Vencieron por 20-15 a Bélgica en la final con una gran demostración.
Queda algo menos de un minuto y más de 3.000 almas, ahora sí, se animan. Empieza a bajar el “dale campeón” de la tribuna de familiares y de ese par de miles de personas al que no le importó el fuerte sol del mediodía.
Es el mismo sol que se elevará bien alto cuando suene el himno nacional y los pechos de esos pibes, ahí donde cuelga la medalla de oro, se inflarán como nunca. La selección de básquetbol 3×3 es campeona olímpica.
“Es complicado describir lo que siento. Ver la bandera ahí arriba es algo único. Imaginate que hasta los deportistas profesionales sueñan con algo como esto…”, reconoce Juan Hierrezuelo.
No mucho antes, ellos y el público habían sufrido hasta los límites insospechados, ese en el que las voluntades se ponen a prueba. Ucrania los había dominado en semifinales y los tenía contra las cuerdas, pero se repusieron justo a tiempo para alcanzar el suplementario. “Los dos partidos fueron una locura, especialmente cuando perdíamos por 3 con Ucrania y casi nos damos por vencidos, pero nos concentramos y fuimos más fuertes de la cabeza que ellos”, agrega el interno de San Lorenzo.
Ese choque, que se resolvió 18 a 16 en el suplementario luego de varios tiros desde el perímetro que le pararon la respiración a más de uno, permitió llegar a la definición contra Bélgica.
Y ahí los chicos no dejaron dudas al ganar 20 a 15 sin mayores sobresaltos. “Lo de la semifinal fue un desahogo terrible -relata Marco Giordano, figura descollante de la última jornada- y eso nos permitió liberarnos para la final. Jugamos como queríamos y nos llevamos el oro. Es inexplicable. Cuando suena el himno se te pone la piel de gallina”.
“El haber estado en el podio y ver cómo la bandera subía y escuchar el himno fue emocionante, fue inevitable llenarse de lágrimas y recordar lo que pasamos para llegar acá. Fue una emoción que no sentí nunca”, admite Juan Esteban De la Fuente, que ya cuando el público comenzó a cantar se sintió campeón: “Esos últimos segundos fueron emocionantes de verdad. Este logro no lo tenían muchos en mente, pero nosotros lo teníamos en la mira desde que pusimos un pie en la Villa”.
La falta de confianza, o la ubicación de otros equipos como candidato, bien pudo servirles de combustible a los chicos de Juan Gatti. “Vi alguna encuesta en la que teníamos 3% de votos como candidatos, pero nosotros sabíamos que podíamos llegar adonde estamos ahora”, asegura el base de Regatas, que anotó 11 de los 20 puntos argentinos en la final.
Los chicos andaban por los cuatro años cuando la Generación Dorada se ganaba ese mote para siempre al colgarse el oro en Atenas 2004. “¿Qué loco que yo tenga ahora una medalla como esa, no?”, se pregunta Fausto Ruesga con una sonrisa de oreja a oreja. “No tenemos recuerdos de ver en vivo aquel torneo, pero ese legado que construyeron desde ahí sin duda que nos llegó a nosotros”, dice el dueño de dos medallas doradas tras haber ganado también el concurso de volcadas. “Voy a ir a comer con las dos puestas”, se ríe el hombre de Olimpo.
Giordano apareció en los momentos más calientes y tiene su receta secreta: “Cuando las cosas se complican las tomo como un desafío, algo lindo que disfruto. A la vez no, porque no quiero que se compliquen y perdamos (risas), pero lo disfruto porque me sirve para seguir mejorando y demostrando”. Vaya si lo hizo.
Eso del disfrute, De la Fuente lo aprendió en el camino: “Hace poco empecé a disfrutar del básquet. Siempre estaba ofuscado, preocupado, especialmente cuando las cosas no salían o los resultados no se daban. Pero aprendí a soltar esa presión y disfrutar del juego y los resultados vienen solos con el buen trabajo y el entrenamiento. Todo llega. Y en esta instancia de mi corta vida entendí que quiero ser jugador de básquet y que, si no disfruto de lo que hago, estoy haciendo el recorrido equivocado”.
Ahora no hay espacio más que para la alegría. Bien ganada la tienen los campeones olímpicos del 3×3, un nuevo oro del básquetbol argentino.
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