos. Allí no hubo diferencia por sexo.
– Según las conclusiones del paper, ¿qué agregaba la condición de obeso a un paciente joven con COVID-19 ?
– El equipo de investigación determinó que la obesidad puede restringir la ventilación, impidiendo la excursión del diafragma, lo que deteriora las respuestas inmunes al virus SARS-CoV-2. La obesidad es proinflamatoria e induce diabetes y estrés oxidativo. Esto podría afectar negativamente la función cardiovascular. Y en poblaciones con una alta prevalencia de obesidad, COVID-19 afectará a los más jóvenes. Es indispensable mantener una mayor vigilancia sobre la presencia del virus en esta población de riesgo para reducir la prevalencia de enfermedad grave por COVID-19.
La esperanza de los tratamientos
-¿Cuál es su valoración doctor Cingolani de los tratamientos que la ciencia y específicamente la Universidad John Hopkins tienen en curso actualmente?
-Una de las fases de la infección del coronavirus es la replicación viral, el virus entra y comienza a replicarse en el pulmón, el tracto digestivo y el riñón, entre otros. En ese sentido el antiviral remdesivir, sin duda, representa una esperanza para tratar el virus en casos graves y algunos moderados, porque podría prevenir la tormenta de citoquinas, que entre otras cosas provoca el distrés pulmonar. Desde que empieza la infección viral hasta que se produce la llamada tormenta de citoquinas hay muchos procesos que se ponen en marcha: entre ellos el hígado que produce la coagulación de la sangre.
Recapitulando: el virus ataca el hígado y a la médula ósea también; pero a lo que hay que estar muy atento y que provoca esta enfermedad COVID-19 es que la inflamación (inherente al coronavirus) aumenta la coagulación de la sangre. En mayor medida que en otras epidemias, en donde los pacientes también hacen distrés pulmonar. Aparte de todo lo que provoca en el organismo, el coronavirus tendría un efecto mayor de formar coágulos.
-Es decir entonces que la COVID -19 provoca en el organismo las dos cosas, colapso respiratorio y coágulos. No una u otra…
– Exactamente, no es que la enfermedad cambió sino que es ambas cosas. La COVID-19 provoca un distrés respiratorio y también un problema de coagulación de la sangre. Es por eso que en Hopkins estudiamos en la actualidad todas las proteínas de la coagulación. El daño pulmonar existe, está comprobado. Hay distrés respiratorio y es un distrés atípico, no es común. Hay mucha inflamación y poca recuperación del tejido. Hemos visto pacientes con complicaciones de todo tipo.
Y hemos visto pacientes con alteraciones de la coagulación y estamos estudiando, pero también hemos visto pacientes sin eso. Con cualquier infección las complicaciones trombóticas existen. Pareciera que en este virus un poco más, sobre todo en algunos pacientes.
Hay un protocolo que rige en todo Estados Unidos: a los pacientes se les ponen bajas dosis de heparina, de bajo peso molecular, a modo de profilaxis. Nosotros lo estamos haciendo con los pacientes COVID-19, porque creemos que tienen más riesgo de trombosis. En John Hopkins tenemos un protocolo agresivo que incluye ultrasonido para ver si tienen trombos en piernas o brazos. Todos los días medimos una proteína en sangre llamada dímeros D (y que indica problemas de coagulación). Si sube mucho, empezamos con anticoagulación en forma precoz.
Hay dos frentes y estamos en los dos: cuando el paciente es positivo, antes del hospital, estamos viendo si podemos frenar la replicación viral; y otro puede ser el intercambio de plasma cuando ingresa al hospital. El protocolo para el plasma surgió aquí, en Hopkins. El tratamiento del plasma de pacientes convalecientes está en pleno estudio y se percibe como muy promisorio.
– ¿ Qué pasó con la euforia -incluso de la ciencia- sobre la hidroxicloroquina… ?
–Los tratamientos que hasta ahora han caído en desgracia es el uso de la hidroxicloroquina con azitromicina (juntas y separadas), que no demostraron aún ningún avance y en cambio evidenciaron un aumento de la mortalidad. Pero hay que decir que hasta hoy no hay ningún trial bien diseñado que haya mostrado científicamente un beneficio de estas drogas en pacientes con COVID-19. Fue una de las primera medicaciones, y por la severidad de la enfermedad se la tomó como una esperanza, pero no la usamos en Hopkins. Ni la combinación, ni una de las dos.
En un estudio de hace pocos días, retrospectivo, se vio que aquellos pacientes internados con coronavirus, en el estado de Virginia, que no habían recibido hidroxicloroquina ni azitromicina, tuvieron la mitad de la mortalidad que los que la habían recibido. Espero que los estudios bien diseñados que se están llevando a cabo dando la droga precozmente, arrojen buenos resultados. Recién ahí se puede considerar darla. Son muchas las drogas que se están probando, pero hay que ser cautos.
-Puede adelantarnos la última aprobación que recibieron de la FDA para impulsar una nueva investigación para tratar el coronavirus en la Universidad Hopkins
-La FDA nos acaba de aprobar un estudio para investigar la prazosina, un antihipertensivo – medicamento utilizado principalmente para tratar la presión arterial alta, síntomas de una próstata agrandada y el trastorno de estrés postraumático- que podría bloquear la tormenta de citoquinas.
En un estudio retrospectivo de 100 mil pacientes (con distrés respiratorio por otras causas), se vio que los que recibían esta clase de drogas (bloqueantes de los receptores alfa), tenían 50% menos de chances de requerir ventilación mecánica o fallecer por la enfermedad. Esto también está avalado para la fase de estudio en animales. Así y todo, somos muy cautos, y haremos el estudio en forma correcta antes de apresurarnos a sacar conclusiones.
Fuente:https://www.infobae.com/coronavirus/2020/05/05/la-obesidad-frente-al-covid-19-es-un-factor-de-riesgo-casi-tan-grave-para-los-jovenes-como-ser-anciano-segun-un-experto-de-johns-hopkins/
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