La intención del artículo es rescatar algo de la importancia que tiene y merece lo que conmemoramos en esta fecha: Día de la Constitución Nacional. Dicho acontecimiento muchas veces pasa desapercibido o queda relegado por tener en la misma fecha otra conmemoración importante, como el día de los trabajadores.
Trataremos de rescatar desde lo histórico, filosófico y ético algunas ideas importantes.
Podemos decir que el origen de los estados modernos es el constitucionalismo. A éste lo podemos definir como la forma de organizar un Estado en base a una ley suprema, al que el resto de las normas jurídicas deben respetar, la Constitución, que asegure al pueblo la igualdad, el goce de sus derechos naturales, el respeto a su dignidad humana; y organice y limite los poderes del Estado.
El origen de esta corriente son los pensadores contractualistas del siglo XVII y XVIII, John Locke (Dos tratados sobre el gobierno civil) y Jean J. Rousseau (El contrato social). Lo que concebían estos pensadores era que la sociedad era una realidad humana y artificial, producto de un contrato fundacional de sus miembros.
El constitucionalismo proponía dejar atrás formas disociadas de agrupamiento (estamentos, feudos, etc,), para dar origen a algo nuevo la Nación. Entendiendo por nación a una sociedad de hombres libres. Es ésta, que, al organizarse jurídicamente, es decir con un sistema de leyes, da origen al estado.
Es importante entender que la Constitución es la Ley Fundamental en cuanto es el fundamento o cimiento en el que se van a sostener el resto de las leyes del país; o también, Ley Suprema en cuanto no puede haber ninguna otra ley más importante que esté por encima de ella.
Es primordial que comprendamos que, en una democracia, el gobierno del pueblo le transfiere el mandato de gobierno a la ley. En las democracias constitucionales la ley se encarna en la Constitución Nacional. De esta manera es la ley la que gobierna al pueblo. Nada ni nadie está por encima de la ley.
Es valioso para una sociedad democrática que haya personas, con buena voluntad y vocación pública que quieran desarrollar una función política. Es parte sustancial de una ciudadanía activa. Pero es superlativamente necesario que todos los ciudadanos nos concienticemos, principalmente los que van a ejercer la función pública, que son los funcionarios públicos los que están al servicio de la ley, y de esta manera al servicio del pueblo. No es posible que admitamos que los funcionarios manejen la ley de acuerdo a su voluntad o interés. Los atributos de autoridad o poder y también sus limitaciones lo reciben de la ley.
Es trascendental que como ciudadanos y como sociedad, valoremos y reconozcamos que, en un momento de nuestra historia, pasado y presente, nos reunimos y nos constituímos como sociedad y como Nación, bajo una ley en común, nuestra Constitución Nacional. Esta ley es la que nos une y la que nos hermana.
El constitucionalismo, como veíamos, presenta una propuesta de valores. La Constitución Nacional presenta un cuerpo de valores. Ahora veamos primero qué entender por valores.
Para los antiguos griegos, del cual el constitucionalismo se nutre, el bien o la virtud, no era algo ajeno o externo al hombre, sino algo interno al hombre, lo constituía. Por ejemplo, el hombre es el único ser capaz de reconocer o producir belleza, por lo tanto la belleza no es algo externo a él, sino es algo que está dentro de él. Lo mismo sucede con los demás valores.
Veamos algunas definiciones de valor:
- Llamamos valor a aquello que provoca el interés del hombre, lo saca de su indiferencia y orienta su accionar.
- Carácter de las cosas morales o materiales que son apreciadas por un individuo o una comunidad.
- Los valores son patrones que tienen que ver con la ética y las conductas morales que los pueblos van construyendo con el paso del tiempo.
Se prescriben mediante normas o leyes. Las leyes son patrones de conducta compartidos y asumidos por los miembros de un grupo social. Por eso podemos decir que toda ley supone un valor del cual trata de ser expresión prescriptiva. Por ejemplo la ley de tránsito trata de cuidar la vida como valor.
Este principio se cumple en las sociedades democráticas. En sociedades que no son democráticas, como Cuba, Venezuela, China, etc., vamos a encontrar muchas normas que no son compartidas por toda la comunidad, normas que incluso atentan contra los derechos y la integridad de los ciudadanos.
