San Rafael, Mendoza viernes 26 de abril de 2024

Historia de la Espeleología Argentina – Cap. 1 Espeleo-ficción y algo más – Por:.Carlos A. Benedetto

La Espeleología Argentina nació en un país donde los gobiernos de facto estaban naturalizados y el pretexto para apoyar estas actividades era que las cavernas, por estar en zona de frontera con Chile, podrían tener un uso militar.

Eso estaba relacionado con la moda cultural de los OVNIs, a la que muchos tuvimos que recurrir a modo de exilio interior, pero que desde el poder era fogoneado para que miráramos al cielo en lugar de ver lo que estaba pasando en la tierra.

Desde esa perspectiva, los OVNIs provenían, o bien del espacio extraterrestre, o bien de la “Tierra Hueca”, y esto último se emparentaba con antiguas tradiciones religiosas que veían en las cavernas la entrada a “otro mundo”, incluso espiritualmente superiores.

Las cavernas no serían más, entonces, que las bocas de acceso a ese mundo habitado por seres superiores, al estilo del Rey del Mundo, conocido libro esotérico de René Guenon, y al estilo de “Dioses, Hombres, Bestias”, de Ferdinand Ossendowski, conocido en Europa por su filiación al zarismo en decadencia y luego al nazismo en ascenso.

Fue en esa época (fines de los ´70) que recordé que mi padre, de quien estaba entonces distanciado, era lector de Ossendowski y fue él quien me llevó al cine por primera vez a ver, casualmente, “Viaje al Centro de la Tierra” cuando aún no cumplía mis diez años.  Éramos adictos al cine y a la lectura, sobre todo de libros de Historia.

Algo de todo eso seguía viviendo en mi subconsciente llegando a los 30, pensé entonces, pero no di mucha importancia a la reflexión.

Este “esoterismo” en América Latina se puso de moda en los 70-80, distorsionando a las tradiciones místicas, que son otra cosa, y fue funcional (en algunos casos involuntariamente) a las dictaduras, que necesitaban distraer la atención de la gente para que ésta no tomara conciencia de lo que estaba ocurriendo. El mismo escritor uruguayo Mario Benedetti advirtió en su momento sobre la utilización de “esas cosas que se ven en el cielo” (Karl Jung dixit) como distractores de la atención pública, mientras se perpetraron matanzas y violaciones a los derechos humanos.

Muchos militantes políticos eligieron (elegimos) el camino del exilio interior. La supervivencia llevó entonces a poblar las filas de los neo-esoterismos, que decían apoyarse en antiguas tradiciones religiosas pero no para enraizarse en la realidad como proponían éstas, sino para alejarnos de ella. Sin embargo, también nos llevó a formas de búsqueda más genuina: “la espeleología es una búsqueda en el interior de la tierra, pero tiene su correlato en una búsqueda interior en el individuo” me dijo en 1979 un viejo maestro de la Fundación Argentino-Tibetana, que empecé a frecuentar paralelamente con mis inicios en la exploración de cuevas.

El militarismo usó al esoterismo para adormecer a la gente, pero a la recíproca muchos militantes encontramos allí un simulacro para pasar desapercibidos y salvar el pellejo. A modo de ejemplo, “Las Venas Abiertas de América Latina” (Eduardo Galeano), fue leído por quien esto escribe, a escondidas en el escuadrón Jáchal (San Juan) de la Gendarmería Nacional, durante una expedición espeleológica, pocas semanas después de la Guerra de Malvinas. En nuestras mochilas de “buscadores de la verdad sagrada” se guardaban cosas desagradables para ellos, caballos de Troya que había ido guardando en catacumbas interiores….

Volviendo atrás, en nuestra búsqueda, recordamos haber abordado, en 1978, al conocido difusor de la “ovnilogía” Fabio Zerpa, quien nos recomendó visitar a Julio Goyén Aguado cuando le planteamos nuestras inquietudes sobre el “mundo subterráneo” y sus misterios.

Al llegar, en 1979, a esa oficina del Centro Argentino de Espeleología de la Avenida de Mayo 651 en la Ciudad de Buenos Aires, nos encontramos con una foto del mismo Zerpa y Goyén Aguado, juntos en la boca de acceso de la cueva La Halada, en la provincia de La Pampa. Pero lo que más nos interesaba saber era sobre el viaje de Goyén a la Cueva de Los Tayos (Ecuador), hecho ocurrido tres años antes y sobre el cual se informaba poco y mal.

Dueño de la situación, Goyén Aguado nos fue conduciendo, junto a otros amigos y compañeros de búsqueda, hacia terrenos donde nos sentíamos protegidos, y al mismo tiempo usados. Buscadores de la verdad, como los compañeros de Georges Ivanovitch Gurdjieff en ENCUENTROS CON HOMBRES NOTABLES, libro cuya versión cinematográfica también se conocía en esa época (https://vimeo.com/87915830).

