En una nota publicada en el diario INFOBAE, Lula González comparte el relato de una mujer de 42 años, violada por su hijo esquizofrénico y drogadicto. La dramática historia parece el libreto de una película de terror.
Abstrayéndose del horror que causa el testimonio, es posible puntualizar ciertas situaciones que sucedieron que son francamente inaceptables.
En primer lugar, resulta llamativo el inicio de la historia. La señora relata que «cuando mi hijo tenía ocho años, mi ex me lo quitó. Cuando fuimos a la Justicia me argumentaron que yo no era solvente para criarlo por mi trabajo de empleada doméstica». Normalmente los hijos menores quedan en custodia de la madre y el padre debe cubrir la cuota alimentaria, la situación es extraña.
La madre asegura que a los 10 años, su hijo ya conocía las drogas y que bajo la custodia de su padre, a los «11 años, andaba a las 4 de la mañana por la calle. Yo seguía pidiendo que me lo restituyan, que lo iba a cuidar, pero me ponían trabas y papeleos».
A los 17 años ya evidenciaba rasgos de violencia en el colegio, allí recuperó la custodia de su hijo al que le diagnosticaron esquizofrenia psicótica.
La madre relata que «consumía pasta base, era cada vez más violento y robaba. Se golpeaba a él mismo, le pegaba piñas a la pared, decía que le estaba pegando a personas, que veía gente muerta».
Maximiliano fue detenido y llevado al Centro de Menores, donde permaneció 20 meses, para luego ingresar a los 18 años, al Hospital de Salud Mental Miguel Ragone.
La madre asegura que: «lo dopaban con 18 pastillas por días, (ella) lo bañaba, le daba de comer, estaba pendiente de las pastillas que tenía que tomar. Pero no terminó nunca el tratamiento, lo dejaron ir antes de tiempo».
Volvió a pedir que lo internen en varias oportunidades y en el Hospital le habrían contestado: “usted piensa que esto es una guardería».
En 2018, tras seis órdenes judiciales, Carina logró que lo vuelvan a internar. La madre asegura en la nota, que fue puesto en una sala con niñas con trastornos mentales. Ella habría avisado de este despropósito y le habrían respondido: «cuídelo usted entonces».
También recuerda el destrato que sufrió por parte de una empleada de un organismo estatal: «Cuando cobre la pensión por discapacidad se le va a pasar».
Su hijo finalmente volvió a casa y la violencia continuó. “Vino por atrás, me agarró con el brazo en el cuello, hizo presión y me desmayé, no me pude defender», «cuando recupere el conocimiento estaba sin pantalón y él estaba encima de mí».
Maximiliano fue detenido pocos días después, mientras intentaba abusar de una chica.
Finalmente Carina sentencia: «Yo sabía que algo iba a pasar. Yo había avisado que era peligroso, nadie me escuchó y nadie me quiso ver». “Me pusieron custodia policial, ¿pero para qué la quiero ahora? Me tuvo que venir a violar para que hagan algo».
En este punto, la periodista Lula González hace referencia a “la vulnerabilidad que enfrentan las mujeres de bajos recursos” y culpa “al machismo de su pareja y al machismo del sistema estatal” como responsables de los hechos.
Es lamentable que una historia atroz como esta, sea enfrascada en un problema de sexos y de recursos económicos, cuando lo que claramente representa, es la ausencia del estado en SUS FUNCIONES MAS IMPORTANTES, la seguridad y la justicia.
Es la misma ausencia que padece un jubilado golpeado, torturado y asesinado por monedas, o un niño golpeado por una mujer enojada con su pareja, o una niña abusada por un pervertido, o un consumidor en manos de un estafador o de una empresa “socia” del estado, o los policías apedreados en una Villa, o los médicos con custodia policial en los servicios de emergencia.
El mismo abandono que padecen los ciudadanos que ven como un motochorro paga 700 pesos y sale libre; o como los políticos, sindicalistas y empresaurios, sonríen a las cámaras luego de robar millones y millones; o a los violadores que no se los empadrona porque serían “estigmatizados”.
No Lula González, no es el machismo; no es por ser mujer o por ser pobre. El problema es mucho más amplio y profundo. El problema es la ideología que profesan los políticos y los jueces, esa ideología que avala el relativismo moral, que acusa de “facho” a aquel que quiere aplicar una sanción o que culpa de “delito de odio” a toda verdad políticamente incorrecta.
Dijo Carina: «Me tuvo que venir a violar para que hagan algo»; eso mismo es lo que le pasa a cada argentino que es víctima del delito. ¿Tenemos que esperar que el ladrón o el violador o el violento mate para detenerlo?, ¿por qué liberan antes a los presos que aún no purgaron sus condenas?, ¿es esto justo?, ¿es lo que nos merecemos como sociedad?
Es tiempo de que el estado (ese estado que se queda con el 50% de lo que producimos los argentinos), deje de inmiscuirse en temas que no le competen, aquellos asuntos que son del ámbito privado, y que de una vez por todas PROTEJA A LOS HOMBRES DE BIEN. Sólo eso necesitamos, pero parece que esa tarea o “no es negocio”, o los políticos son unos inútiles o cobardes que no pueden o no quieren resolverlo.
Quiero en el gobierno a políticos y jueces con agallas, que nos defiendan y ENCIERREN EN LA CARCEL HASTA QUE SE PUDRAN a los delincuentes, que HAGAN PREVENSION y que escuchen a las Carina que (más allá del sexo, edad o condición económica), padecen diariamente el abandono que sufren en Argentina “los mansos, los justos”.
Gentileza:. Rogelio López Guillemain – rogeliolopezg@hotmail.com
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