Ahora bien, ya sabemos que hay un vínculo fuerte entre ley y valor. Podemos decir que cada ley tiene un espíritu, y que ese espíritu es el valor que quiere prescribir. Entonces podemos preguntarnos: ¿Cuál es el cuerpo de valores que está presente en nuestra Constitución Nacional? ¿Cuál es el espíritu de nuestra Ley Suprema?
Para respondernos podríamos leerla en su totalidad. Sin duda que en cada parte de la Constitución encontraríamos reflejados muchos valores. Pero como síntesis de esa búsqueda podemos enmarcarnos en el Preámbulo. En él se refleja lo que fuimos, se reconoce el camino recorrido, los pactos preexistentes; pero también quienes somos, a quién representan nuestros representantes (valga la redundancia); y fundamentalmente el para qué nos reunimos, nos constituímos.
PREÁMBULO DE LA CONSTITUCIÓN NACIONAL
Nos, los representantes del pueblo de la Nación Argentina, reunidos en Congreso General Constituyente por voluntad y elección de las provincias que la componen, en cumplimiento de pactos preexistentes, con el objeto de constituir la unión nacional, afianzar la justicia, consolidar la paz interior, proveer a la defensa común, promover el bienestar general, y asegurar los beneficios de la libertad, para nosotros, para nuestra posteridad, y para todos los hombres del mundo que quieran habitar en el suelo argentino: invocando la protección de Dios, fuente de toda razón y justicia: ordenamos, decretamos y establecemos esta Constitución, para la Nación Argentina.
Para ir concluyendo en la pedagogía cívica, explicitemos un poco más los valores que figuran en el Preámbulo: Comenzamos rescatando la idea fuerte de un pueblo de una Nación, diversa, por las provincias que la componen. Resaltamos la idea de voluntad, buena voluntad para lograr acuerdo y cumplimiento de pactos. Implícitamente encontramos el honor en el cumplimiento y voluntad de diálogo en el pacto o acuerdo. En los objetivos que plantea, refleja lo que queremos ser, los valores que nos darían identidad. Ahí encontramos la unidad, la justicia, la paz, la seguridad o integridad, la libertad, el hacer el bien común (o felicidad). La proyección a futuro y para todos los hombres refleja implícitamente la esperanza y la igualdad. La invocación a Dios es un reconocimiento de humildad y limitación humana, y también la intención de búsqueda de alcanzar la razón y la verdad.
Éste es el espíritu de nuestra ley, la Constitución Nacional. El rescatar sus valores es una manera de hacerla siempre presente y actual. Una manera de que no se transforme en letra muerta o vieja, como pretenden algunos.
Ese deseo explicitado “para nuestra posteridad”, es una invitación permanente a seguir constituyéndonos bajo estos mismos ideales y bajo esa misma ley.
Una forma de analizar su valor es reflexionando sobre su ausencia. ¿Cómo sería la sociedad sin unidad, sin libertad, sin paz, sin justicia, etc.?
Un ejercicio cotidiano que deberíamos hacer todos los habitantes de este país y principalmente los que ejercen una función pública sería: cada mañana al levantarnos, preguntarnos ¿qué voy a hacer hoy por la paz, la justica, la libertad, la unidad, la igualdad, la verdad, la esperanza, la seguridad o integridad y el honor de mi país y mis compatriotas? ¿Mi voluntad, va a orientar mi accionar hacia esos ideales? ¿Mi voluntad será buena voluntad?
Una lectura y meditación cotidiana del preámbulo nos ayudaría a encontrarle sentido a las cosas que hagamos día a día. Sí, como algunos estarán pensando, que el preámbulo y al Constitución Nacional se conviertan en una oración. Sí, en una oración cívica, que nos una, constituya e instituya permanentemente como una verdadera Nación.
Cuando lo vemos de esta manera nos damos cuenta que, a lo largo de nuestra historia, no es que la Constitución ha fallado, sino, nosotros le hemos fallado a ella, a sus ideales y a todo lo que representa.
Ojalá podamos entender que, en cada acto de corrupción, no se busca simplemente el beneficio propio, sino que se ocasiona un perjuicio a cada compatriota, un golpe a la democracia y un impedimento a constituirnos como Nación.
Ojalá, que podamos encarnar de tal manera los valores e ideales del preámbulo que se puedan cumplir las palabras de Juan Bautista Alberdi: “Dadme la Constitución de un país y te diré, como son sus habitantes”.
Prof. Fabio A. Misino.
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