La ciencia ficción debía ser, entonces, ciencia a secas, y la espeleología no podía ir a menos. Eran los comienzos de la espeleología-ficción.

Julio Goyén Aguado creó el Centro Argentino de Espeleología en 1970, sin dotar al mismo de una estructura legal (personería jurídica, o sea una institución objeto y sujeto de derecho), dándole una impronta personal no científica, dotándola de un barniz científico, mascarada que adquiriría importancia más tarde, fuera del CAE.

Ya en 1968 había habido aportes extranjeros al estudio científico de las cuevas, pero eso no importaba: en 1968 el bioespeleólogo suizo Pierre Strinati hizo el primer relevamiento de fauna asociada a cuevas en Caverna de Las Brujas y el Smithsonian Institution publicaba un trabajo sobre la mineralogía de cuevas sobre muestras que anónimamente habían sido colectada en la misma cavidad. (Siegel et al, 1968)(Brignoli, 1972). Un poco más tarde se llevarían a cabo los primeros estudios arqueológicos (Ferrari, 1976)

Las Brujas fue así la primera caverna donde se hicieron las primeras exploraciones específicamente espeleológicas, topografías, trabajo fotográfico detallado, y donde se descubrió la totalidad de las salas de esa cueva actualmente conocidas; todo ello en la “era CAE”. Todo lo que se produjo a posteriori fueron complementos de ese trabajo inicial y eso llevó al mismo Goyén Aguado a bautizar a Malargüe, departamento de la provincia de Mendoza donde comienza la Patagonia y donde se encuentra la cueva, como “Capital de la Espeleología Argentina”, mote que aún conserva por ese motivo.

Los trabajos de topografía estaban dirigidos personalmente por Goyén Aguado y por el topógrafo Flavio Riverti, quien además en 1974 llevó a cabo una experiencia de aislamiento en la soledad de la cueva de Las Brujas, la cual duró 5 días y estuvo apoyada por el Ministerio de Bienestar Social, entonces a cargo del esoterista José López Rega, de triste memoria para los argentinos. Flavio Riverti no adhería a las “teorías” esotéricas, más bien fue el flanco técnico y serio de un proyecto que sólo Goyén Aguado conocía: se buscaba seguir los pasos de Michel Siffre en Texas (1972), pero sin los alcances ni la asistencia científica adecuada.

En el primer quinquenio de esa década se produjeron varias escisiones por razones personales: la Sociedad Argentina de Espeleología, que no prosperaría, y la Organización Karst, que tampoco lo haría.

Hacia fines de la década del 70 el CAE había casi “agotado sus baterías”, luego de haber explorado cuevas en varias provincias argentinas: Mendoza, Neuquén, San Juan, La Pampa, Provincia de Buenos Aires, pero sin haber publicado dichos trabajos, los cuales estaban guardados bajo 7 llaves por razones que nadie entendía. Las publicaciones nunca pasaron de lo periodístico-personal y haciendo énfasis en los méritos del fundador del CAE, muchas veces en programas televisivos de alto rating y poca seriedad. Los “almuerzos de Mirtha Legrand”, por ejemplo.

Se produjo entonces la llegada al CAE de un grupo de jóvenes inexpertos y buscadores de lo fantástico, entre ellos el autor de estas líneas, que dieron un nuevo empuje a esta actividad, y fue para Semana Santa de 1980 que organizamos  la primera expedición a Caverna de Las Brujas, Malargüe, en un vuelo del avión presidencial y hospedándonos en el Escuadrón 29 de Gendarmería, Malargue, lo que abonaba la sensación, en algunos, de estar haciendo algo importante, del rango de los “secretos de estado”. Para otros era una forma de burlar el cerco de la represión institucionalizada.

 La expedición era preparatoria de la que dos meses después se llevaría cabo a la región de Cuzco, Perú, junto al esoterista peruano Ernesto Cabrejo, con quienes se pretendía ingresar al mundo subterráneo de Juan Moricz, (El Oro de los Dioses, Erich Von Däniken) amigo personal de Julio Goyén Aguado residente en Ecuador y a quien nunca llegamos a conocer. Por entonces, el epicentro  de la Espeleología argentina estaba n Buenos Aires, a dos cuadras de la Plaza de Mayo en la sede del CAE y las poblaciones locales, del interior, eran consideradas en el mismo nivel de los porteadores nativos de equipajes en las expediciones europeas al Himalaya. No había llegado aún el tiempo de las espeleologías regionales (década del 80) ni del traslado de ese epicentro desde Buenos Aires a la Cordillera (años 1996- 2000).

En Buenos Aires no hay cuevas importantes y no podía pensarse en el interior cordillerano del país, donde sí hay cuevas, sino en términos de extensión del centralismo político general que imperaba entonces.

