San Rafael, Mendoza miércoles 27 de noviembre de 2024

¿Es el default el peor camino posible?

¿Hasta qué punto es esto cierto? Como todos sabemos, el default argentino de 2001 no sólo fue el más importante de la historia argentina, sino de la historia mundial. Sin embargo, no es el único ni tampoco Argentina es el país que mayor cantidad de defaults presenta (el podio lo encabeza España). Países como Francia y Alemania han tenido mayor cantidad de defaults que Argentina y, sin embargo, son considerablemente más desarrollados e insertados en el mercado financiero internacional. Incluso Estados Unidos presentó varios de estos episodios: entre 1841 y 1842 nueve de sus Estados suspendieron los pagos de su deuda (Michigan y Mississippi incluso la repudiaron parcial y totalmente).

Con respecto a la caída del financiamiento externo que se evidencia luego de una cesación de pagos, la realidad demuestra que, sin importar la cantidad y calidad de los defaults, los países siempre vuelven a financiarse en los mercados de deuda. En relación con este supuesto aislamiento que genera un default conviene recordar que, tras el ocurrido en 2001, nuestro país continúo manteniendo vínculos con los organismos multilaterales y relaciones diplomáticas y comerciales con el resto del mundo. Incluso desde 2003, y durante muchos años, se evidenció un masivo ingreso de capitales. Al parecer, no es tan relevante el pasado reciente de la condición financiera de un país, sino sus expectativas futuras.

No se pueden negar los efectos perniciosos que un default soberano de la deuda ocasiona a una economía; estos existen y muchas veces resultan severos. Sin embargo, conviene analizar si un default es efectivamente el peor camino posible en cada situación y en cada momento y lugar. Con respecto a esto, es posible observar que el colapso económico argentino se presentó antes y no después de la cesación de pagos. Esto se debió a las políticas implementadas por el Gobierno de Fernando de la Rúa para cumplir con un servicio de la deuda insostenible y a la necesidad de continuar alimentando el flujo de divisas que permitiese mantener vivo el esquema de convertibilidad. El default no sólo no complicó el panorama económico, sino que fue una de las condiciones que permitió comenzar a crecer. Cuando las expectativas de los agentes están encaminadas hacia esperar un default, lo costoso no es caer en él sino evitarlo.

Hay casos en los que las reestructuraciones y los defaults se encuentran justificados y deben efectuarse lo más rápidamente posible ante el más mínimo riesgo de insostenibilidad y tras vislumbrar las primeras complicaciones económicas y financieras. En estos casos el Fondo Monetario Internacional no debería evitarlos, sino promoverlos, o mejor aún, no debería interferir.

Con anterioridad a 2001 la mejor opción era asumir el default y buscar reestructurar o condonar la deuda lo antes posible, permitiendo al país retornar a un sendero sostenible y duradero.

Al igual que en 2001, si la Argentina actual hubiese asumido más tempranamente sus problemas de insostenibilidad de la deuda, habría podido realizar una reestructuración menos agresiva que la buscada durante 2020, evitando los costos económicos derivados de la postergación de esta reestructuración y los costos financieros derivados del paquete de “ayuda” brindado por el Fondo Monetario Internacional. En este caso, además, el endeudamiento externo sería sustancialmente menor por no contar con los u$s44.867 millones otorgados por el organismo, los pagos de capital e intereses futuros también resultarían menores y la totalidad de la deuda podría reestructurarse, situación que no ocurre con aquella tomada con el organismo. El paquete brindado por el FMI a la Argentina no sólo no impidió evitar la reestructuración de la deuda y el default, sino que trajo consigo numerosas condicionalidades que repercutieron negativamente sobre la situación económica y financiera local. Además, hay que resaltar el hecho de que los recursos obtenidos se perdieron en pocos meses al financiar una importante fuga de capitales, algo que incluso se encuentra prohibido por el propio estatuto del FMI.

Partiendo de este contexto ya de por sí desfavorable, todos los parámetros de sostenibilidad de la deuda y de solvencia externa continúan debilitándose con el transcurrir del año 2020 y con el detonante de una crisis económica sin precedente en las últimas décadas. Los pagos de intereses de la deuda llegaron a un umbral en que directamente no pueden ser pagados, provocando que numerosos títulos sean constantemente reperfilados en forma unilateral. Este proceso llevó a la decisión de realizar una reestructuración de la deuda bajo legislación extranjera y repercutió en un default selectivo sobre los títulos públicos bajo legislación nacional.

Este panorama de incertidumbre acrecienta la posibilidad de un default general de la deuda, en caso de que la reestructuración buscada fracase. Conviene preguntarse en este contexto: ¿es el default de la deuda el peor camino posible o depende más bien del contexto histórico y actual de cada país, así como de la salud de su economía y de sus perspectivas futuras? Y con respecto a las reestructuraciones de la deuda, ¿es realmente necesario posponerlas y huir de ellas o es mejor afrontarlas en los primeros momentos en que se comienzan a avizorar deterioros en los indicadores económicos y de sostenibilidad de la deuda y evitar así todos los efectos económicos que deriven de su negación?

Fuente:https://www.ambito.com/economia/deuda/es-el-default-el-peor-camino-posible-n5096261

 

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