«¿Cómo se vive en los lugares donde no hay electricidad?», es la pregunta que inspiró a Carlos Adampol Galindo autor de estas imágenes en México. Es que estamos tan conectados con la electricidad que nos desconectamos del cielo.
La llegada de la primavera lleva habitualmente a miles de turistas a la ciudad prehispánica de Chichén Itzá, en Yucatán, México, para presenciar el fenómeno arqueo-astronómico y admirar el descenso de la serpiente emplumada el día del equinoccio. Cada 21 de marzo (el fenómeno se repite el 22 de septiembre, para el equinoccio de otoño), baja la serpiente emplumada en Chichén Itzá debido a la posición del sol durante el equinoccio de primavera en el hemisferio norte, (y el otoño en el sur), un juego de luces y sombras dibuja una serpiente que baja por la pirámide de Kukulkán.
En esta fecha, los visitantes buscan ubicarse lo más cerca posible de la pirámide, varias horas antes de la puesta del sol, para observar la proyección del sol en la escalera norte de la pirámide de Kukulkán durante unos 45 minutos. Se trata de siete triángulos de luz invertidos, como resultado de la sombra que proyectan las nueve plataformas del edificio en el ocaso, creando la apariencia de una serpiente que baja gradualmente por una de las escaleras. El juego de luces y sombras termina con dos cabezas de serpiente escultóricas, ubicada en la base de la pirámide o Castillo de Kukulkán, que mide 60 metros de cada lado. Pero por la noche estas ruinas de la civilización maya quedan vacías e inmersas en la oscuridad y el misticismo
Andar de noche no solo en medio de la selva de Chichén Itzá, sino en cualquier otro lugar, puede parecer antinatural. Nuestros cuerpos incluso están diseñados para temerle a la oscuridad y lo que ésta puede esconder entre sus sombras.
Para Galindo, el fotógrafo, una de las principales motivaciones para tomar estas fotografías es «mirar el cielo en ese lugar tan especial. Es la idea de que la gente tenga el derecho de mirar el cielo oscuro como los mayas lo hacían ahí», cuenta.
En 2007 la Unesco, que catalogó a Chichén Itzá como Patrimonio de la Humanidad, publicó la Declaración sobre la “Defensa del Cielo Nocturno y el Derecho a la Luz de las Estrellas”, donde consideró el derecho a los cielos oscuros como «implícito a la conservación del patrimonio cultural y natural de las generaciones futuras». De hecho, hace dos años Unesco convocó a una reunión internacional de expertos para analizar la gravedad de la pérdida de cielos nocturnos y abordar cómo la contaminación lumínica afecta no solo la observación de fenómenos astronómicos, sino que también agrava la contaminación y perjudica a determinadas especies y sus entornos naturales.
El artista cuenta, que todos los factores se juntaron para que se pudiesen hacer las fotografías. Aunque cuando llegó al Chichén Itzá el cielo estaba nublado, se sentó a esperar y aprovechó para hacer meditación. «Me relajé y dejé que las cosas empezaran a fluir, y en ese instante el cielo se abrió», detalla. Ser un poco ese ser de la noche, es mi elemento, ante el relato puedo sentirme allí. Yo adoro la noche.
Recordemos que la Astronomía Maya compone el conjunto de estudios sobre los astros que realizaron los mayas y que hoy siguen sorprendiendo a los científicos. Su obsesión por el movimiento de los cuerpos celestes se basaba en la concepción cíclica de la historia, y la astronomía fue la herramienta que utilizaron para conocer la influencia de los astros sobre el mundo y creo que no pudieron tener mejor lugar para observarla.
Gentileza: Beatriz Genchi – beagenchi@hotmall.com
Museóloga-Gestora Cultural-Artista Plástica.
Sé el primero en comentar en «Mágicas noches de Chichén Itzá bajo la Vía Láctea – Por:.Beatriz Genchi»