El misterio nos llevó, entonces en 1980, al Perú y a explorar varias cuevas, pero sin encontrar la Tierra Hueca ni las inteligencias superiores que la habitan, y al volver a casa sentimos que eso no era para nosotros, o que debíamos pensar que la espeleología era otra cosa.

Ese mismo año un grupo de estudiantes de topografía del Instituto Geográfico Militar, pero que no compartían la ideología de la institución que los albergaba, crearon el grupo GEA (Grupo Espeleológico Argentino), y de inmediato solicitaron y obtuvieron el permiso para actuar como persona jurídica. Era la primera asociación argentina de espeleología que obtenía reconocimiento legal, y eso puso en alerta a la nueva generación que había ingresado al CAE, donde empezó a germinar la idea de avanzar también hacia un reconocimiento legal y un funcionamiento democrático, cosa que disgustaba profundamente al fundador del CAE.

El CAE se dividía entre los “viejos” que querían mantener la estructura informal y paternalista, y quienes querían ser competitivos con otros protagonistas que parecían tener otras reglas de juego.

En 1981 se llevó, dentro del marco de actividades del CAE, otra experiencia de aislamiento en soledad de un voluntario en la misma Caverna de Las Brujas durante 15 días, operación exitosa en la que participaron también médicos, psicólogos, psiquiatras y espeleólogos (ver anexos a este capítulo). Al regresar observábamos que el grupo GEA seguía avanzando en otro terreno, que Goyén Aguado miraba con desdén mientras otros lo hacíamos  con preocupación por el temor a perder protagonismo.

La experiencia de aislamiento en la soledad de una caverna es, en efecto, una inmersión en otro mundo, pero interior en lo psíquico, y lo catastrófico no pasa de ser la experiencia del esclavo que se libera de sus cadenas en la Alegoría de la Caverna de Platón.

En aquel tiempo asociábamos a Goyén Aguado con Pierre Sogol, personaje central de El Monte Análogo, libro inconcluso de René Daumal, y que aún hoy seguimos releyendo con avidez, aunque ya no lo asociamos con Goyén Aguado.

Finalmente en 1982 se conformó el CAE como la segunda persona jurídica espeleológica del país, con una “junta” directiva (que nos recuerda el nombre que se daba a sí mismo el órgano gobernante de facto en el país) en la que la mitad de los cargos estaban en manos de los jóvenes entusiastas y el resto eran personas sólo conocidas por Goyén Aguado, incluyendo dos militares (el coronel Zavalla y el mayor Carenzo Alfaro, ambos del Ejército) y que nunca asistían a las reuniones ni a las expediciones, lo que llamaba la atención aunque nadie hacía preguntas al respecto. Ese mismo año se llevaba a cabo una nueva expedición doble a Las Brujas (Mendoza) y al carso de Rodeo (San Juan), pero con poco entusiasmo.

A principios de 1983 hubo una nueva expedición a Neuquén (Cuevas La Salamanca –basalto-, Caicayén –caliza- y El León –yeso-) y luego de eso empezamos a sentir que ya no sería lo mismo: se visualizaba que con el regreso de la democracia ya no habría apoyo militar y se observaba con cierta envidia el crecimiento del grupo GEA sin tal apoyo. Al mismo tiempo, los más jóvenes sabíamos que nunca alcanzaríamos a tener algún control sobre el manejo del CAE.

Ese mismo año algunos neo-espeleólogos nos íbamos del CAE y el autor de estas líneas, a mediados de 1984 ingresaba al grupo GEA. Dejaba así la secretaría de la Junta Directiva del CAE, pero también se llevaba todo lo aprendido, sobre todo lo aprendido del propio mundo interior por la experiencia de aislamiento de 1981.

Lo fantástico y lo verdadero

Hay un aspecto de mi relación con el CAE que nunca más volví a encontrar en los espacios espeleológicos posteriores, y es la sensación de pertenencia a algo que trascendía la propia individualidad. Nunca olvidaré que, a pesar de que el contexto dominante dentro del CAE no era científico, lo poco que se de espeleología lo aprendí junto a Julio Goyén Aguado. Nunca olvidaré las “chipironeadas” de los viernes por la noche en el restaurante Laurak Bat, que tiene un patio interior donde creció un retoño del árbol de Guernica, que no se si sigue en pie en la avenida Belgrano al 1100 de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Esos encuentros dotaban de cierta mística adicional a lo que estábamos haciendo y dejaban huellas que nunca se borrarían.

Despreciábamos entonces las permanentes alusiones que hacía Goyén Aguado a su condición de “basko” (nacido en el país vasco que se negaba, como buen vasco, a ser llamado “español” a pesar de tener pasaporte de esa nacionalidad), pero al mismo tiempo admirábamos ese orgullo nacionalista.

