Definitivamente, lo que está pasando en Ecuador, Chile, Brasil y Argentina no son hechos ni procesos aislados entre sí. Son piezas de un rompecabezas que el Imperio Yanqui ya no sabe cómo controlar, sino sólo mediante la represión. La represión institucionalizada de la Doctrina Chocobar o la de un presidente que incita a la violencia con cada mentira que nos enrostra sonriendo.
No hay mucha diferencia conceptual entre los exabruptos de los derechistas Macri, Bolsonaro o Trump. No tan verbal, ya que en Argentina, además de 44 marinos desaparecidos y 43 gendarmes mandados a la muerte apenas asumió Macri, Y los crímenes de Santiago Maldonado y Rafael Nahuel, hay un muerto cada 22 horas en nuestro país a manos de la Policía, situación fomentada por una ministra de Inseguridad que ordenó meter bala por las dudas a cualquiera que se cruce en el camino y por un presidente que recluta zombies para marchas del SI SE PUEDE con colectivos alquilados y cachos enteros de bananas en lugar de choripanes, incluyendo al líder “indígena” Felix Díaz, que se supone defensor de los derechos del pueblo qom pero sólo chapea como miembro del Consejo de Presidencia de la Apdh (https://www.apdh-argentina.org.ar/Consejo_de_Presidencia). En la marcha de marras, junto al represor Claudio Avruj, Secretario de Derechos Humanos de la Nación.
Nos asombra que los argentinos no hayamos aún no reaccionado como sí lo hicieron los pueblos de Ecuador y Chile. Mentira, sí lo hemos hecho, pero de otra manera.
Pero aún aceptando que “los argentinos no reaccionamos”, quizás eso así sea por la lobotomía colectiva que operó el “proceso”, o el mal recuerdo de la masacre de diciembre de 2001, o el miedo que metieron y meten borrachos como Galtieri o Patricia Bullrich Luro Pueyrredón.
Pero también es cierto que, si no respondemos de esa manera, a la chilena, es porque tenemos líderes que convocan a la cautela y porque somos conscientes de nuestro liderazgo continental que requiere, justamente, de templanza. O tal vez el recuerdo histórico de que, cuando se intentó la vía armada, terminó mal. Quizás en algún momento volvamos sobre este punto.
Lo de la lobotomía colectiva viene a cuento de varios hechos históricos de los que fuimos testigos o protagonistas:
El 25 de mayo de 1973 estuvimos en la Plaza de Mayo. Sin ser peronistas, asistimos a la asunción del presidente Héctor J. Cámpora; era el fin de la dictadura, que ya había empezado a caer cuatro años antes, con el Cordobazo, y luego el fin de Pedro Eugenio Aramburu, para tomar sólo hitos simbólicos.
En la plaza de ese 73, la multitud coreaba consignas muy fuertes, aplaudía a rabiar a Salvador Allende (tres meses y medio después sería derrocado de manera cruenta), a Osvaldo Dorticós (entonces presidente de Cuba), pero también se sentía la rechifla y los insultos por la presencia de Juan María Bordaberry, dictador uruguayo que no estaba contento con el Congreso y entonces lo disolvió, ese mismo año.
Ya entonces el pueblo argentino no comía vidrio aunque el enemigo se preparaba para una “solución final”. Un autogolpe, el de Uruguay) y un golpe (el de Chile) que también anunciaban lo que se venía.
Lo que se sucedió en Argentina luego de la muerte de Perón fue el blanqueo de algo que se venía dando de manera velada: Perón fue jefe de un movimiento político donde las contradicciones habían llegado a niveles de violencia inusitados: los militares infiltrados en el peronismo y los que no, ya estaban preparando algo que resolviera el “problema” de una juventud pensante y actuante que se les iba de las manos en un mundo donde todos creíamos que el cambio estaba allí nomás.
Incluso con la Juventud Radical debatíamos sobre si el socialismo del futuro sería estatista o autogestionario, pero no se ponía en duda de que el futuro mejor no pasaba por el capitalismo. Discusiones que hoy, jóvenes militantes radicales y/o peronistas no entenderían, no entienden, y es posible que nunca entiendan, sobre todo en Mendoza.
Luego de eso las 30.000 desapariciones la quema de libros, el “por algo habrá sido”, la bicicleta financiera, el exilio interior, el exilio exterior, el no poder pensar en voz alta… el famoso “el silencio es salud”, “los argentinos somos derechos y humanos”. Y la creación de un sentido común en el que está bien llevarse presa a una persona porque sí, de que la autoridad viene de Dios, o que la violencia policial son “hechos aislados” y no males estructurales.
