“La costumbre de obedecer engendra una mentalidad doméstica”
José Ingenieros
“Un poco de rebelión de vez en cuando es buena cosa”
Thomas Jefferson
Un 1° de Mayo pero de 1853 se sancionaba en Santa Fe, la Constitución Nacional Argentina, obra sobre la que se asentó el nacimiento institucional de nuestro país.
A su sombra, la Argentina pasó de ser una tierra habitada por pordioseros, a convertirse en el país con mayor ingreso per cápita en tan sólo 60 años.
¿Había en sus páginas algún embrujo o receta mágica que justificara semejante “milagro”? No, para nada. En ella se dejaban en claro 3 cosas:
- El respeto y la defensa de la libertad y la dignidad del individuo (de todos y cada uno de nosotros) en igualdad ante la ley.
- El sometimiento del poder político a la soberanía de los ciudadanos.
- La división del poder político en 3 (ejecutivo, legislativo y judicial), procurando evitar la aparición de una tiranía.
Alberdi comprendió el peligro cívico y la miseria moral que ostentan quienes debieran ser, por su preparación, los referentes sociales: “¿qué han sido nuestras universidades sino fábricas de charlatanismo, de ociosidad, de demagogia y de presunción titulada?”. Pero a pesar de su genio, no pudo prever el desastre que 90 años de populismo, demagogia y adoctrinamiento socialista, producirían entre los argentinos.
Hemos sido sometidos y esclavizados por un estado que promete seguridad, que promete satisfacer nuestras necesidades sin tener que preocuparnos por ellas. Lo “único” que pide a cambio de esta falsa oferta ilusoria, es nuestra libertad y nuestra dignidad.
Quienes avalaban la esclavitud de los aborígenes (siglo XVIII), decían que estos eran incapaces de poder procurarse una vida plena. Por eso, ellos, los amos, los “rescataban” de su condición “subhumana” y cubrían sus necesidades de techo, comida, medicamentos, cuidados y hasta de redención espiritual. Su “supremacía” cultural y moral les daba el derecho y el deber humanitario de velar por el bien del “relegado”. ¿El costo?, su libertad.
¿Qué diferencia hay entre esos esclavistas del siglo XVIII con los que hoy nos gobiernan? Sólo el modo, antes le temían al látigo, hoy lo aman.
Los políticos profesionales (esclavistas posmodernos) te dan dinero por medio de subsidios, te dan comida y le dan de comer a tus hijos en las escuelas, te regalan ropa, te dan medicamentos, educación y atención médica, te aseguran que no pagarás el costo de sus errores y estafas; ¡y todo gratis! Te prometen el Cielo en la Tierra y lo único que te dan es un Infierno.
Infierno que descubrís cuando ves que ellos deciden cuánto vale tu trabajo, cómo debes acomodar la mercadería en tu negocio, si tenés “permiso” para salir de tu casa, te dicen que sos incapaz de cuidar tu salud, que sólo debés aprender lo que el estado quiere que aprendas, que la realidad y la verdad no existen, que tenés que ser políticamente correcto y callar, que no sos libre de pensar y opinar y que por ello, el ciberpatrullaje te controlará. Te dicen que sos un idiota que no sabe cómo prever su jubilación, incluso que sos tan imbécil que sos incapaz de contenerte si tenés la sal o el azúcar en la mesa del bar y por eso te la tienen que sacar.
Goethe nos advertía que: “nadie es más esclavo que el que se tiene por libre sin serlo”. Hemos dejado que avancen sobre nuestras autonomías sin oponer resistencia.
Te ofrecen seguridades seductoras (que nunca cumplen), pero el precio que te exigen es muy alto, el precio es tu libertad. Así cómo a los aborígenes les ofrecían espejitos de colores para arrancarles el oro, a vos te ofrecen un bienestar fantasioso para arrancarte tu dignidad.
Como dice Gentilhombre en su canal de YouTube: “que es el estado moderno sino una institución omnipotente, que en nombre de la democracia, la igualdad, la justicia social, la seguridad o la salud, arrolla cualquier tipo de libertad y consentimiento. ¿Por qué hoy todos reclaman con vehemencia un estado presente y paternalista, si esas dos mismas palabras serán de hecho las del eje argumentativo de la esclavitud?” (siglo XVIII).
Decía Jaume Perich: “la esclavitud no se ha abolido, se ha puesto en nómina”, hoy la esclavitud tiene forma de subsidio, plan social o plato de comida.
¿Será coincidencia que la cuarentena la cumplen principalmente la llamada “clase media”, los empleados, los autónomos, los dueños de PYMES y de emprendimientos?, ¿Qué sea precisamente el espacio cívico en el que más resistencia existe contra los abusos de autoridad del estado?
¿Será coincidencia que quienes ocupan el nicho electoral en el que tuvo peor performance el gobierno actual, sean los más “encerrados” y paralizados?, ¿será coincidencia que el impacto económico más intenso sea en ese sector?
¿Por algo están exentos de esta “prisión domiciliaria” quienes habitan las villas y el conurbano? Dirán porque viven hacinados y no tienen resto económico para subsistir y es cierto pero, ¿acaso no era más importante la salud que la economía? Como siempre viven contradiciéndose.
¿Y los convictos?, pareciera que revisan el resultado de las elecciones para ver quien queda libre, un preso o un ciudadano de a pie.
A lo mejor el presidente quiere hacer realidad lo que escribió en su reciente libro “contengo multitudes”, quizás quiere lograr satisfacer la “NECESIDAD de una sociedad más pobre y más primitiva pero más igualitaria”?
Se están cumpliendo varias profecías:
– La de George Orwell y su “Policía del Pensamiento”.
– La de Herbert Spencer y su “nuevo absolutismo de un estado omnipotente y omnipresente que nos hará luchar contra nuestros propios parlamentos”.
– La de Aldous Huxley y su “las nuevas dictaduras que se basarán en el consentimiento de los dominados, por medio de drogas, propaganda, evitando la razón y apelando a sus emociones y apetitos que nos harán amar nuestra esclavitud”.
No callemos más, San Martín dijo: “hace más ruido un solo hombre gritando que cien mil que están callados”, imaginate cuan ensordecedor puede ser el grito de los millones y millones de argentinos de bien que estamos cansados de ser pisoteados.
Se lo debemos a todos los que dieron sus vidas por nuestra patria y es el único y verdadero legado que podemos dejar. San Martín aseguró sin eufemismos: “en defensa de la patria todo es lícito menos dejarla perecer”. La pregunta es: ¿hasta cuándo vas a seguir tolerando?
Gentileza: Rogelio López Guillemain – rogeliolopezg@hotmail.com
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