San Rafael, Mendoza miércoles 17 de abril de 2024

Mas de un siglo de besos – Por:.Beatriz Genchi

Mi mamá se pintaba los labios de memoria, sin mirarse al espejo y con envidiable tacto. No creo que recordara a los griegos durante esa performance, pero para mí no existe síntesis más perfecta del “conócete a ti mismo”, aforismo que, afirman, coronaba el templo de Apolo en Delfos.

Icono de nuestra era –al punto de haber sido incluido entre los emoticones de WhatsApp–, el lápiz labial tal como lo conocemos ya tiene más de un siglo y conmueve con sus estadísticas: 900 millones de unidades se comercializan anualmente, informa una compañía internacional, que encabeza con ellos su top ten de productos más vendidos.

Aunque la cosmética es una disciplina milenaria, (recordemos que Cleopatra, Reina de Egipto, marco en un manual los usos de su época, según nos cuenta Pancracio Celdrán Gomáriz en “El gran libro de la historia de las cosas”), fue el estadounidense Maurice Levy quien diseñó y produjo masivamente en 1915 un labial con la forma actual: con carcasa, con una barra de color que asciende conforme se gasta y sin necesidad de aplicador adicional.

Erotismo, movimientos sociopolíticos (como el SlutWalk , que se inició en Canadá en defensa de las víctimas de violencia sexual) e incluso índices de consumo han tomado al lápiz labial como símbolo de profundas transformaciones globales. En 1912, el movimiento sufragista que marchaba en los EE.UU. por el voto femenino usó el rojo furioso en los labios (reservado un siglo antes a prostitutas y actrices) como símbolo de su independencia frente a los valores masculinos.

A mediados de la década del 40, Leonard Lauder, director de una empresa de maquillaje, propuso incluso el lipstick index, un parámetro que relacionaba la venta de labiales con las contracciones económicas (durante la Gran Depresión se había vendido un 25% más). Según este índice la demanda de lápices rojos se disparaba en las crisis: si las mujeres debían optar por una sola muestra de coquetería se inclinaban por el lápiz labial y ese color garantizaba un maquillaje contundente. Ese lugar, señalan las estadísticas, parece ocuparlo hoy el esmalte de uñas.

El cruce entre maquillaje, negocios, política y sociología no para de crecer. En España, según la prensa, un tercio de las mujeres se pinta los labios diariamente. En la Argentina, en tanto, si se puede, la inseguridad se maquilla: algunos bancos ofrecen a sus clientas vip un seguro contra robo de carteras que cubre, entre otros rubros, un reintegro por cosméticos.

El deseo de arreglarse y sobre todo de pintarse los labios es algo tan antiguo como el origen del hombre. Historiadores aseguran que hace 5 000 años, en la civilización mesopotámica, hombres y mujeres se maquillaban con una mezcla de joyas semi-preciosas trituradas, aunque también escarabajos y hormigas.

La historia evidencia que aproximadamente en 1700 el parlamento británico aprobó que los hombres podían anular su unión conyugal si sospechaban que habían sido atraídos al matrimonio porque sus esposas usaran labial y rubor. Hechos que asocian el pintarse y de rojo, con símbolos de brujería, práctica muy popular en la época.

Como vemos, la práctica de pintarse de rojo no es privativa de la contemporaneidad. En pleno siglo XVI, la reina Isabel I de Inglaterra impuso la moda al maquillarse de blanco todo el rostro y sus labios de rojo brillante. En aquella época el cosmético contenía cera de abeja para proteger la piel, práctica heredada de los chinos.

No ha sido solo símbolo de sensualidad. Dos hechos demuestran su uso con fines de inclusión social, y también propagandísticos. En 1912, la famosa actriz y empresaria Elizabeth Arden repartió por las calles de Nueva York labialesrojos a las féminas que luchaban por su derecho al voto.

En este punto, permítanme fantasear, retrotraerme en el tiempo y pensar que mi madre y yo pudimos haber tramado un rito absolutamente femenino: de regalamos labiales de colores fuertes, deseándonos sin palabras besos indelebles.

Fuente: Beatriz Genchi – beagenchi@hotmail.com

Museóloga-Gestora Cultural-Artista Plástica.

 

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