San Rafael, Mendoza 23 de noviembre de 2024

Las inundaciones en el noreste de Argentina dejan tres muertos

Lluvias sin precedentes históricos obligan a evacuar a más de 5.000 personas y provocan pérdidas millonarias en el agro. Una mujer camina en una calle inundada de la ciudad de Corrientes, en el noreste de Buenos Aires.

Los vecinos de Resistencia, la capital del Chaco, en el noreste de Argentina, no lo pueden creer. El martes 8 de enero comenzó a llover y no paró . En poco más de una hora cayeron 160 mm de agua y en dos días la marca alcanzó los 340 mm, lo que llueve en todo el verano. La ciudad no resistió tanta agua, se inundó como nunca y obligó a evacuar a 350 personas. El pronóstico no es bueno: seguirá lloviendo y el exceso de agua durará al menos hasta finales del verano, en marzo.

La situación en Resistencia, donde viven 350.000 personas, es el ejemplo más visible de un drama que afecta a todo el litoral argentino. Tres personas han muerto y amplios sectores de cinco provincias están bajo agua. En Santa Fe se ha perdido el 80% de la producción de algodón y sólo en Corrientes más de 2.000 personas han debido dejar sus casas, sobre un total de 5.000 en toda la zona afectada. El agua es un drama recurrente en las tierras más productivas de Argentina.

Resistencia está a la vera del río Negro, un afluente del Paraná, cuyo cauce principal está ubicado a unos pocos kilómetros. En la costa contraria del Paraná se encuentra la ciudad de Corrientes, capital de la provincia homónima. Las lluvias que caen sobre Corrientes escurren directamente en este enorme curso, que junto con el Uruguay lleva el agua del sudoeste de Brasil hacia el Río de la Plata y desde allí al Atlántico. Pero la falta de obras de canalización en la ciudad condena sus zonas bajas a convertirse en lagunas. El resultado ha sido la evacuación de más de 2.000 personas. Al sudeste de la capital provincial, en Paso de los Libres, ciudad fronteriza con Brasil, una mujer y su hija murieron arrastradas por el agua cuando intentaban cruzar un puente en coche. El mapa de las lluvias se concentra sobre Chaco y Corrientes, pero también sobre Santa Fe, el noreste de Córdoba y el sudeste de Santiago del Estero, donde un niño murió víctima de una rama que no resistió la fuerza del viento y golpeó su cabeza.

Santa Fe lleva la peor parte porque está aguas debajo de todas sus vecinas. Es, además, la que tiene las tierras más fértiles. El partido de 9 de julio, en el extremo norte santafesino, ha sido el más golpeado por el agua, con 500 mil hectáreas inundadas. Allí, la producción de algodón se perdió en un 80%. La Confederación de Asociaciones Rurales de Santa Fe (Carsfe) ha subido a su cuenta en Twitter vídeos donde se ve a las cosechadoras trabajando sobre espigas de maíz que asoman como náufragos. Uno de los más impactantes muestra a decenas de vacas que nadan hacia tierra firme, mientras los peones usan para el arreo una lancha en lugar de caballos.“El clima ha cambiado y lo extraordinario se ha convertido en normal. Tuvimos inundaciones en 2016 y 2017, luego sequía en 2018 y ahora otra vez inundación. Para los productores son cuatro años seguidos de pérdidas. El clima es de llanto, ni siquiera de bronca”, resume el secretario de Carsfe, Ignacio Mántaras.

La persistencia de los ciclos de sequías e inundaciones hacen estragos en el ecosistema social de las provincias. Los pueblos pequeños dedicados al agro se vacían de gente que huye a las ciudades más grandes, donde el menos no quedarán aislados cuando llegue el agua. Las lluvias golpean, por lo general, en verano, “próximo a la cosecha, cuando el productor ya puso toda la plata” y necesita recuperar la inversión, dice Mántaras.

La solución al exceso de agua no es simple. Como no existe un plan coordinado a nivel nacional, cada distrito juega al sálvese quien pueda. Así, Córdoba fue rápido en obras de canalización que vacían su territorio, pero inundan el de Santa Fe o el norte de Buenos Aires. Los productores de Santa Fe se quejan de las demoras del gobierno provincial, pero exigen un plan nacional que permita que todos ganen. “El problema es que el clima va más rápido que la política”, lamenta Mantarás. El agua se irá, tarde o temprano, pero sólo como tregua al próximo desastre.

Fuente:https://elpais.com/internacional/2019/01/11/argentina/1547229456_644166.html

 

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