El hecho concreto: el peronismo supo alinear el Congreso para otorgarle a Alberto Fernández si no todo el poder, poderes fundamentales para dirigir el país por propia mano durante al menos 180 días

Difícil creer que esto resultó simple obra de las circunstancias y nunca delicadamente considerado desde mucho antes. Antes que un plan económico detallado, del que no pocos dudan, el nuevo gobierno empezó por donde empiezan estas cosas: por la política.

La nueva administración se ha cargado la movilidad jubilatoria. Se vista como se vista, con la épica kirchnerista o la más fría visión económica, Alberto Fernández lo hizo con el acompañamiento sonoro del peronismo y de sus aliados. La fórmula que parió Macri​, argumentan, era una bomba con la mecha encendida para la maltrecha economía argentina. Aún así había que tomar la decisión de afectar los haberes de gente que aportó toda su vida. La promesa del futuro para los que otra vez han perdido es otro fruto amargo que deben tragarse, acusados además de ser causantes del déficit.

No es una reforma jubilatoria, sino un parche de urgencia. Y se verá si sirve dejar en manos de pocos las reformas económicas para empezar a salir del parate que lleva ya muchos años, porque la recesión no empezó con Macri.

Porque este ajuste, del que quedan excluidos jubilados de privilegio lo que ha provocado una lógica indignación, no afectaría centralmente votos propios. Y deja claro que el peronismo es el único poder político capaz de conseguir estos cambios sin generar un caos colectivo. Hasta consigue piqueteros a favor. ¿Alguien puede imaginarse lo que hubiera ocurrido si otra fracción política se le hubiera ocurrido meterse con las jubilaciones como se metió el actual oficialismo?

Este éxito inicial, que es político, no asegura ningún éxito económico porque sí. El primera paso es presentar esta emergencia como un deber bien hecho ante los acreedores. Ya lo dijo Alberto: el Fondo Monetario​ está de acuerdo. El escenario elegido para esa afirmación no fue cualquiera. Lo expresó en la reunión con los empresarios más fuertes de la Argentina. La promesa del crecimiento, a la que nadie puede oponerse, es por ahora un horizonte teórico.

Alberto tiene en sus manos herramientas -dar aumentos por decreto, sin paritarias, por ejemplo- que superan a los que le habían cedido primero a Duhalde y luego a Néstor Kirchner, y que continuaron hasta el fin de Cristina, a pesar de la “década ganada”.

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