«Es aburrido repetir siempre lo mismo pero la situación ha sido similar en los últimos años. Es decir, pocas precipitaciones respecto al índice normal y temperaturas por encima de los valores normales. De modo que para el verano se espera mucho calor y sequía en toda la región cuyana«, aseguró Juan Rivera, investigador del Instituto Argentino de Nivología, Glaciología y Ciencias Ambientales (Ianigla, CCT Conicet).

Asimismo, el especialista manifestó que no se debe descartar la ocurrencia de precipitaciones extremas que suelen darse en forma aislada. Un ejemplo de ello se dio hace unos días en San Carlos, que rompió el récord de lluvia acumulada en diciembre con 51 milímetros, situación que no ocurría desde hace 50 años.

«De modo que si bien se esperan meses de mucha sequía no hay que descartar la presencia de estos fenómenos, sobre todo si se tiene en cuenta que para los primeros meses del próximo año se esperan temperaturas muy elevadas que, sumado a la humedad, pueden dar como resultados este tipo de tormentas sorpresivas que dejan un importante caudal de agua acumulado», contó Rivera.

Preocupa la sequía en Mendoza

Ya son 11 los años en los que la provincia se encuentra en emergencia hídrica y no hay miras a que la situación mejore en el futuro.

Las estimaciones anuales que realizaron hace unos meses desde Irrigación, mostraban que la disponibilidad de agua para la próxima temporada, y para ríos con hectáreas de bajo riego será del 54% de un año medio. Así el organismo del agua pronosticó un año hidrológico seco para el río Mendoza, Tunuyán, Diamante, Atuel, Malargüe y Grande ya que todos están por debajo de la media histórica.

«El hecho de que se diga de que habrá precipitaciones por debajo de lo normal indica que, a nivel de pronóstico, habrá un año más de sequía: no se espera que el fenómeno del Niño vaya a cambiar significativamente a una etapa Niña, por lo que se espera que para ese trimestre se esté en una etapa neutral: es decir, con nevadas bajas y, por ende, caudales bajos», comentó Rubén Villodas, director de Gestión Hídrica de Irrigación.

El especialista también hizo hincapié en un informe de un experto en cambio climático que refiere que «la nieve en la cordillera de Los Andes se reduce un 10% cada década». Esto, según el estudio, afectará las tasas de deshielo y el suministro de agua.

Villodas refirió que el problema de la sequía es preocupante para la sociedad entera ya que, a modo de ejemplo, dijo que el río Mendoza que es el que mejor está (a un 60% de caudal dentro de un año medio) por el hecho de dar una cantidad de agua muy grande a la población es el que peor se encuentra en cuanto al agua que dispone para la agricultura, tiene 60 mil hectáreas cultivadas y le está quedando menos agua que al resto de los ríos cuyo caudal no superan el 45%.

«Es un tema trascendental y lo que buscamos es que se tome más conciencia ya que a nivel poblacional se está utilizando una cantidad de agua grandísima, calculada en unos 350 litros por persona por día, algo que para una zona desértica está por encima de la media. Mundialmente el agua consumida por los habitantes por día es de 120 y 150 litros», comentó Villodas.

Frente a este panorama y los pronósticos que llegan que no son alentadores, el especialista manifestó que lo que se tendrá que hacer es cambiar el panorama de distribución de agua para el consumo humano. «Es imposible mantener este nivel de entrega y, al no haber micromedición la situación empeora. Hoy económicamente el sistema es imposible tenerlo en la provincia, primero por los millones de dólares que se necesitan para su instalación y, segundo, para leerlo», expresó.

Más allá de eso, Villodas aseguró que la falla mayor en la falta de agua en la provincia pasa por la mala distribución de la misma: «Está claro que la población está consumiendo mucho, pero la mitad del agua que entrega la planta no llega a los hogares, se pierde en el camino».

A modo de síntesis, el director de Gestión Hídrica del Departamento General de Irrigación aseguró: «Hay campañas para que se utilice menos el recurso. El llenado de piletas y el riego de jardines es un problema de difícil identificación y apuntamos a mejorar la eficiencia en la parte agrícola. Necesitamos que el agua llegue en el momento que la planta lo necesita, sino es en vano el riego; por otro lado, se está trabajando mucho con los regantes para que mejoren el riego dentro de la finca, sin llegar a la inversión de un riesgo por aspersión o goteo».