San Rafael, Mendoza 05 de mayo de 2024

No, la dieta no cura tumores

Alimentos sanos en un autoservicio.Extracto del libro ‘Dieta y cáncer’, de Julio Basulto y Juanjo Cáceres, sobre lo que verdaderamente puede hacer la alimentación frente esta enfermedad

Ante un diagnóstico de cáncer, la alimentación no es, ni en sueños, lo más urgente. Lo prioritario, lo inaplazable, es seguir las instrucciones del oncólogo, que utilizará las terapias más eficaces disponibles en la actualidad para tratar la enfermedad. Como quizá alguien piense que el par de frases que acabas de leer se contradicen con lo expresado en capítulos anteriores, vamos a insistir en una idea central de este libro: el cáncer no se trata de la misma manera que se previene.

Tampoco tratamos las consecuencias de un resbalón, de un accidente de tráfico, de un cortocircuito o de un incendio con las mismas estrategias que usamos para prevenirlos.De hecho, el incendio nos sirve para entender la llamada “falacia de lo natural”. Muchísimas personas prefieren tratamientos “naturales”, pero en la inmensa mayor parte de casos, tales tratamientos no han mostrado pruebas de efectividad y seguridad. Es decir, no sabemos si funcionan ni tampoco si provocan efectos adversos, por lo que es mejor decantarse por lo “no natural”. Un incendio en el bosque (que puede ser provocado por fenómenos naturales, como una tormenta eléctrica), ¿lo tratamos con métodos “naturales”? No, recurrimos a la tecnología, en este caso: a equipos de bomberos con trajes ignífugos, bombas que dispersan el agua, cálculos matemáticos que permiten predecir la evolución del incendio, conocimientos de meteorología para valorar el estado del tiempo (humedad, viento…), hidroaviones equipados con modernos dispositivos, etc. En palabras del oncólogo Suneel D. Kamath:

“El cáncer es natural. Los mejores tratamientos para el cáncer no lo son […] Debemos centrarnos en tomar decisiones que de manera realista tengan el mayor número de posibilidades de ayudarnos. A veces, la opción antinatural es la mejor”.

Es cierto que cada vez se diagnostican más cánceres (somos más, vivimos más años, los métodos diagnósticos son más eficaces…y también seguimos estilos de vida muy mejorables) pero también lo es que en los últimos 40 años se ha duplicado la supervivencia frente esta enfermedad. La ciencia en cuestiones de salud avanza sin cesar. Lo hace lentamente, pero de forma segura, es decir, siempre intentando no poner en riesgo al enfermo.

Tengo cáncer. ¿Me sirve de algo seguir una alimentación sana?

La frase que acabas de leer (“Tengo cáncer. ¿Me sirve de algo llevar una alimentación sana?”), […] no es nuestra. La hemos copiado del Código Europeo Contra el Cáncer, elaborado por Centro Internacional de Investigaciones sobre el Cáncer (CIIC). Dicho centro, como ya indicamos en el capítulo 3 (“¿Prevención del cáncer?”), es una rigurosa entidad perteneciente a la Organización Mundial de la Salud (OMS) y dedicada a las investigaciones oncológicas. Mira qué opina esta entidad sobre la dieta sana cuando ya está instaurado el cáncer:

Las dietas más famosas para el cáncer no solo no cuentan con una sola prueba científica de utilidad, sino que pueden poner en riesgo a quienes las sigan

“Por desgracia, disponemos de muchos menos datos sobre el efecto de la alimentación en la evolución del cáncer que sobre la probabilidad de que este aparezca”.

Tenlo en cuenta cuando te propongan alimentos o dietas “anticáncer”. El apartado del CIIC sobre esta cuestión continúa así:

“Se sabe que en caso de cáncer de mama puede mejorar la calidad de vida gracias a un peso saludable y a la actividad física, y que ambos factores contribuyen a una mayor supervivencia. En cambio, no hay base suficiente para hacer recomendaciones en firme acerca de otros cánceres, ni para afirmar que determinados alimentos o dietas ayuden”.

Cuidado, que han hablado del peso saludable y de la actividad física, no de “dietas”. Y solo en el cáncer de mama, no en el resto de cánceres.

Las dietas más “famosas” para el cáncer (la “dieta alcalina”, la “dieta cetogénica”, la “dieta macrobiótica”, el “régimen Gerson” o el “régimen Kelley-González”) no solo no cuentan con una sola prueba científica de utilidad, sino que pueden poner en riesgo a quienes las sigan por deficiencia de nutrientes imprescindibles para hacer frente a la enfermedad.

Ante un diagnóstico de cáncer, la alimentación no es lo más urgente. Lo prioritario, lo inaplazable, es seguir las instrucciones del oncólogo

Algo que suelen también escuchar las personas con cáncer es que eliminando el azúcar de su vida matarán de hambre a las células cancerígenas. Sin duda, cualquier nutricionista serio coincidirá en recomendar una disminución en el consumo de azúcar para prevenir la caries, a corto plazo, y para disminuir, a largo plazo, el riesgo de padecer exceso de peso. Pero sostener que las células cancerosas se alimentan de azúcar (un mito muy extendido) no es más que una desaconsejable simplificación de un asunto complejo. Un peligro de esta clase de mitos es que generan falsas expectativas, algo que a la larga provoca frustración. No menos importante: quien sostiene que el azúcar alimenta las células cancerosas es muy probable que también realice afirmaciones sin ninguna clase de rigor científico y ponga en riesgo nuestra salud. La cuestión es que todas nuestras células, sanas o enfermas, necesitan glucosa para el metabolismo energético. La glucosa puede obtenerse del azúcar de mesa, pero al ser un nutriente tan importante, nuestro cuerpo lo consigue de diferentes alimentos. Así, si bien todos coincidiremos en la importancia de tomar menos azúcar, promover un mito basado en una premisa falsa, como el que sostiene que el azúcar es cancerígeno, puede generar desequilibrios dietéticos de impredecible final.

Sea como sea, cuando nos acaban de diagnosticar el cáncer o ya estamos recibiendo el tratamiento oncológico, es posible que o bien el tratamiento o bien la propia enfermedad dificulten (o contraindiquen, como indican el CIIC o el WCRF) seguir una alimentación saludable. También puede ocurrir que existan deficiencias nutricionales o problemas generados por la enfermedad o por el tratamiento oncológico (cuyo objetivo no es fastidiarnos ni enriquecer a las farmacéuticas, sino salvar la mayor parte de vidas posibles). De ahí que el WCRF recomiende a los pacientes con cáncer que reciban cuidados nutricionales por parte de profesionales sanitarios debidamente capacitados.

Fuente:https://elpais.com/elpais/2019/04/23/ciencia/1556018406_626131.html

 

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