El organismo olímpico se da cuatro semanas para decidir si los celebra más adelante en 2020, 2021 o incluso 2022
El clamor desde lo más profundo del deporte, de atletas a federaciones, ha podido con la resistencia del Comité Olímpico Internacional (COI). Un día después de que el presidente olímpico, Thomas Bach, dijera que unos Juegos no se pueden cancelar como se hace con un partido de fútbol, el organismo reunió a su Ejecutiva con carácter de urgencia y, dado el avance de la pandemia del coronavirus en el planeta, puso en marcha la hoja de ruta que conducirá a buen seguro al aplazamiento de Tokio 2020.
El COI se da cuatro semanas para decidir acerca del emplazamiento más adecuado, tiempo en el que tendrá más datos sobre el control de la pandemia y habrá podido negociar con las partes implicadas, entre ellas las autoridades de Japón. Esta madrugada del lunes, el primer ministro de Japón ya dijo que se podría tomar en consideración un aplazamiento de los JJOO. Shinzo Abe dijo que su país todavía estaba comprometido a organizar los Juegos en las mejores condiciones posibles, pero que «si se vuelve difícil, considerando a los atletas como una prioridad», la decisión de un aplazamiento «podría tornarse inevitable»
Tiene razón Bach en lo que se refiere a la dificultad de desplazar en el calendario un evento logísticamente tan complejo, probablemente el acontecimiento más global y que mejor ejemplifica el gigantismo de nuestro tiempo. Curiosamente, el gigante olímpico se han rendido finalmente frente al enemigo más pequeño posible, un virus, pero que ha recluido al mundo hasta sumirlo en la peor de las pesadillas. La resistencia del COI, el último dique del deporte que se tenía en pie, dejó de tener sentido cuando sus actores clamaron por la cancelación. La esperanza, ahora, es mantener viva la simbólica llama olímpica que se había desplazado a Japón, prácticamente de incógnito, como si se tratase de la llama de la vida. La misión de salvar los Juegos sigue en pie, aunque hayan perdido la primera batalla contra el coronavirus. «La suspensión no está en la agenda», indicó el COI, ayer, en un comunicado.
«A la luz del empeoramiento de la situación a nivel mundial, la Ejecutiva del COI ha dado el primer paso en la planificación de los posibles escenarios. En cooperación con el Comité Organizador de Tokio 2020, las autoridades japonesas y el Gobierno Metropolitano de Tokio, iniciará conversaciones detalladas para completar la evaluación de la rápida evolución de la situación sanitaria mundial y sus repercusiones en los Juegos Olímpicos, incluida la hipótesis del aplazamiento», continuó el comunicado del organismo olímpico.
Hablar textualmente del aplazamiento, algo que había negado el COI rotundamente, significa que a partir de ahora traza una hoja de ruta con diferentes posibilidades, como son disputarlos dentro del propio año olímpico, pero más adelante, o trasladarlos en fechas similares a 2021, incluso a 2022. Lo más operativo es mantenerlos este año, puesto que en año olímpico es cuando menos interferencias con otras competiciones, como Mundiales, existen. El problema es saber cuándo el mundo se sentirá seguro frente a la pandemia como para organizar un desplazamiento global de personas. Hasta dos millones visitan el país organizador. Llevarlos a 2021 implicaría reubicar otras muchas competiciones que suponen buena parte de los ingresos de las federaciones internacionales. Finalmente, 2022 es el año del Mundial de fútbol de Qatar. Aunque en distintas fechas, se trata de una competencia directa y, además, ello reduciría muchísimo el siguiente ciclo olímpico, a sólo dos años, hasta París 2024.
«El COI confía en que habrá finalizado estas discusiones dentro de las próximas cuatro semanas y aprecia mucho la solidaridad y la colaboración de los comités olímpicos nacionales y de las federaciones internacionales para apoyar a los atletas y adaptar la planificación de los Juegos», añade el organismo, después de haber escuchado numerosas quejas de deportistas, entre ellos los españoles, por entender que, de mantenerse la cita, competirían en desigualdad.
El presidente del Comité Olímpico Español (COE), Alejandro Blanco, fue uno de los primeros dirigentes olímpicos en decir que, en tales circunstancias, los Juegos debían aplazarse. Del mismo modo, lo harían los presidentes de las principales federaciones españolas, desde Luis Rubiales (fútbol) a Raúl Chapado (atletismo). Sin embargo, el peso cualitativo del llamamiento realizado por la natación y el atletismo estadounidenses pudo resultar clave para el COI, puesto que aglutina a muchas de las principales estrellas de los Juegos. El reguero de súplicas, desde deportistas individualmente a asociaciones de atletas, federaciones o comités olímpicos nacionales fue incesante y, finalmente, insostenible.
Ahora toca la letra pequeña, resolver cuestiones contractuales con el Comité Organizador de Tokio, las autoridades japonesas, las entidades de seguros y los operadores televisivos. Entre las causas de vencimiento de contrato con el país organizador no está recogida explícitamente una pandemia, pero si cualquier circunstancia que pueda poner en riesgo a los atletas. Peritarla, ahora, es imposible. La OMS dijo, ayer, que no dirá al COI si tiene o no que aplazar los Juegos. Es necesaria, pues, diplomacia para encontrar acuerdos y salvar la cita que mejor escenifican la ilusión del mundo. La necesita.
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