San Rafael, Mendoza martes 23 de abril de 2024

Cómo se debía usar un anticonceptivo. – Por:.Beatriz Genchi

 «Si no puedo bailar, no quiero estar en su revolución», dijo alguna vez la anarquista Emma Goldman, sin imaginar que aquella frase se convertiría en un eslogan feminista de los años 70. Por sus apasionados discursos políticos, la inmigrante judía ya era conocida en los círculos intelectuales de fines del siglo XIX en Nueva York.

Pero cuando fue veinteañera, también le gustaba bailar. En alguna fiesta, uno de sus camaradas le recriminó por hacer movimientos indignos de su doctrina revolucionaria. La chica se enfureció: «Estaba harta de que me arrojaran continuamente la Causa a la cara. Yo no creía que una Causa que defendía un hermoso ideal, el anarquismo -la liberación y la libertad frente a las convenciones y los prejuicios- negara la vida y la alegría», recuerda Goldman en ‘Viviendo mi vida’, la autobiografía traducida al español en 2014 por la editorial Capitan Swing.

Emma se casó movida por una ilusión adolescente, pero puso fin a su único matrimonio 10 meses después. «Si alguna vez vuelvo a amar a un hombre me entregaré a él sin que nos una un rabino ni la ley», se prometió a sí misma. «Y cuando ese amor muera, me marcharé sin pedir permiso». El relato de su autobiografía comienza entonces: divorciada a los 20 años, y recién llegada a la ciudad de Nueva York con una pequeña maleta, su máquina de coser y cinco dólares.

Ya tenía claro que su nuevo objetivo sería luchar contra la injusticia y la explotación. El 4 de mayo de 1886, en Chicago durante una concentración, explotó una bomba en la plaza de Haymarket por la que ocho jóvenes anarquistas fueron acusados y cinco de ellos ejecutados en la horca. Aquel fue el hecho decisivo que catapultó a Goldman a la acción.

Su ideología se basaba en un exaltado optimismo hacia la naturaleza humana y en una profunda desconfianza hacia la autoridad. “Emma la Roja”, como era llamada en la prensa de aquellos días, fue una activista radical que se asignó la misión de despertar a las masas. Recorrió Estados Unidos para manifestarse públicamente en contra del Estado, el capital y el militarismo, y a favor de los derechos de los trabajadores, el uso de anticonceptivos y el amor libre. Sus convicciones fueron consideradas peligrosas en un país puritano, encaminado a convertirse en la potencia económica mundial, y cuyo orden social podía verse amenazado por las crecientes revueltas obreras. Goldman no se detuvo a pesar de las numerosas advertencias.

Cada vez que la encarcelaban en realizad era contraproducente para quienes lo ordenaban. En 1893 en la penitenciaria de las islas Blackwell. Públicamente instigó a los obreros en paro a Demandez du travail, s’ils ne vous donnent pas de travail, demandez du pain, s’ils ne vous donnent pas du pain ni du travail, prenez le pain («Pidan trabajo; si no lo dan, pidan pan, y si no dan ni pan ni trabajo, tomen el pan.»)

El 11 de febrero de 1916, Goldman fue detenida y encarcelada junto con Ben Reitman (con quien vivió un apasionado romance de 1908 a 1917) por la distribución de un manifiesto en favor de la anticoncepción. Durante varios años, cada vez que daba una conferencia esperaba ser arrestada; por eso, iba siempre pertrechada con un buen libro.

Otra detención, cuando no.  En Estados Unidos fue por explicar el control de la natalidad. Ella eligió pasar 15 días en la cárcel por una multa de $100, ante una audiencia mixta de seiscientas personas en el Sunrise Club de Nueva York, Goldman explicó, por primera vez en toda América, cómo se debía usar un anticonceptivo. Fue arrestada de inmediato y después de un juicio tormentoso y sensacional, se le dio a elegir entre pasar quince días en un taller penitenciario o pagar una multa de cien dólares. Eligió la cárcel (pensado para explicar la anticoncepción) y la sala entera la aplaudió. Desde los medios de comunicación se escribieron cosas como: “Emma Goldman fue enviada a prisión por sostener que las mujeres no siempre deben mantener la boca cerrada y su útero abierto”. Así entendió Goldman la lucha que la acompañó siempre: «El derecho a la autoexpresión y a todas las cosas hermosas y radiantes» como lo definía.

Gentileza: Beatriz Genchi – beagenchi@hotmail.com

Museóloga-Gestora Cultural-Artista Plástica.

 

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