La colonización de la subjetividad iban en marcha ya entones, de la mano de medios de prensa cooptados luego del traspase ilegal de Papel Prensa a Clarín-La Nación. Lo recordamos.
En aquel tiempo trabajábamos en el Departamento de Prensa del Banco Central de la República Argentina y teníamos contacto con los periodistas que nos contaban cosas que luego diferían de lo que ellos mismos publicaban (los enfrentamientos armados, por ejemplo, que en realidad habían sido ejecuciones sumarias de delegados obreros); y teníamos contacto con los medios de prensa extranjeros y sus agencias en Buenos Aires, donde se informaba, en otro idioma, otra realidad distinta de la que vendían los medios tradicionales.
En 1983, cuando aquella pesadilla parecía terminada, no decíamos “colonización de la subjetividad”, sino “lavaje de cerebro”, o “lobotomización colectiva”. Pero lo decíamos en voz baja. Y todos caímos en la trampa: antes, el creer que le estábamos ganando la guerra a los ingleses, indicaba que estábamos siendo manipulados por la prensa que hoy se ha adueñado de nuestras mentes. Basta ver a los zombies diciendo que “La Yegua se robó todo” sin presentar pruebas, para darnos cuenta de cómo se empobreció el debate político y cómo ha ido desapareciendo hasta la cultura jurídica (principio de presunción de inocencia, división de poderes, derecho a la defensa) y el paradigma de los derechos humanos.
El kirchnerismo en el poder se quedó a medio camino en la tarea de deconstruir ese “modo de ser” argentino que consiste en creer cualquier cosa que venga del poder, cosa que cuidadosamente construyeron los militares. Eso incluye a amplísimos sectores de la propia militancia que adoptan como propio hasta el lenguaje de los opresores y represores con absoluta naturalidad, o repiten de memoria slogans que no comprenden, porque no vivieron los tiempos en que esos slogans tenían una carga dramática y hasta trágica.
El Síndrome de Estocolmo del pueblo no fue resuelto. Desde el 10 de diciembre habrá que poner las pilas en eso. Hay que renovar cuadros, y no necesariamente “tirar un viejo por la ventana todos los días” (Perón dixit). Necesitamos una Revolución Cultural. Y tenemos con qué… la experiencia de los años 2003 a 2015 indica que mucho puede aún hacerse…..y eso se hizo sin el nivel de conciencia política que había en el 73. De lo que se deduce que en el próximo capítulo ya estaremos en condiciones de recuperar aquel mundo perdido (olvidado, mejor dicho), y entonces ir por más. El macrismo está asustado, quizás, por eso…..porque le molesta que el pueblo “no reaccione” como él quiere que lo haga para justificar otra “solución final”. Le molesta que en el campo popular haya liderazgos místicos que deciden, ellos, cuándo es tiempo de parar la pelota y cuándo el tiempo de pasar al ataque.
Breve historia de la deuda “eterna”
Volviendo a nuestra historia, fue justamente a posteriori de Malvinas cuando estalló las crisis (mundial) de la deuda externa. Léase: deudores privados (uno de ellos Macri) que ordenaron al gobierno militar que esa deuda se convirtiera en pública. Y los militares obedecieron, porque sus cuadros provenían de esas familias ricas que son las que dan las órdenes en este país,… aún hoy.
A la sazón, trabajábamos en el Banco Central de la República Argentina, pero ya no en Prensa sino en el Museo Numismático, y nos veíamos obligados a ir al laboratorio de idiomas para poder hablar inglés con los turistas. Y allí, en el laboratorio, compartíamos diálogos, en la lengua de Yanquilandia, con economistas que iban y venían de Nueva York participando de las mesas de negociaciones de la deuda externa; rememoramos cosas que es necesario tener presente, pero también para siempre.
Esto decían los economistas, de distintos signos políticos, sobre todo radicales:
- A Estados Unidos no le conviene que paguemos la deuda externa. Le conviene que seamos deudores eternos, que es distinto. Porque de esa manera los acreedores controlan nuestra economía. ¿Para qué?… para impedir que nos industrialicemos y nos mantengamos en la condición de productores agropecuarios y exportadores de vacas y trigo. Un país pastoril para diez millones de habitantes, y el resto, material de descarte. Por eso, cuando la izquierda dice “no pagar la deuda”, está siendo funcional al FMI.
- La cosa había llegado al extremo de que el entonces poderoso Muhammar Khadaffi había ofrecido pagar toda nuestra deuda, a cambio de algunas concesiones petroleras en nuestro territorio. Pero los militares también rechazaron eso. Lo que indica que el gobierno militar (cuya pata civil hoy está en la Casa Rosada, al menos hasta el 10 de diciembre) estaba financiado por EEUU para mantenernos en la condición de deudores eternos, colonia pastoril, sin industrias.
