San Rafael, Mendoza 24 de noviembre de 2024

LO QUE EL VIENTO NO SE LLEVÓ -Por:.Prof. Marilina Scarlata

Una charla muy curiosa se llevó a cabo en el Ecocentro de Puerto Madryn, el pasado sábado 13 de abril.

El Ecocentro, como espacio cultural de esa ciudad frente al mar, propone cada año un recorrido que incluye ciencia, arte y educación; este año ofrece el Programa  “Eco del Viento 2019” cuyo lema es “Vivir en Patagonia: el viento nuestro de cada día”.

El viento tiene varias atribuciones por las cuales es atractivo hablar de él. Pero como lo hizo Alejandro Winograd creo que, en nuestro ámbito, difícilmente encontremos a otra persona que lo haga con el tratamiento que él le dio. Sus historias personales con vivencias en torno al viento se cruzaron con las historias de los vientos de la Iliada y la Odisea, el viento de los vikingos y el viento que trajo a Colón hacia América.

“Escrito en el viento” fue el título que le dio a su charla, y en su tono tan ameno sostiene al ser entrevistado, que “suena bien”, pero también agrega, cuando decimos que algo está escrito en el agua, en el aire o en el viento, lo que estamos diciendo es como si no se hubiera dicho; como si no existiera; como si no fuera a durar. Y lo que él quería transmitir era justamente lo contrario; que las historias del viento están llamadas a perdurar tanto como si hubieran sido escritas sobre roca, acero o diamante. No lo dice como un juego de palabras sino porque cree que con  elementos simples y siempre presentes como el viento, el mar, las islas, las montañas y también algunas de las pasiones que viven en nosotros, se escribieron y se van a escribir, por mucho tiempo, las cosas que necesitamos o que queremos leer.

Empezó a soñar con la Patagonia cuando tenía siete u ocho años, como “campamentero”. Su recuerdo lo lleva al momento en que, atravesando la estepa, pensó en que iba a vivir o trabajar en la Patagonia. Y aunque el viento le produjo cansancio, fastidio, aburrimiento, como a muchos, también le brindó grandes momentos de felicidad como cuando, por ejemplo, encontró una trinchera desde la que podía ver, sin sentirlo, un viento de setenta u ochenta kilómetros por hora que hacía volar todo lo que había a su alrededor.

Es biólogo “de una vez y para siempre”, afirma, porque prácticamente todo lo que hace, lo hace como biólogo; piensa que no es un oficio, sino una manera de ver el mundo. Empezó a desarrollarse en esa profesión en Tierra del Fuego, para participar de un programa de observación de delfines que luego fue una propuesta para  trabajar al Museo del Fin del Mundo. Desde entonces,  en términos profesionales, nunca dejó la Patagonia.

Y como biólogo es un buen escritor, al que siempre le gustaron las buenas historias; ya sea para leerlas, oírlas o contarlas. Está (casi) convencido de que no hay fuerza más poderosa que una buena historia. El primer libro en el que participó fue una especie de catálogo de fauna de Tierra del Fuego, que lo editó un museo italiano; se llamaba “Fauna selvática della Terra del Fuoco”.

El último libro -por ahora-también fue una producción colectiva: “Islario fantástico argentino”, sobre el que no adelanta su contenido, pero asegura que es uno de los libros más lindos -literalmente- que vio en mucho tiempo. Tiene entre manos otro proyecto, que por prudencia no comentó demasiado.

Sí le pido que se extienda sobre su experiencia en “Siwa”, la revista-libro de literatura geográfica, una joya literaria muy particular ya desde su presentación con características del siglo XIX, que sorprende por su originalidad y por el desafío que provoca al mercado.

En su quinta aparición, reunió a cuarenta escritores argentinos para contar la “Historia natural y moral de los vientos”. Alejandro fue uno de ellos. Y me cuenta que es un trabajo colectivo en base al esfuerzo descomunal de Salvador Gargiulo, su director.  Con simpleza agrega que lo más importante de su participación es ayudar a sobrellevar ese esfuerzo.

Dentro de Siwa hay “algo así como dos tribus”. Una es la que forman los que ponen el acento en la literatura. La otra, de la que él forma parte, es la que trata de presentar, de la manera más literaria y precisa posible algo del mundo en que vivimos. Uno de los desafíos que le impuso la Siwa de los vientos fue el de describir, de manera clara, precisa y, con alguna gracia, cómo y por qué se produce el viento.

Hablamos del cambio climático….aunque no le gusta hablar de temas “tan solemnes”, explica que quisiera que todos fuéramos más cuidadosos y que la conservación del medio ambiente no fuera una preocupación sino una responsabilidad y una alegría. Pero también le gustaría que pasaran muchas otras cosas que no pasan. A cambio, es un optimista irredimible, y siempre cree que las cosas, aunque puedan estar mejor, no están tan mal. Cree que mucha gente, sabe lo que hace, aunque no siempre encuentre la manera de transmitirlo. Y también cree que, para la mayor parte de las personas, no hay mejor plan que trabajar para que algo -aunque sea pequeño- esté un poco mejor de lo que estaba. Y que, con todo y a pesar de todo, “los seres humanos ni lo hicimos ni lo estamos haciendo tan mal”.

Desde hace un tiempo, trabaja como consultor en distintos proyectos vinculados con áreas protegidas y con el diseño y la implementación de programas de integración entre procesos productivos y modelos de conservación.

Dice sobre el cambio climático como respecto de la consideración de los derechos de los demás; el respeto a las minorías; las desigualdades; la conservación de la naturaleza; la dignidad de los animales, y “muchísimos etcéteras”, que para intentarlo en serio, hay que enfrentarlo como si fuera un juego.

Paradoja de un escritor que no deja de ser ciertamente riguroso como biólogo y que se atreve a mezclar historias con ficciones, de forma descontracturada y convincente.

* Prof. Marilina Scarlata

Especializada en la Enseñanza de las Ciencias Naturales

Directora de divulgación científica de la Asocición de Amigos de Parques Nacionales

Columnista en LU 17.com

Columnista en  Patagonia.net

Columnista en Pirámide Informativa.com

 

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