San Rafael, Mendoza viernes 26 de abril de 2024

La salud en un lienzo -Por:.Beatriz Genchi

Para un médico experimentado las obras de arte también pueden encerrar un enigma a resolver. Esta maniobra de la semiología médica se conoce desde siempre como inspección, aunque algunos, actualmente se la denomina “ectoscopía”, en contraposición con la “endoscopía”.

“Las Meninas” constituye una obra de arte extraordinaria, insuperable producción de un genio que ha provocado la abundante emisión de juicios de valor, tanto de la obra como de su autor, por parte de importantes personajes.

Son numerosos los aspectos a analizar, aunque un médico no puede menos que observar el cuadro desde la perspectiva profesional, en aprovechamiento que el arte de Velázquez ofrece una veta muy rica a la mirada médica. El genial artista sevillano, gracias a la perfección en el manejo del pincel, logró documentar, con admirable pericia, varias patologías que afectaban a los habitantes del palacio y que tenían manifestación en la apariencia física. Velázquez es considerado hoy en día un “prefotográfico” por la fidelidad de sus imágenes y porque plasmó la realidad tal como lo hace la fotografía a partir de su descubrimiento.

Yendo a la obra, lo más evidente, que inmediatamente se presenta a la vista con su mayor crudeza, es la condición de María Bárbola (Maribárbola), la enana a quien el pintor retrató en un primer plano. Con signos objetivos en el rostro, fueron magistralmente captados por el pincel de Velázquez. Se dice que por estas razones ella rechazaba mirarse en el espejo. No obstante, aparece en el cuadro con una actitud de desafiante orgullo. Maribárbola era una más de los 40 enanos y bufones que formaban parte de la corte. Esta pintura muestra la realidad cotidiana de la corte española y los denominados bufones formaban parte de ella. Nicolasito Pertusato, un enanito italiano, es el personaje que completa la primera fila sobre el extremo derecho. Era inquieto y vital y así lo capta Velázquez, pues es la única figura que está en movimiento, concentrado en su acción de darle una patada al perro que se encuentra plácidamente echado en el piso.

El retrato del Rey Felipe IV y de su esposa la Reina Marciana de Austria se presenta en el espejo que se encuentra en el último plano del cuadro y, dado que Velázquez pintó la atmósfera (Dalí se refirió a este aspecto como “el aire de las Meninas”), la imagen de los reyes se manifiesta brumosa No obstante ello, se adivinan sus principales rasgos. Se aprecian en el Rey la mandíbula adelante, el labio inferior más grueso que el superior y la nariz gibosa Estos tres rasgos, característicos de la dinastía de los Habsburgo, son atribuidos a la consanguinidad, que en esa familia se constituyó en una política de estado. Desde muy antiguo, se ha considerado que la consanguinidad predispone a padecer determinadas taras y enfermedades, cosa confirmada en estudios modernos.

Respecto de la figura principal del cuadro, la Infanta Margarita, el prognatismo (del griego, mandíbula adelante) se encuentra apenas insinuado, pero se sabe muy bien que la mencionada deformidad recién comienza a manifestarse en la adolescencia. Algunos investigadores sostienen que la Infanta Margarita padecía un síndrome de McCune-Albright. Fundado en que en su frente y mejillas se perciben alteraciones cutáneas conocidas como manchas café con leche. En el cuadro, María Agustina Sarmiento de Sotomayor, la menina que se encuentra inclinada, casi arrodillada, a la derecha de la Infanta Margarita, está en actitud de ofrecer agua a la Infanta en un búcaro. Este es una taza hecha de cerámica o tierra colorada traída de Portugal, que servía para contener agua perfumada y se comía (bucarofagia) con el objeto de mantener la tez blanca, y también para regular la menstruación y como anticonceptivo. En la época del Siglo de Oro español se consideraba la blancura casi lunar de la tez femenina como algo especialmente seductor. El barro se podía comer en pastillas confeccionadas con azúcar y ámbar o directamente rompiendo las vasijas de la casa.

En los días sin tecnología los tratamientos eran de prueba y error, las radiografías una quimera, la cirugía un trabajo de artesanos. La salud y la medicina de aquellos días quedan recogidas con delicadeza en los trazos pictóricos. Hoy sabemos que, lo que podría parecer un capricho estético del pintor, es en realidad la representación exacta de patologías conocidas.

Gentileza: Beatriz Genchi – beagenchi@hotmail.com

Museóloga-Gestora Cultural-Artista Plástica.

 

 

 

 

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