San Rafael, Mendoza viernes 29 de marzo de 2024

Tarde pochoclera- Por:.Beatriz Genchi

En los comienzos de la explotación comercial del cine, el hecho de ir a ver una película era uno de los pocos entretenimientos que tenían las clases más desfavorecidas.

Al igual que ahora, no son pocas las familias que se sientan frente al televisor para ver su serie favorita mientras cenan, en aquellos primeros años en los que no existía la caja boba, no era extraño que las familias o amigos se reunieran en lugares a modo de salas de proyección para comer o beber algo mientras veían una película, era un formato de entretenimiento totalmente distinto a como se nos presenta hoy en día, con inclusión de bailes y orquestas que amenizaban aquellas sesiones de cine mudo.

Con la llegada de la crisis económica mundial de 1929, las clases populares quedaron totalmente arruinadas y aunque las entradas para el cine seguían siendo realmente baratas (sobre todo comparadas con las de hoy en día), la economía familiar no llegaba para hacer gastos también en el interior de las salas, así que se impuso como alternativa el vender en los accesos de los cines, cucuruchos de pochoclo o palomitas de maíz, un producto del que había existencia suficiente, era muy barato, tenía muchas calorías, saciaba el hambre (un recipiente de los grandes puede tener hasta 1200 calorías) y además no ensuciaba el local. Reemplazaba a los caramelos en razón de que la azúcar tenía un alto precio.

No tardaron los dueños de las salas exhibidoras en darse cuenta del negocio potencial de las palomitas y pensaron añadirlo a su oferta. Julia Braden convenció a los dueños del Linwood Theater de Missouri para que le dejaran colocar su puesto de palomitas dentro del propio cine, en vez de en la calle como hasta entonces. El negocio fue mayúsculo, tanto que a partir de 1931 la idea ya era copiada por todos los exhibidores. La nueva época de escasez que llegó con la Segunda Guerra Mundial terminó por afianzar esta opción, que además se impuso a otras alternativas como maní con chocolate o las pipas de girasol por su virtud de no ensuciar la sala. Vale decir que los arqueólogos han descubierto que el pochoclo o las palomitas de maíz se conocen desde hace miles de años. Alrededor del año 1612, los exploradores franceses documentaron que los indígenas iroqueses (nativos americanos) hacían explotar maíz en potes de arcilla, utilizando arena ardiente. ¡Pero…vamos al cine

Ahora todos los padres de familia saben que ir con los hijos al cine, supone pasar irremediablemente por el puesto de pochoclo y que es mucho más caro comprar esos baldecitos repletos de suculento maíz inflado que ver la propia película, tanto, que el negocio de las palomitas supone en la actualidad el 85% de las ganancias de los cines. Por desgracia en estos nuevos tiempos de crisis, de las palomitas en el cine (ya nada baratas) es una de las cosas de las que no pocos han de olvidarse.

Pero marcó tanto la actividad cinematográfica, que hasta se usa para definir un determinado tipo de cine, ya saben “película pochoclera”. Aunque subjetivo, el termino define que es una película que no tiene mucho argumento ni gran trama, de manera que el ruido de nuestras mandíbulas al hacer crujir el pochoclo en nuestras bocas, no impide seguir el hilo de una peli, que en sí es light -como para pasar el rato y nada más.

Gentileza:Beatriz Genchi -beagenchi@hotmail.com

Museóloga-Gestora Cultural-Artista Plástica.

 

 

 

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