Julio Goyén Aguado murió en septiembre de 1999 en un accidente en San Rafael, Mendoza, en el transcurso de una expedición espeleo-arqueológica. Cinco meses después se llevaba a cabo en Malargüe, a 180 kilómetros, el Primer Congreso Argentino de Espeleología y en su transcurso se creaba la Federación Argentina de Espeleología, otro proyecto al cual siempre se había opuesto Goyén. A pesar de ello, en esa ocasión se le rindió un homenaje, al cual no asistió ningún miembro del CAE. Goyén tenía 58 años y el autor de este trabajo 47.

También en septiembre, pero de 2013, se conocía la noticia del doble suicidio de la astróloga Lilly Sullos y su hermano, ambos húngaros, como húngaro era también Juan Moricz. Ella tenía 85 años. Se habló entonces, en ciertos círculos, de que había vuelto “la maldición de Los Tayos”

Sullos había llegado al país en los ´60 y diez años después aparecía en varios programas de televisión. Luego publicaría una recopilación de sus artículos gracias a la Editorial Perfil, también apoyada por la dictadura militar. Se dijo entonces que por un tiempo Lilly Sullos fue pareja del húngaro-argentino Juan Moricz, citado por Erich von Däniken en su libro El Oro de los Dioses.

Algunos allegados “atan cabos sueltos” al mencionar la muerte violenta de Goyén, la de Lilly Sullos y la de un tal Guillermo Aguirre, que sería el biógrafo de Goyén. Dicen algunos allegados que estos hechos trágicos fueron la continuación de la decisión del gobierno ecuatoriano de abrir al público la Cueva de Los Tayos.

Dicen también que la cueva contiene “secretos peligrosos” para el mundo, y que eso habría acelerado las muertes trágicas, dos de ellas al menos voluntarias. “Al conocerse a la civilización superior que nos precedió, corre en peligro la civilización actual”, dicen que decían. Las muertes trágicas se sucedieron, como se sucedieron las extrañas muertes tras el descubrimiento de la tumba de Tutankamón… no era muy difícil hacer asociaciones al respecto. Estaba de moda….

Gustavo Fernández, un investigador del tema, dijo: “Empero, yo tengo mi propia teoría: lo peligroso de la Caverna de Los Tayos no son las visitas extraterrestres de la antigüedad, ni los conocimientos arcanos que quizás encierre (o que ya fueron expoliados), o las etéreas presencias guardianas que la ronden (aunque sobre este último tópico debería ser más prudente: por una serie de razones sospecho que haberlas, las hay. Y que hay que tratarlas con respeto). Lo verdaderamente peligroso puede resultar lo que dispare en el Inconsciente Colectivo de la humanidad si se sabe lo que hay en su interior”.

Los Tayos

La Cueva de los Tayos es un Sistema de túneles subterráneos a 800 msnm,  en la cordillera del Cóndor en Ecuador. Se dice que estas cavernas fueron descubiertas durante exploraciones militares ecuatorianas anteriores, pero quien dio a conocer estas cosas fue Juan Moricz en 1969. Luego sería citado por el suizo Erich Von Däniken en “El Oro de los Dioses”.

Hay quienes dicen que el verdadero precursor de la Espeleología Argentina fue, entonces, Moricz, por su condición de argentino por opción.

Moricz habría realizado allí sus primeras exploraciones a mediados de los ´60. “He descubierto valiosos objetos de gran valor cultural e histórico para la humanidad. Los objetos consisten especialmente en láminas metálicas que contienen probablemente el resumen de la historia de una civilización extinguida, de la cual no tenemos hasta la fecha el menor indicio…” publicó Moricz. Los túneles eran supuestamente artificiales, construidos por esta civilización desconocida, la misma que infructuosamente buscaríamos después en la cordillera peruana y en la argentina. Moricz afirmaba que había allí una biblioteca metálica con miles de libros de oro de casi 20 kilos cada uno. ..

El tayo es un ave que en Venezuela se denomina guácharo (Steatornis caripensis), que ya había sido descripta por Alejandro de Humboldt en “Viaje a las Regiones Equinocciales del Nuevo Continente” (1800). Pero no es un ave “ciega” como dicen quienes necesitan que sea ciega para “demostrar” que Los Tayos sería sólo el ingreso a un sistema de túneles que uniría a todo el continente americano y a éste con una “raza superior” que aún habita en el interior de la Tierra. El Guácharo tiene una amplia distribución hasta incluso el norte de Argentina y quizás esa circunstancia llevó tantas veces a Goyén Aguado a expedicionar al volcán LLullaillaco en esa provincia, con la esperanza de repetir la historia de Julio Verne en “Viaje al Centro de la Tierra”, o de Moricz en Ecuador….?

Para dar más dramatismo a los relatos, se dice, con certeza, que en los alrededores de la cueva viven los temibles “jíbaros” reducidores de cabezas, y que éstos son los custodios de la misma.

