En un comunicado emitido hace pocos días, la CGT solicitó a la Iglesia que «coloque a Eva Perón en los altares» y que se haga eco del «sentir popular para felicidad de fieles y santos».
Además, los muchachos agregaron que «la figura y obra de Eva Perón alcanzaron el justo valor trascendente para el pueblo argentino y todos los pueblos del mundo con sed de justicia”; o sea, la posicionan a la altura de Luther King, Gandhi o Mandela.
Luego viene la faceta de mártir al mejor estilo Juana de Arco: «con la intención de seguir al Señor e impulsados por la caridad, ofrecieron heroicamente su propia vida por el prójimo, aceptando libre y voluntariamente una muerte cierta y prematura». “Eva Perón entregó su vida en un mandato providencial que fue la misión de rescate de la dignidad de la persona humana en su sentido más trascendente. Síntesis de una profunda fe en su Pueblo y en Dios que a cien años de su nacimiento continúa estando en el corazón popular y en los altares del pueblo humilde junto a la Virgen María“.
Se sazona la mezcla con un pequeño toque patriótico: «el renacimiento del país se cifra en la recuperación de las fuentes espirituales de la nacionalidad».
Y el toque final, un guiño para el compañero Papa Francisco: «puede alumbrar el camino si el conjunto está dispuesto a seguir las huellas de los mejores hombres y mujeres».
Hace dos años, este Papa introdujo cambios en los requisitos para la beatificación que ahora incluyen: martirio, virtudes heroicas, la llamada «equivalente» o la aceptación para caridad de una muerte cierta.
Gracias a estas nuevas “reglas”, monseñor Angelelli y sus tres compañeros fueron beatificados, a pesar de las fuertes sospechas sobre las relaciones que mantenían con el terrorismo; relaciones propias de los militantes de la Teología de la Liberación y del Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo, a las cuales pertenecían.
Aclaro que no justifico en absoluto los asesinatos y las torturas, pero es necesario decir la verdad: no eran inocentes cristianos que murieron por defender la fe cristiana.
Así, los capos de la CGT entienden que han llegado «circunstancias únicas (que) vuelven a otorgar a la Argentina la oportunidad» de solicitar la beatificación de Evita, pedido que el Sindicato de Gráficos supo elevar por primera vez inmediatamente después de la muerte de Eva Duarte y que fuese desestimado de plano por el entonces Papa Pío XII.
Lo cierto es que Evita fue considerada por los peronistas como “la Jefa Espiritual de la Nación”, “la reina” y finalmente “la santa”.
El estilo en vida de Evita incluía vestidos exuberantes, lujosos tapados de piel, joyas carísimas y más de 300 pares de zapatos. Fue clienta de las principales casas de alta costura Argentinas y del estilista Christian Dior.
Su muerte y la posterior odisea de su cuerpo, se convirtió en un espectáculo macabro.
El cadáver fue expuesto por doce días en la sede del Ministerio de Trabajo, luego se la llevó el Congreso de la Nación para la última honra. El Gobierno encargó a la 20th. Century Fox la filmación oficial del sepelio.
La tercera planta de la CGT fue clausurada para el doctor Ara y su cadáver. Allí el facultativo trabajó el embalsamamiento con tal dedicación, que ensombrecía el tratamiento recibido por la momia del propio Lenin. El trabajo fue lento y meticuloso, Evita quedó perfecta y nívea.
Los militares de la revolución del 55 quedaron espantados al contemplar el cadáver. Le cortaron algunas falanges de las manos para identificar sus huellas dactilares y anduvieron con la muerta de cuartel en cuartel y de galpón en galpón, custodiada por los servicios secretos del Ejército, hasta que la entregaron al Vaticano, quien la dio cristiana y clandestina sepultura, en un enterramiento próximo a Milán.
Finalmente, el presidente de facto Lanusse, devolvió los restos de Eva a Perón, los que fueron depositados en el altillo de Puerta de Hierro, Madrid.
Existen versiones (seguramente leyendas urbanas), que aseguran que José López Rega enfrentaba a María Estela de Perón al cuerpo de Evita, para que se “mimetizara” e incluso afirman que se acostaba con la muerta procurando recibir sus influjos.
Es difícil encontrar en nuestra historia, un personaje más violento, resentido e intolerante que esta señora. Se alimentó de odio, propagó la persecución política, el rencor hacia los “oligarcas” y la sumisión del individuo para con el “movimiento”.
Son conocidos los maltratos que recibían los opositores, los que pensaban distinto y los que fallaban a sus pedidos. También es sabida la compra de armas que gestionó para formar milicias civiles con miembros de la CGT y desatar con ellas una guerra civil si es que “tocaban” a Perón. Aseguraba que «con sangre o sin sangre, la raza de los oligarcas explotadores morirá sin duda en este siglo».
El primero de mayo de 1952 dio su discurso final: «Si es preciso haremos justicia con nuestras propias manos. Yo le pido a Dios que no permita a esos insensatos levantar la mano contra Perón, porque ¡guay de ese día! Yo saldré con los descamisados de la patria, muerta o viva, para no dejar en pie ningún ladrillo que no sea peronista». Esto no parece de Beata ¿no?
Finalmente, la cereza del postre, el otro requisito de la Iglesia: el milagro. Es allí donde aparece el sindicalista Futurock, quien asegura tener «un montón de testimonios de gente que le rezó a Evita y se le cumplieron los pedidos, vamos a aportarlos al Vaticano como prueba».
Argentina (y algunos insignes argentinos “exportados”)… país generoso.
Gentileza:. Rogelio López Guillemain -rogeliolopezg@hotmail.com
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