- Pero en eso tampoco estábamos solos. El mismo economista nos preguntó esa vez: “¿saben ustedes cuáles son los países latinoamericanos más endeudados?”. Y la respuesta (de él mismo) fue inmediata: Argentina, México y Brasil. Por qué?. Porque eran los tres países con más potencial industrial y los que más en condiciones estaban de convertirse en POTENCIAS rivales de EEUU. Por eso, esos tres países NO DEBÍAN pagar la deuda externa (y eterna). No debían industrializarse. Por eso somos los tres países que soportamos la peor carga. Así castiga a los líderes (sean personas o naciones) el imperialismo.
En 2003 llegó al poder un tipo que había sido echado de la Plaza de Mayo por el mismo Perón el 1º de mayo del 74, y resolvió el problema: la Argentina va a pagar lo que puede, pero no a costa de la desindustrialización y del hambre del pueblo. Obviamente que las consignas desubicadas de la izquierda (“NO PAGAR LA DEUDA!”) no tenían lugar en ese proyecto de país-potencia.
De allí a una alianza con Venezuela, en ponerse todos de acuerdo en rechazar el ALCA, y muchos otros temas.
Por eso desestabilizaron a Néstor, a Cristina, por eso destituyeron a Lula y Dilma en Brasil, a Lugo en Paraguay. Por eso mataron, nanotecnología mediante, a Hugo Chávez Frías en Venezuela. Por eso apoyaron al presidente neoliberal Vicente Fox en México. Por eso, sólo por eso, hoy Macri es presidente en Argentina, Bolsonaro en Brasil, y Rafael Correa está exiliado de su país. Por eso el Imperio está atacando salvajemente a Nicolás Maduro en Venezuela. Por eso quisieron desestabilizar a Evo Morales en Bolivia (pero este fin de semana fue reelecto….). Será cierto que Néstor no murió de muerte natural y que las enfermedades de Cristina durante su gestión no fueron tampoco naturales?. No tenemos certezas, pero sí afirmamos que las “coincidencias significativas” de Karl Jung existen, sobre todo en el plano político, ya no sólo el clínico
Venezuela resiste, Bolivia resiste, pero además López Obrador en México prometió poner fin a esta farsa, Bolsonaro tambalea. Y Macri se está despidiendo de su lastimosa gestión y hasta es posible que termine sus días como sus mentores Videla y Martínez de Hoz, en la cárcel.
Entonces, no hay que descartar que el nuevo eje del nuevo populismo latinoamericano sea, en poco tiempo, Argentina-Bolivia-Caracas-México-La Habana. Y es posible que luego vuelva Brasil a la normalidad y que ingresemos al BRICS (Brasil-Rusia-India-China-Sudáfrica) y éste pase a llamarse BRICSA. En eso estaba trabajando Chávez, y por eso lo mataron.
El “patio trasero” de Yanquilandia ya no se resigna a ser furgón de cola. Ahora quiere ser la locomotora de un nuevo tren. Eso es lo que se está jugando en las elecciones argentinas del próximo domingo. Cuando “celebramos” (y hasta envidiamos) las insurrecciones populares que en estos días han ocurrido en Ecuador y Chile, tiene mucho que ver con la renovada esperanza que da, a toda América Latina, el ascenso político de Alberto Fernández. Sanamente envalentonada, la comunidad latinoamericana mira a la Argentina y a sus elecciones del domingo 27, y empieza a perder el miedo.
Esa comunidad espera la caída de Macri, porque sabe que luego caerá Bolsonaro y luego se reestablecerá el eje que va de México a la Patagonia… dicho sea de paso, la expresión “América Latina” es francesa, porque es una forma de los galos de autoincluirse en ese colectivo de naciones. Pero en sus orígenes, todo lo que estaba al sur del río Bravo (frontera entre México y USA), era Sudamérica; nuestra declaración de independencia (por la que Macri pidió perdón al rey de España) no mencionaba a la “Argentina”, sino a “Sudamérica”. Y fue firmada por diputados “argentinos” pero también altoperuanos, o sea “bolivianos”. Nuestro primer presidente, Cornelio Saavedra (1810) era nacido en Potosí, Bolivia, y su nieto sería, varias décadas después, oficial del Ejército chileno.
Y cuando la izquierda dice que “da lo mismo”, sospechosamente eso se parece a cuando José Luis Espert dice, oh casualidad, la misma frase. Ya tienen su destino marcado: quedan fuera de la historia aunque ganen algún que otro legislador.
Sudamérica, la Patria Grande, mira a la Argentina. Esta vez sí que, no la vamos a defraudar.
Gentileza: Carlos Benedetto – carlos.benedetto@malargueonline.com.ar
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