Surgió también el relato de un sacerdote salesiano de apellido Crespi, residente en Ecuador, quien habría recibido planchas de oro como obsequio de los aborígenes, y que en esas planchas habría inscripciones brahmánicas de más de dos milenios de antigüedad. Crespi murió y las piezas de oro desaparecieron….

Esta es la secuencia de expediciones a Los Tayos según el sitio Gold Library, donde lo encerrado entre paréntesis y lo subrayado son agregados nuestros):

 

1946 – Primera visita de  Petronio (Jaramillo)  a la cueva del tesoro.

1956 – Petronio registra su historia.

1964 – Petronio es entrevistado por: Alfredo Moebius, Andrés Fernández-Salvador Z, Pino Turolla y Juan Moricz.

1965 – Primera visita de Moricz a la Cueva de los Tayos en Morona Santiago.

1968 – Expedición de los Mormones a la región de la Cueva de los Tayos.

1969 – “Expedición Moricz” a la Cueva de los Tayos. Anuncio por la prensa.

1972 – Moricz y Dr. Peña llevan a Erich von Daniken en un viaje a Cuenca.

1974 – Documento notariado de los presuntos descubrimientos de Moricz (6 de Junio).

1975 – Primera reunión de Stan Hall y Moricz. “Expedición de las Piedras” a Méndez.

1976 – Extraordinaria expedición Británica – Ecuatoriana a la Cuevas de los Tayos de Stan Hall en Morona Santiago. (En esta expedición participó personalmente Julio Goyén Aguado junto al astronauta norteamericano Neil Armstrong. En esta expedición participaron las fuerzas armadas de Ecuador y de Gran Bretaña además de muchos científicos de varios países.  Nota del autor)

1991 – Moricz muere de repente en Febrero. En Septiembre Hall se reúne con Petronio Jaramillo y comienzan a intercambiar información durante seis años.

1996 – Petronio y Hall actualizan sus historias y formulan un plan de expedición.

1998 – Petronio es asesinado cerca de su casa en Esmeraldas.

1999 – Hall empieza viajes de reconocimiento al Oriente. (Este año muere Goyén Aguado, nota del autor)

2005 – Hall publica la localización calculada del tesoro. Informa a la Embajada de Ecuador en el Reino Unido el 17 de Enero.

“El ingeniero escocés Stanley Hall tenía la certeza de que Sudamérica era una página perdida en la Prehistoria Universal y los jóvenes espeleólogos que nos incorporamos al CAE creíamos ser los continuadores de esa búsqueda fantástica. Nuestro líder entonces exhibía permanentemente sus fotos con Armstrong, el primer hombre que pisó la Luna en 1969, el mismo año en que Moricz anunciaba su “hallazgo”.

“La expedición de 1976, pivote sobre el que giraría para siempre la prédica espeleológica de Goyén Aguado, duraría 35 días y a su término se confirmaría que la cueva no era artificial. A pesar de ello, la prédica fantástica no se detuvo.

“Goyén Aguado, que estaba vinculado a la Iglesia Mormona, afirmaba que, en realidad, esa expedición había sido financiada por los mormones, y que las planchas metálicas no serían otra cosa que las que habría recibido el profeta norteamericano Joe Smith, fundador de la secta, las Tablas de Nefi del ángel Moroni…  Morona se llama la zona donde están Los Tayos.

“Goyén Aguado sospechaba que Hall pertenecía a los servicios secretos británicos y a la masonería inglesa; Armstrong era también masón. Y Goyén Aguado no lo era, todo lo contrario. “

Al menos todo ésto dicen algunos que se pretenden sus biógrafos. Y agregan:

“El CAE de Goyén Aguado tenía, empero, las características de una “sociedad secreta” relacionada con el pensamiento del escritor antisemita Gustavo Martínez Zuviría (Hugo Wast), y es llamativo que luego de su primer expedición de 1965 decidió formar una suerte de logia llamada el “Círculo de los Tayos” para proteger el descubrimiento.

“Dicha sociedad fue la encargada,  mediante un operativo de inteligencia en el que participó la antigua Secretaría de Inteligencia del Estado – SIDE de Argentina y la Inteligencia Militar Argentina, de sacar del Ecuador material confidencial de lo encontrado por Juan Moricz, y resguardarlo de los servicios de inteligencia extranjeros, CIA, Mossad y MI5 que estaban tras los pasos de Juan Moricz y su descubrimiento, como se comprobó luego con la desafortunada expedición de Stanley Hall, un agente de la inteligencia inglesa, que en 1976 intentó apoderarse de lo descubierto por Juan Moricz para la corona británica”, nos dice un biógrafo que pide proteger su identidad. No sabemos si esto es cierto, pero sí sabemos que de esas cosas se hablaba en algunas reuniones del CAE a fines de los 70 y principios de los 80. Y que lo que se buscaba de Moricz no era el oro de los “dioses”, sino de los nazis, que se lo habrían confiado cuando avizoraban la derrota de 1945.

