San Rafael, Mendoza jueves 25 de abril de 2024

Liberalismo en tiempos de Coronavirus – Por:.Rogelio Lopez Guillemain

Es tiempo de ser solidarios y dejar de ser egoístas!  ¿Seguro?

Sin dudas el primer impulso que tenemos es a estar de acuerdo con esta idea, pero si queremos ser eficaces en la superación de momentos críticos como el actual, de nada sirve ponernos emotivos.  Es tiempo de tener la cabeza caliente y el corazón frio.  El margen de maniobra que tenemos como país es pequeño y el equivocarnos resultaría muy costoso en dinero y principalmente en vidas.  Las buenas y nobles intenciones pueden convertirse en muy malas ideas.

Primero lo primero.  Solidaridad y egoísmo no son contrapuestos.  Al menos desde la noción del egoísmo racional, concepto que no tiene nada que ver con la avaricia, la codicia o la arrogancia.

Podemos definir al egoísmo racional como el amor propio o la auto estima desarrollada en su justa medida y que se expresa en la búsqueda del interés personal.

La externalización del egoísmo racional es la modestia (palabra que proviene de medida, la exacta ponderación), su vicio por defecto, es la humildad (que viene de humus, postrado en la tierra) y su perversión por exceso la soberbia (quien se auto percibe por sobre el resto).

La solidaridad sólo puede ser voluntaria, su imposición u obligatoriedad desvirtúa su naturaleza y la transforma en un eufemismo que disfraza de “bondadosa” la arrogancia y el despotismo de quien la impone (gobernante).

Por ello, la base ética y moral del ejercicio de la solidaridad se encuentra en la filantropía (amor al hombre).  La solidaridad es la realización práctica de la filantropía.

La filantropía (y su efector la solidaridad), es el sentimiento del que se ve humano y por ende, similar a otro humano; por ello, nada de lo humano le es ajeno a su persona (Terencio II A.C.) y es en esa comprensión, que practica la empatía y la solidaridad para con el otro.

La solidaridad, desde la filantropía y más precisamente desde el egoísmo racional, se basa en el poder mirarse uno mismo reflejado en el otro, como si fuese un espejo, y en ese reflejo, entender que mi propio bienestar está condicionado por el bienestar del prójimo.  La ética que guía nuestros actos nos inclina a realizar lo correcto.  Si no poseemos valores éticos no seremos egoístas racionales (más bien seremos pasionales), no seremos filantrópicos y por ende, no seremos solidarios (valor moral).

La filantropía no es auto sacrificio, no es un tema de desprendimiento absoluto.  Valorar y tener consideración para con otro no significa sacrificarse, sino más bien auto valorarse para poder valorar al otro.

Nada es gratis y todos nuestros actos están sometidos a este principio, incluso los solidarios.  Pero debemos diferenciar lo que es el costo (inversión no exclusivamente económica) implícito en las acciones que llevamos adelante en la búsqueda de un bien superior (el beneficio pretendido necesariamente será mayor que el costo implicado) y otra muy distinta es la cultura del sacrificio, la que alienta a resignar un bien de valor superior por otro inferior.

Sin egoísmo racional, tanto la solidaridad como la caridad son impracticables.  La solidaridad es un acto de profundo egoísmo racional.

¿Y dónde encaja lo del Liberalismo en tiempos de Coronavirus?  En comprender que la solidaridad no puede ser impuesta.

Debemos darnos cuenta que la única regla de convivencia necesaria, es el respeto por los derechos del otro, debemos entender que vulnerar esos derechos, no solo es injusto, sino que golpea con más fuerza a los más necesitados.  Medidas que afectan el derecho de propiedad (por ejemplo los precios máximos) terminan indefectiblemente en desabastecimiento y en el desarrollo de un mercado negro inseguro y muchísimo más caro.

Coaptar el libre tránsito de quienes están sanos, en lugar de sancionar de modo exprés y con todo el peso de la ley a quienes deben estar en cuarentena por ser posibles portadores; no solo es injusto, sino que generará una caída brutal de la actividad económica, un parate en la prestación de bienes y servicios, con una consiguiente pérdida de ingresos que afectará principalmente a los trabajadores en negro, a los cuentapropistas y a los dueños de PYMES.

La caída de la actividad económica va a generar muchísima más pobreza, muchos pobres pasarán a ser indigentes y la pobreza se expresa en la imposibilidad de comprar abrigo, remedios o alimentos.  Todo eso implica más enfermedades, menos posibilidades de enfrentarlas y más muertes.

Por supuesto que es mucho más fácil y es políticamente correcto decir que todos debemos quedarnos en casa para combatir el Coronavirus.  Y a pesar de considerar contraproducentes estas decisiones, DEBEMOS CUMPLIR LA CUARENTENA Y LAS MEDIDAS ECONÓMICAS PORQUE ESTA ES LA ESTRATEGIA SANITARIA QUE SE ESTÁ LLEVANDO ADELANTE E INCUMPLIRLA AISLADAMENTE, ES UNA POSTURA AUN PEOR QUE CUMPLIRLA.

Pero ello no implica que uno pueda estar en desacuerdo con estas medidas y que procure anticipar los efectos que las mismas van a ocasionar en nuestra sociedad.  “Entendería” esta estrategia si fuésemos un país rico que tiene un “colchón” que le permite asumir las pérdidas.  Pero la Argentina actual no sólo no tiene “colchón” ni “cama” ni “dormitorio”, sino que tiene un déficit y una deuda inusitada.

Repito, creo que las medidas tomadas por el gobierno, no solo son ineficaces sino contraproducentes.  El tiempo dirá quién tiene razón, espero, de todo corazón, estar equivocado.

Gentileza: Rogelio Lopez Guillemain – rogeliolopezg@hotmail.com

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