Villa juega su último partido profesional y cierra su carrera con otro título, la Copa japonesa / Se marchará a dirigir un club en Nueva York
Una de las imágenes icónicas del maratón de Nueva York es cuando sus miles de participantes transitan el Puente de Queensboro. Con más de 110 años de vida, la vía de conexión entre Manhattan y el barrio de Queens ofrece unos planos en los que se recrean los realizadores de la prueba. Cuando no hay maratón, miles de coches transitan en ambas direcciones.Ese camino es el que hizo diariamente David Villa (Tuilla, Asturias, 1981) entre 2014 y 2018, cuando jugaba en el New York City, en la MSL estadounidense. Ahora, año y medio después de dejar la ciudad de los rascacielos, el máximo goleador de la historia de la selección española, que se retiró ayer del fútbol profesional a los 38 años, volverá a transitar el Puente de Queensboro. Pero no para entrenar ni jugar. Será para sentarse en un despacho. Concretamente, en el despacho de jefe del Queensboro, el equipo de fútbol del barrio neoyorquino del que es dueño y que será su nueva profesión toda vez que en el primer día de 2020, en el estadio Olímpico de Tokio, puso fin a una carrera deportiva que ya había cumplido su mayoría de edad.
Lo hizo ganando otro título, uno más para sumar 15 sólo hablando de los más importantes. Tres Ligas, tres Copas del Rey -el que ganó ayer, por cierto, es también una Copa, la del Emperador de Japón, que también le cuenta aunque sólo jugase los dos últimos minutos de un partido resuelto (2-0) por culpa de unas molestias musculares-, una Champions, un Mundial de clubes y, por su puesto, y hablando de la selección, un Mundial (2010) y una Eurocopa (2008).
«Me marcho habiendo ganado mucho más de lo que nunca pude llegar a imaginar», pronunció ayer después de celebrar el título sobre la hierba del estadio junto a su compañero, de vida, de fútbol y de adiós, Andrés Iniesta, su mujer y sus tres hijos (también la mujer y los hijos de Andrés, que levató el título como capitán del Vissel Kobe). Es un adiós, uno más, de la generación de oro del fútbol español. Ya no juegan a esto ni Iker (¿volverá?), ni Puyol, ni Capdevila, ni Xabi Alonso, ni Xavi, ni Torres… Otros, como el propio Iniesta o Piqué, sí siguen en activo, pero han dejado la selección.
Villa, desde que anunció su retirada del fútbol profesional el pasado mes de octubre, ha tenido ofertas. Una muy especial fue la del Sporting de Gijón, el equipo de su corazón, perdido en la zona baja de Segunda División y que estrenará entrenador nuevo (Djukic) el próximo fin de semana. Pese a que los dirigentes rojiblancos le hicieron llegar el interés por tierra, mar y aire, pese a haber tocado la tecla de los sentimientos, no hubo manera. No quería retirarse en el Sporting, mejor escrito, no quería retirarse en este Sporting que, si no endereza el rumbo, tiene pinta de acabar en Segunda División B.
Tampoco hubiera tenido problemas para volver a cualquier de los clubes en los que ha militado. Tras el Sporting vinieron el Zaragoza, el Valencia, el Barcelona y el Atlético de Madrid, en cuyos despachos aún recuerdan la enorme profesionalidad de quien ayudó a conquistar la Liga de 2014 y quien fue el jugador que más kilómetros hizo en la final de la Champions de aquel año. Pero tampoco ha querido regresar a ninguno de los lugares donde dejó el rastro de sus goles, que no son pocos (426 en 826 partidos como profesional desde unos 1/32 de Copa del Rey en octubre de 2001 contra el Oviedo).
Su futuro tampoco está en los banquillos. Su futuro está en ese despacho del barrio de Queens desde el que tratará de lanzar a un equipo que comenzará a competir el año que viene en la Segunda división del fútbol de Estados Unidos. Su base serán los talentos que la DV7 Soccer Academy, con centros de tecnificación y entrenamiento repartidos por todo el mundo (Canadá, EEUU, Puerto Rico, Santo Domingo, Hong Kong o Japón), sea capaz de fabricar. Junto a su mujer, Patricia González, gestiona personalmente sus sociedades. Y lo harán desde Manhattan, porque en ningún momento se ha planteado volver a España. En los cuatro años en la Gran Manzana encontró un modo de vida que le llenó, también pensando en el futuro de sus tres hijos que, al igual que él, manejan perfectamente el inglés. «Ha sido un partido muy especial, por el hecho de ganar un título con este club y también por ser el último de un gran amigo y compañero», explicó al final del partido Andrés Iniesta, que todavía seguirá dando patadas al balón. Acariciándolo, mejor escrito. Villa, en cambio, va a pasar unos días de vacaciones en Asturias antes de coger un avión, ponerse la corbata, regresar a su casa en Manhattan y volver a cruzar el Puente de Queensboro. Ya sin las botas en el maletero.
Fuente:https://www.elmundo.es/deportes/futbol/2020/01/01/5e0ced9421efa02c3c8b45d0.html
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