En el “Círculo de los Tayos” estaba el coronel Zavalla, que figuraba siempre como directivo del CAE y a quien nunca se lo vio en las reuniones ni en las expediciones. Y obviamente el vasco-argentino Goyén Aguado.

Moricz había colaborado con la ocupación alemana en su propio país y afirmó, en una entrevista posterior a su anuncio de 1969, que “después de la Segunda Guerra Mundial me he dedicado a rastrear el origen de la humanidad, para saber por qué estamos en esta Tierra, para saber qué hemos de hacer y dónde habremos de llegar…”. En 1976 el periódico “El Universo” de Guayaquil publicó un reportaje en el que Moricz sostenía:

  • “Bajo la tierra hay habitantes que son seres superiores, acompañando a un dios inmortal. Son genéticamente superiores a nosotros; he estado con ellos”
  • “En ese mundo subterráneo hay talleres de tecnología avanzada; los jíbaros los adoran como a dioses”
  • “Sólo pueden ingresar algunos elegidos, siempre y cuando los seres superiores me autoricen a dejarlos ingresar”
  • “El mundo subterráneo existe y los seres de los que le hablo están abajo. No les podemos ver, pero ellos sí a nosotros”.

Dicen que Moricz viajaba a menudo a la Argentina, registrándose en varios hoteles para despistar a los servicios de inteligencia que lo perseguían. Se decía que era muy rico, por representar a una cantidad de empresas mineras.

El 31 de marzo de 1991 Moricz murió en un hotel de Ecuador pero algunos seguidores sostienen que en realidad se fue a vivir al mundo subterráneo.

8 años antes de ese año algunos espeleólogos dejábamos el CAE a su secta-círculo de amigos y en el caso personal del autor de este trabajo, sufriríamos un acoso de un año, incluyendo personalmente de parte del mayor Carenzo Alfaro, para volver a la asociación, quizás por el temor de que fuéramos a decir cosas que, en realidad, no sabíamos.

En 1982 corrooramos que los militares no eran invencibles (Margaret Thatcher se ocupó de ponerlo en evidencia, pero antes que ella las Madres de Plaza de Mayo, por quien teníamos admiración secreta, hoy abierta y explícita) y el miedo desapareció; volvimos a la militancia y algunos seguimos desarrollando lo poco de espeleología que habíamos aprendido en esa corta experiencia de tres años, en la que aprendimos nuestro ABC y en personal obtuve el record de permanencia en la soledad de las cavernas y gestionamos la personería jurídica del Centro Argentino de Espeleología, que aún conserva, aunque estaría en letargo (la web del CAE no se actualiza desde 2004: http://cae.ar.tripod.com/. Personería jurídica según Resolución I.G.J. Nº 238/82).

Algo más que nos llevamos del CAE fue la amistad con el Dr. Emilio Maury, ya que al menos Goyén Aguado era muy precavido, y organizaba cursos de capacitación científica para los espeleólogos por iniciarse. Lo conocí en uno de esos cursos, en el verano de 1980, antes de nuestra primera expedición, sin saber que apenas seis años después Emilio se convertiría en el pionero de la Bio-Espeleología Argentina: http://piramideinformativa.com/2019/10/fabuloso-descubrimiento-cientifico-en-la-payunia-revoluciona-al-mundo-por-carlos-benedetto/.

También debemos decir que en mi segunda expedición, en diciembre de 1980, Caverna de Las Brujas, pude, pudimos, conocer a la familia de Juan Manuel García Salazar, entonces de paseo por el lugar, hasta su fallecimiento en los comienzos de la segunda década del siglo. Su hijo Juan Andrés nos escribió estas palabras para incluir  en este capítulo:

“Pequeña historia:  Por la hermosa y buena costumbre de mis padres, la mayoría de los fines de semana largos salíamos a conocer nuevos lugares. Allá lejos para semana santa de 1980 nos acercamos a la Caverna de las Brujas, conocíamos de nombre el lugar, pero nunca imaginamos la belleza que encerraba la misma. Grata  fue la sorpresa el de encontrarnos con un grupo de amantes de la espeleología. Este encuentro fue el inicio de una relación que perdura hasta el día de hoy. Fue el punta pie de nuestra presencia en cinco excursiones que desarrollamos hasta el año 1986. Disfrutamos intensamente cada salida, acampando siempre dentro de la caverna, descubriendo e impulsando distintos recorridos en la misma. Aprovechando estos viajes también recorrimos la cueva Tigre Sable y la del Indio. En la segunda incursión encontramos el libro de la AMAM (Asociación Mendocina de Actividades de Montaña) y retiramos el comprobante de la sima, dejado oportunamente por el grupo de espeleología del año anterior. En más de una oportunidad tanto Julio Goyen Aguado como Carlos Benedetto estuvieron en la casa de mis padres. De esta relación es que mi viejo como filatelista desarrolló su colección de espeleofilatelia presentándose en distintas exposiciones de Argentina, Bolivia y Uruguay. Indudablemente esta pasión por las cavernas y la naturaleza en general ha motivado que después de tantos años sigamos disfrutando de la vida. Diría un amigo: ”la vida es maravillosa, si puedes…no te la pierdas”. Es  lo que tratamos de hacer, hoy más abocado a la montaña que a las cavernas, pero siempre en contacto con la madre naturaleza .Juan Andrés García Salazar”

