Tiempos de cuarentena, lejos de ser un espacio de silencio o tranquilidad, lo que estamos viviendo es un fenómeno social que interpreto sin precedentes en la historia de la humanidad.
Es cierto que en la historia, hemos tenido muchas pandemias que han significado, en términos de mortalidad, una amenaza para la especie misma. Solo que nunca fue con los criterios de globalización que tenemos hoy. Y su análisis no se limita a términos de salud pública, sino también económica, política, social entre otras, donde podemos ver actitudes extremas: egoísmo y miedo tanto como solidaridad y valentía de muchos.
Quisiera detenerme en el flujo de información de distintas clases, evidencia científica, origen, intencionalidad al que nos vemos sometidos, que con el correr de los días se acumula en nuestro inconsciente, condicionando nuestro estado de ánimo, ya debilitado por la imposibilidad de acercarnos a seres queridos, preocupados por su bienestar.
Nos volvemos vulnerables a teorías conspirativas, a creer soluciones mágicas, rápidas, “baratas” que nos den algo de seguridad. Tal es así que información confusa, y muchas veces opuestas al saber actual, se nos presentan como viables exponiéndonos a riesgos aún mayores.
Un bombardeo incesante de datos, cifras de nuevos enfermos, muertos nos muestra lo débil que somos, lo vulnerable de nuestro cuerpo. El número no solo ingresa a nuestra mente, sino que resuena con un gran eco la muerte nos iguala, no hay dinero, no hay posición social ni otra característica que no sea nuestra finitud temporal en el cuerpo que habitamos. Cuán frágiles somos que una partícula microscópica, mezcla de proteínas y grasa, pude doblegar a una realidad construida por el hombre.
En esta tormenta, la oscuridad abruma, es la materialización de la ignorancia, el miedo, el desconcierto, en la concientización de nuestros límites, ahí donde el saber, la inteligencia no alcanza a develar el misterio de tantas preguntas sin respuestas.
¿Cómo hacernos fuertes ante esta situación? Si todos formamos parte de la misma sociedad, y estamos en el mismo barco azotado por los mismos vientos, ¿Quién conduce? NOSOTROS mismos debemos conducir.
La respuesta de como enfrentar y pararnos frente al desafío la encontramos en nuestras virtudes dónde la templanza, caridad, fortaleza, prudencia, y esperanza se convierten en armas poderosas para hacerle frente a las circunstancias actuales.
Cada uno de nosotros debemos ser líderes en solidaridad, amor fraternal, en trabajo. Empecemos contrastando e interpretando a la luz del saber científico la información que nos llega y replicamos. No nos debemos olvidar que no hay que apartarse de la ciencia ante información médica que se recibe y hasta somos capaces de distribuir difundiendo conceptos, consejos, que pueden estar muy lejos del nivel de evidencia comprobado. No seamos cómplices del desconcierto y desorientación.
Como en el reloj de arena, el tiempo que incesantemente avanza, sin detenerse, escurriéndose como agua entre las manos, representa claramente como si no aprovechamos estas circunstancias promovidas por el aislamiento, será un tiempo perdido, e irrecuperable. No hagamos mal uso de él, es una oportunidad que debemos capitalizar. Cultivemos nuestro espíritu, nuestra mente. Cuidar nuestro cuerpo no debería ser nuestro único objetivo, vayamos un poco más allá, alimentemos también nuestras virtudes, nuestro conocimiento
Solo vamos a poder salir victoriosos de esta etapa, si en conjunto podemos aprender y consolidar que el camino es la solidaridad, hermandad, el respeto y cuidado mutuo. En soledad y como individuo somos débiles, extinguibles, pequeños…en cambio unidos fraternalmente orientados al bien común somos exactamente lo contrario. Si no somos capaces de llevar y conjugar este concepto, tropezaremos no con la misma piedra, sino una cada vez más grande y arrastrará como avalancha a toda la humanidad hacia su propia destrucción.
La humanidad ha pasado por muchas situaciones límite, y este tiempo histórico que nos toca veámoslo como una oportunidad, de liderar y conducirnos a nosotros mismos, motivando y contagiando a nuestra familia, a nuestra comunidad. Solos no podremos, juntos fraternalmente unidos es el camino.
Gentileza: Oscar R. Arrieta
Médico Cardiólogo
Mat. Prov. 7710
Mail: drarrieta@piukesalud.com.ar
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