Este “frasquito” ha recibido lágrimas a causa de la hoguera, la guerra, la persecución, el exilio, la religión, el amor y la muerte. Cuando moría un ser querido, vertían sus lágrimas en pequeños recipientes que luego depositaban en las tumbas, a modo de respeto por el difunto. Se decía que cuando se hubiesen evaporado, el periodo de duelo habría terminado…
Aunque parece que fue durante la época romana cuando fueron más utilizadas, su uso se extiende a otros períodos de la historia donde algunos eran verdaderas obras de arte, que, muchas veces, llevaban joyas engarzadas.
Todos hemos oído hablar de las plañideras. Estas mujeres nada tenían que ver con los difuntos, se las podía conceptuar como trabajadoras del luto. Lloraban por una cantidad de dinero, un modo como cualquier otro de ganarse la vida. Pero es que en esa época, a mayor número de mujeres llorando tras la comitiva funeraria, más importancia demostraban los familiares, que había tenido el personaje que acababa de morir. Cuestión de status social.
Y por lógica, a más lágrimas vertidas, más importe pagado. Para medir el llanto, la única forma era ir vertiendo las lágrimas en una redoma que así se los llamaba tal cual el recipiente de vidrio, ancho en la base, que se va estrechando hacia la parte superior; que se usa en los laboratorios.
También se dice que las mujeres americanas, durante la guerra, guardaba las lagrima hasta que sus esposos volvían de las batallas y en otras oportunidades se enterraban los recipientes junto al fallecido.
Tan relacionado con la muerte, que lo traigo a nuestros días para cambiarle un poco el tono. ¡Siii, están aún vigentes!
El año pasado y a medida que el mundo se iba acostumbrando al resultado de las elecciones presidenciales de EE.UU. con Donald Trump como ganador, algunas personas festejaban de peculiares maneras. Por ejemplo, publicando en una popular página de venta electrónica la subasta de un lote inusual; un frasco que contenía lágrimas de felicidad de un demócrata.
Según el vendedor se podía utilizar como una crema “antienvejecimiento”, añadirlas a tu plato favorito “para hacerlo aún más apetecible” o incluso frotar “sus botas de trabajo para que sean más saltarinas“. Bueno …
Beatriz Genchi. Museóloga-Gestora Cultural-Artista Plástica.
‘Lágrimas de un demócrata’, a la venta en eBay
Según el vendedor, su mercancía se puede utilizar como una «crema antienvejecimiento», añadirse a su plato favorito «para hacerlo aún más delicioso», ser usada como una salsa o incluso frotarse con ella las «botas de trabajo para tener unos pasos más saltarines».
“Cuenta la historia que una mujer se enamoró perdidamente de un viajero y también se enamoró de aquella pálida mujer con mirada de tormenta. Lamentablemente su relación era imposible como ustedes se imaginarán. Una mujer de bien no podía unirse a un extranjero por ninguna razón.
Así que a pesar de todos sus esfuerzos la vida les dio la espalda y en vez de unirlos cada vez los separaba un poco más. Ella trató de huir con él y hacer valer su voluntad pero fue descubierta antes de llevar a cabo el escape; a pesar de que el viajero luchó por quedarse a su lado no pudo impedir que se la arrebataran, pero antes de que eso sucediera aquel misterioso hombre depositó entre sus blancas manos el frasco de lágrimas, le pidió que lo escondiera; le dijo que cada vez que sintiera ganas de llorar metiera sus lágrimas en aquél recipiente y lo dejara reposar a la luz de la luna, cuando ella despertara tendría que esconderlo nuevamente. Para el amanecer tanto las lágrimas como el dolor en el pecho habrían desaparecido. Ellos nunca más volvieron a encontrarse y dicen que la mujer dejó de usarlo, pues quería sentir el dolor que deja la ausencia, ella necesitaba madurar y forjarse en él para hacerse más fuerte; ella hasta sus últimos días recordó a su verdadero amor abrazando el frasquito entre sus manos.”
Y si queremos encontrarle un porque a todo lo dicho, tal vez vaya aquello que decía el escritor estadounidense Washington Irving: “Hay un carácter sagrado en las lágrimas. No son un signo de debilidad, sino de poder. Ellas hablan con más elocuencia que diez mil lenguas, son las mensajeras del dolor, de la contrición y del amor.”
Gentileza: Beatriz Genchi. Museóloga-Gestora Cultural-Artista Plástica.
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