La decisión personal de ingresar en 1984 al grupo GEA fue, en realidad, no tanto por amor a la Espeleología, sino para terminar con esas presiones. GEA fue algo así como el refugio para alguien que huye de otro refugio. Era huir de la dictadura para buscar refugio en la democracia, aunque luego quedaría claro que hay “democráticos” que a fuerza de combatir a las dictaduras, se convierten ellos mismos en dictadores. Ya tocaremos ese tema cuando relatemos la historia del grupo GEA.

15 días en el vientre de la Madre Tierra

En el segundo año de pertenencia al CAE y antes de su creación legal se llevó a cabo la segunda experiencia de aislamiento en soledad en La Caverna de Las Brujas. Esta vez fue más discreto el apoyo oficial a la expedición, dado que sólo pudo contarse con un avión Guaraní de la Fuerza Aérea, donde hubo que hacer contorsiones casi para incluir a los 15 expedicionarios y sus equipajes, y el apoyo de la Gendarmería Nacional. El ingreso a Cueva de las Brujas se produjo el 15 de abril de 1981 y el egreso fue el 1º de mayo.

Entre los expedicionarios estaban el bioquímico de Gendarmería Sebastián Frías, el Dr. Martín Abarrategui (médico y estanciero vinculado al Ateneo de la República y al gobierno de facto), el Dr. Oscar Müller (médico), el psiquiatra de Gendarmería Carlos Collazo, el psicólogo Jorge Corsi, además de los dos “internados” Juan Carlos Milillo y el autor de esta nota, más Goyén Aguado y espeleólogos del CAE (Gustavo Dejean, Gustavo Cavallo, Eduardo Vigo, Jorge Pisano, Juan Montivero, Aníbal Pardo y otros). En Buenos Aires los resultados fueron estudiados por la psicóloga Marta Gerpe.

Los dos internados fuimos aislados del exterior, pero también entre nosotros, ya que debimos ocupar distintas salas dentro de la cueva, ya en la zona afótica de la misma, sin radios ni reloj y con suficiente provisiones y agua para 15 días, como asimismo material de lectura, música y 15 frascos para la orina de cada día, más un baño químico para las deposiciones sólidas. En la orina de cada día se analizaría, a posteriori, la evolución de las hormonas del stress, como asimismo en las extracciones de sangre antes de entrar, durante la semana (sólo una vez) y al salir.

Juan Carlos Milillo debió ser retirado a las 36 horas por distintas razones de seguridad, pero el suscripto pudo completar la experiencia, escribiendo un “diario de viaje interior” en base a los sueños de cada noche y con el respaldo de varios años de psicoterapia freudiana a cuestas, que ayudaron mucho en la experiencia.

La consigna era comunicar, por una línea telefónica, la temperatura rectal y la estimación horaria al despertar y al ir a dormir, recibiendo monosílabos como única respuesta. Se pudo verificar allí que no hubo desfasamientos respecto de la hora real, por lo que en tan corto período de tiempo los ritmos circadianos no se vieron alterados.

También debía pintar, con la técnica de la dactilopintura, todos los días, máscaras, que después serían analizadas junto con el diario de viaje y las muestras de orina: en éstas había más stress en los días precedidos o antecedidos por noches de pesadillas y en los que las máscaras parecían monstruos.

Las pesadillas eran meticulosamente escritas y autointerpretadas, y duraron 5 cinco días, los primeros 5 días. Coincidentemente, las hormonas del stress fueron abundantes en la orina de esos días.

Los primeros cinco días fueron de miedo y depresión, con autoabandono físico (no higienización personal, por ejemplo) y pinturas monstruosas en las máscaras.

La noche Nro. 5 el sueño claro fue la imagen de mi madre, incitándome a “levantar y andar” y reprochándome mi “depresión”. Ese día cambió la experiencia, que empezó a ser disfrutada y las máscaras comenzaron a hacerse progresivamente artísticas. Incluso el tiempo libre fue usado para hacer autorretratos, que no eran exactos, lo que había empezado a generarme preocupación. Una noche, en un sueño, estaba presente un antiguo compañero de la secundaria que nada había significado para mí pero era el que siempre ganaba los concursos de manchas, y me indicaba un camino hacia el horizonte. Al  rato desperté, tomé mi fallido autorretrato, y con sólo dos trazos pude completar mi rostro casi perfecto. Mi subconsciente había venido en mi auxilio, aunque luego el dibujo no me sería devuelto nunca, como así tampoco las máscaras.

