Esta claramente comprobado que el control de precios no sirve e incluso perjudica a quienes supuestamente pretende ayudar con su aplicación. Sin embargo, es una práctica en la que Argentina cae una y otra y otra vez.
En el libre mercado, el precio de equilibrio se determina donde coinciden la cantidad ofertada por los productores y la cantidad demandada por los consumidores. Estos precios son el resultado del comportamiento de millones de consumidores y ofertantes que reaccionan a cambios en los gustos, en los costos de los insumos e impuestos, cambios en el clima, en el empleo y en las expectativas de millones de personas y entidades. Por ello, el sistema de precios de mercado no se puede juzgar como malo, ya que resulta de la libertad de las personas a elegir cuanto están dispuestos a pagar o a ofertar.
Ahora imaginemos que por la fuerza obligáramos a que estos productos valgan menos o mantengan su valor cuando por los costos de producción u otros factores, ellos deberían aumentar su precio. Al ser más baratos la gente los demandaría más, sin embargo, el productor y/o vendedor estaría dispuesto a ofertar menos, ya que no puede cubrir los costos de producción en el mediano plazo y se desplaza a otros productos fuera de los controles o muda su empresa a otro país. Así es como aparece un exceso de demanda y el resultado final es que hay escasez.
Esta es una experiencia que los argentinos hemos vivido muchas veces y en varios ámbitos, pero la seguimos repitiendo por la ineficiencia política, sin importar el partido y porque se cree que las empresas son los “enemigos”. Entre las muchas experiencias que tenemos se destacan tres:
- Control del precio de la carne:
En 2008, Guillermo Moreno decidió establecer un precio máximo al kilo de carne. Ese mismo año había más de 57 millones y medio de cabezas de ganado bovino. 3 años después, en el 2011, esa cantidad no llegaba a los 48 millones y ni siquiera hoy en día podemos recuperar la oferta del mismo año en que se tomó la pésima decisión.
- Precio de la nafta
En el 2007, el kirchnerismo aumentó un 800% las retenciones a los combustibles (del 5% al 35%) para que aumentara la oferta interna y bajaran los precios. Además, a medida que pasaron los años se fueron aplicando medidas sobre control de precios, como la del 2012 que pretendía que las naftas y el gasoil costaran lo mismo más allá de las marcas. Así es como las exportaciones de combustible argentino cayeron terriblemente, la oferta también y el país tuvo que empezar a importarlos.
- Cepo al dólar
El cepo al dólar lo aplicaron tanto kirchneristas como macristas. Cristina Fernández lo estableció en el 2011 e intensificó en el 2012, tratando de mantener las reservas del Banco Central, medida que funcionó solo en el corto plazo, pero que fue un desastre en el largo plazo. El problema es que cuando nadie puede elegir sacar sus dólares ganados de forma totalmente legal, tampoco nadie quiere ingresar sus dólares al país ni invertir, sobre todo porque a la hora de transferirlos a pesos te pagan un precio que no está ni siquiera cerca del que debería ser y no te dejan cambiar tus pesos a dólares, por lo que te obligan a ahorrar en una moneda que cada día vale menos. Así, la política que pretendía mantener las reservas del Banco Central, terminó por hacer que estas se desplomaran.
La única medida que si dio resultado en esta dirección fue cuando se le sacó el Impuesto al Valor Agregado (IVA) a diversos productos básicos después de las elecciones de 2019. Allí los precios bajaron o se mantuvieron a pesar de la devaluación del peso y no se destruyó la oferta, incluso aumentamos el consumo después de mucho tiempo. El problema es que nunca iremos en esa dirección porque no aprendemos de nuestros errores y las medidas que realmente ayudan siempre son pasajeras.
Gentileza: José Ignacio Teruel-Licenciado en Relaciones Internacionales
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