San Rafael, Mendoza jueves 18 de abril de 2024

Decálogo económico para Alberto Fernández

No te enamorarás de tu primer plan económico.

Los gobiernos de Alfonsín, Menem y Duhalde bastan como ejemplo de que por más buena voluntad inicial que haya, lo más probable es que no se dé de entrada en la tecla y haya que cambiar de plan al tiempo. En tal sentido, el presidente debería comenzar despojándose de la pesada creencia de que está estableciendo algo que debe perdurar cuatro u ocho años. Aquí comenzará casi sin reservas, con una monumental deuda, en estado de semi-default y con distorsiones en innumerables variables. Por lo tanto se le puede sugerir a Alberto Fernández que no se tome su primer plan económico como algo por lo que hay que “matar o morir”. La realidad luego dirá si hay que cambiar partes del plan o el plan entero.

Evitarás un congelamiento de precios.

Desde hace meses se viene escuchando que Alberto Fernández ensayará un acuerdo de precios y salarios. Incluso, se lo menciona como una de las principales medidas a encarar, lo cual luce sobredimensionado. Pero como el nuevo gobierno puede juzgar que un acuerdo de precios y salarios es fundamental, siempre existe la posibilidad de forzarlo. Allí hay que ver como se hacen las cosas: apercibir empresas es una cosa. Forzarlas es otra. Si resultara –esperemos que no– que se intente esta vía es una señal meridiana de que el esquema en sí mismo no cierra.

No te apresurarás en exceso a negociar a deuda externa.

Si hay cierta unanimidad entre economistas argentinos es que la deuda tal cual está estructurada no se puede pagar. No se le puede pagar al FMI y tampoco a los acreedores privados. Vence masivamente en pocos años. Ningún país podría hacerlo. En este caso en particular puede lucir tentador cerrar un acuerdo rápido tanto con el FMI como con los bonistas. Se ha hablado por ejemplo de refinanciar los vencimientos de los próximos cuatro años por otros cuatro años. Pero ello es pan para hoy y hambre para mañana. Implica “apilar” vencimientos desde el 2024. Si ese fuera el caso ya hacia fines del 2021 empezarían los problemas de confianza, de la misma manera que a fines de 2017 los inversores se acordaron que desde el 2019 había grandes vencimientos de deuda. Un acuerdo externo no puede demorarse, pero va a llevar cierto tiempo porque lo más probable es que haya que refinanciar toda la deuda. No solo la del cuatrienio 2020/2023. No es improbable que no quede más remedio que sincerar el default que los mercados ya descuentan. Pero no se puede acelerar una negociación que implicaría de todas maneras un default en el 2022. La negociación no puede hacerse en dos meses.

No pondrás un “ancla monetaria” como arma antinflacionaria.

El plan maltrecho que deja Macri tiene como ancla el congelamiento de la base monetaria. ¿Y cómo nos ha ido con un “ancla” en la cantidad de pesos en circulación? Pésimo. La economía se hundió y la inflación siguió. En países desmonetizados un ancla monetaria es lo peor que hay. Si la gente decide huir del peso, la inflación sigue igual. Y si decide tener más pesos las tasas se van a las nubes y la moneda nacional se transforma en escasísima. Es una gran fuente de inestabilidad.

No te tentarás con un dólar barato.

Este ha sido el talón de Aquiles de todos los planes económicos argentinos. Algunos empiezan con “dólar alto”y otros con “dólar bajo”. Pero todos irremediablemente hasta el momento concluyen con dólar barato, lo cual en un país endeudado en dólares como Argentina es poco menos que suicida. Este mandamiento equivale al de “No Matarás” de las Tablas de la Ley de Moisés.

No financiarás déficit fiscal con deuda externa.

Si alguien duda de la peligrosidad de financiar déficit en pesos con deuda externa puede echar una hojeada a lo que pasó inicialmente en la presidencia de Macri. Se financió alegremente déficit primario con dólares. En otras palabras: nos endeudamos en dólares difíciles de conseguir para pagar salarios y jubilaciones. Una locura. Para eso mejor subir impuestos, bajar otros gastos, emitir o contraer deuda interna. O sea, cualquier alternativa es mejor. Endeudarse en dólares para pagar gastos corrientes en pesos es lo peor que hay.

No prolongarás más de la cuenta un control de cambios.

El nuevo gobierno va a heredar un control de cambios. Lo más probable es que deba seguir con él o que lo modifique, pero que no pueda volver a la libertad cambiaria. Eso se entiende. Pero con el correr del tiempo va a resultar un obstáculo al crecimiento de las exportaciones y también a que ingresen inversiones reales. Por eso aunque resulte tentador tener doblegada la inflación con un “dólar comercial” mejor ir preparando la salida.

No acumularás déficit cuasifiscal en el Banco Central.

El nuevo gobierno hereda las Leliq. Probablemente intente reducir el problema bajando la tasa de interés. Pero la tentación de financiarse con recursos de los bancos cuando escasea el crédito externo ha resultado hasta el momento una tentación al que los gobiernos en general no han podido retraerse en los últimos cincuenta años. Por eso, mejor tomar al déficit del BCRA como déficit de la misma jerarquía que el fiscal. No es la “Cenicienta” de los déficits, sino el “Lobo Feroz” de los mismos.

No promoverás el ingreso de capitales golondrina.

Otra de las grandes tentaciones de todo plan: poner las tasas de interés muy altas al mismo tiempo que se da alguna certidumbre clara con el dólar. Y tras un corto tiempo….¡Magia! Los dólares empiezan a entrar, las reservas a subir, la liquidez bancaria a abundar, los créditos a reactivarse, y mientras todos celebran altas ganancias en el mercado financiero en realidad la economía del país se está cavando una terrible fosa. Hay que recordarlo claro entonces: si la tasa de interés es muy alta no debe haber certidumbre cambiaria. Si por lo contrario hay certidumbre cambiaria, las tasas de interés no deben ser altas. Las dos cosas al mismo tiempo…¡Jamás!

Coordinarás el nivel del dólar con el de las tarifas públicas.

Este es un verdadero trabajo de orfebrería. Dolarizar las tarifas es una locura porque un argentino no puede pagar la nafta lo mismo que un alemán. Pero tampoco se puede atentar contra las inversiones y exportaciones del sector. Una lógica atomizada de cupos y sectores parece ser quizás lo más acertado en este sector. No subsidiar todo el consumo, pero tampoco dejar de atender las necesidades de bajas tarifas de los sectores más postergados.

He aquí un verdadero decálogo que –si se sigue al pie de la letra– es difícil que algún potencial inversor piense que Argentina es un mal país para invertir. El problema es que un decálogo no es un plan económico, sino simplemente un conjunto de reglas acerca de lo que no se debe hacer. El problema, claro está, es que estos diez puntos no nos dicen qué es lo que hay que hacer para estabilizar y para crecer. ¿Qué es lo que hay que hacer? Bueno, esa es otra historia. Un buen comerciante diría que “eso es otro precio”.

Fuente:https://www.ambito.com/decalogo-economico-alberto-fernandez-n5061340

 

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