Los sueños de esos 10 días posteriores fueron claves para traer al presente personajes de la historia individual que aparentemente nunca tenían importancia, y que hicieron decir a los psicólogos que “sólo puede estar solo quien no está solo”; los fantasmas interiores son una buena compañía para estos casos. Pero también sirvieron para entender que, “fuera del tiempo” (expresión de Michel Siffre, voluntario en experimento similar, pero en 1972 y durante 205 días), se borra la barrera entre subconsciente y consciencia, y es eso el temido “descenso a los infiernos”. Un descenso iniciático, obviamente.

Según relato personal a mis asistentes psicólogos, “esto fue la frutilla del postre de mi psicoterapia pasada”, y nada sería igual en adelante, nada en la vida, incluyendo la Espeleología. La búsqueda de seres superiores en la Tierra Hueca en realidad debía orientarse hacia el propio interior de uno mismo, y fue la primera gran enseñanza de la espeleología. La experiencia empezó siendo una aventura para demostrar que “si Michel Siffre y la NASA pudieron, nosotros también podremos” y terminó siendo, sin quererlo, el comienzo de la espeleología científica que, en el caso del CAE, allí terminaría aunque continuaría en otros carriles de esta actividad bastante tiempo más adelante.

Paralelamente, la competencia con el naciente GEA empujaría al CAE a obtener un reconocimiento legal (personería jurídica), aunque allí el terreno estaba demarcado por otros y se inició entonces el largo declive del CAE y el lento ascenso del GEA, creado apenas el año anterior. La fuerte personalidad de Goyén Aguado no admitía competencias internas y su adscripción al gobierno militar le restaba méritos para competir en un terreno nuevo, que fue la democracia que venía.

Sin embargo, fue allí donde se incubó la historia de la década siguiente: las experiencias de Siffre estaban apoyadas por la NASA, al igual que la expedición 1976 a Los Tayos, y el CAE se inspiró en gran parte en esas experiencias para realizar las propias, aunque de manera más que sui generis.

En lo científico, los relatos de Michel Siffre en “Hors du Temps” acerca de la atemporalidad de las cavernas y sus estudios sobre experiencias similares que en América Antigua habían hecho ya los mayas fueron un “modelo a imitar”, donde la búsqueda en el interior de la tierra requería, necesariamente, de una búsqueda en el interior de uno mismo. En el CAE eso se comprendía, de alguna manera. Fuera de él, en la primavera democrática, esa búsqueda interior seguiría siendo interior, casi una superstición para el sentido común dominante. O sea que esa dimensión de la espeleología permanecería en el exilio interior durante varias décadas.

En resumen, al finalizar nuestra primera década, el germen de la Espeleo científica ya estaba en el CAE, pero esa semilla germinaría fuera de él, tiempo después. Galán (1986) escribiría el primer resumen del estado actual a esa fecha de la espeleología científica en el país, apoyado en la experiencia de campo junto al CAE pero llegando a un diagnóstico equivocado respecto del futuro que estaba viniendo.

Bibliografía:

 

-BRIGNOLI, M., 1972. Sur quelques araignées cavernicoles d´Argentine, Uruguay et Venezuela récoltées para le Dr. P. Strinati (Arachnida, Araneae). En : Revue suisse Zool., 79, 1, p. 361-385

 

-FERRARI Roberto A. 1976. La caverna de Las Brujas: Apuntes para su Estudio Arqueológico. Actas y memorias IV Congreso Nac. Arqueol. Arg., Rev. Museo Hist. Nat. San Rafael (Mendoza), T. III (1/4): 297-298.

 

-GALAN, C., 1986. Cavidades en Argentina: un resumen. En: Bol. Soc. Venezolana Espel. 22: 21-28. Caracas.

 

-SIEGEL, F., J. P. MILLS & J.W. PIERCE, 1968. Aspectos petrográficos y geoquímicos de espeleotemas de ópalo y calcita de la Cueva de La Bruja,Mendoza, República Argentina. En: Revista de la Asociación Geológica Argentina XXIII (1): 5-16. Buenos Aires.

 

– SIFFRE, M., 1971. Hors du Temps.París: Fayard

 

-ZAPPETINI Eduardo. 1984. Expedición a la caverna de Las Brujas (Malargüe, Mendoza). Anales del Centro Argentino de Espeleología, Nro 2, p. 19 – 20.Buenos Aires.

Gentileza:.Carlos A. Benedetto carlos.benedetto@malargueonline.com.ar

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