Se coronó con la calculadora, pero también con el arrojo de los más grandes. Lo hizo desde la salida, porque de ningún modo iba a arredrarse. Apagado el semáforo rojo se incrustó entre los Red Bull con el afán de siempre, más vivo que Daniel Ricciardo y con ganas de asustar a Verstappen en la primera curva. El holandés jamás se dejaría tan fácilmente, de modo que Hamilton, con buen juicio, cejó en el empeño. Durante la semana, Mercedes había ajustado todo para no repetir el fiasco de Austin. Todo debía ajustarse a un plan, porque también andaba en juego el título de constructores. Así que, transcurridas 12 vueltas, el líder del Mundial pasó a cambiar por primera vez los neumáticos.
El desgaste de las gomas, aún más acusado de lo esperable, marcó el primer tramo de la carrera. La iniciativa de Mercedes fue seguida casi de inmediato por Red Bull, también para montar el calzado rojo. Ferrari, en una situación desesperada, arriesgó con sus dos coches, pese al flagrante graining. Vettel, en cabeza, y Raikkonen taponando a Hamilton. De modo que el británico, para deshacerse de semejante incordio, debió reunir todo su talento en una fantástica maniobra en la curva 3.
Infortunio de Ricciardo
«Tío, estoy sufriendo», espetó Hamilton a su ingeniero de pista, mientras el nerviosismo cundía en las Flechas de Plata. Debieron recordarle que la única opción para otro cambio sería montar otro juego de ultrablandos, que no habían rendido nada bien en el primer stint. De mala manera debió sostenerse en pista. Con susto incluido ante Ricciardo en la vuelta 48. «Seguimos mirando las opciones», le cantaron justo antes de decantarse, en la segunda parada, por el compuesto intermedio.
No había forma de acercarse a los Red Bull, inaccesibles desde el viernes. Verstappen marcaba la pauta en cabeza con una autoridad incuestionable, seguido de cerca por Ricciardo. El doblete únicamente se frustró por la avería del australiano, cuya nube negra no conoce fin. Esa infausta fortuna quizá sólo encuentre parangón, en los últimos tiempos, con la de Fernando Alonso.
Porque en los embudos de la primera vuelta no podía cocerse nada bueno. Valtteri Bottas impactó levemente con Vettel y Esteban Ocon con Nico Hulkenberg. El alerón delantero del Force India terminó por los aires, con tan mala fortuna que algunas piezas llovieron, como basura espacial, sobre Alonso.
Sainz, Pérez y la debacle latina
El bicampeón mundial aguantó un par de vueltas más, incluso pese a un sospechoso humo en los escapes del MCL33. Después quedó varado, para su noveno abandono de la temporada y para dar paso al coche de seguridad virtual. El mismo mal fario, con idénticas consecuencias, vivido por Carlos Sainz. En la vuelta 31, cuando rodaba en el octavo puesto, llegó la debacle de su Renault en la zona del estadio. Sus terceros puestos en las primeras sesiones libres y sus esperanzas del sábado, de pronto desvanecidas.
Un lamento generalizado en el Autódromo Hermanos Rodríguez, de indudable y apasionado sabor latino. La hinchada local debió lamentar también el precipitado adiós de Sergio Pérez, que había aguantado más que nadie con los superblandos de la salida. De su duelo con Charles Leclerc, que tanto incomodó a Daniel Ricciardo, salió malparado el Force India. Justo antes de la vuelta 1, con una avería en los frenos, dejó a todo un país con un gesto de melancolía.
Se coronó con la calculadora, pero también con el arrojo de los más grandes. Lo hizo desde la salida, porque de ningún modo iba a arredrarse. Apagado el semáforo rojo se incrustó entre los Red Bull con el afán de siempre, más vivo que Daniel Ricciardo y con ganas de asustar a Verstappen en la primera curva. El holandés jamás se dejaría tan fácilmente, de modo que Hamilton, con buen juicio, cejó en el empeño. Durante la semana, Mercedes había ajustado todo para no repetir el fiasco de Austin. Todo debía ajustarse a un plan, porque también andaba en juego el título de constructores. Así que, transcurridas 12 vueltas, el líder del Mundial pasó a cambiar por primera vez los neumáticos.
El desgaste de las gomas, aún más acusado de lo esperable, marcó el primer tramo de la carrera. La iniciativa de Mercedes fue seguida casi de inmediato por Red Bull, también para montar el calzado rojo. Ferrari, en una situación desesperada, arriesgó con sus dos coches, pese al flagrante graining. Vettel, en cabeza, y Raikkonen taponando a Hamilton. De modo que el británico, para deshacerse de semejante incordio, debió reunir todo su talento en una fantástica maniobra en la curva 3.
Infortunio de Ricciardo
«Tío, estoy sufriendo», espetó Hamilton a su ingeniero de pista, mientras el nerviosismo cundía en las Flechas de Plata. Debieron recordarle que la única opción para otro cambio sería montar otro juego de ultrablandos, que no habían rendido nada bien en el primer stint. De mala manera debió sostenerse en pista. Con susto incluido ante Ricciardo en la vuelta 48. «Seguimos mirando las opciones», le cantaron justo antes de decantarse, en la segunda parada, por el compuesto intermedio.
No había forma de acercarse a los Red Bull, inaccesibles desde el viernes. Verstappen marcaba la pauta en cabeza con una autoridad incuestionable, seguido de cerca por Ricciardo. El doblete únicamente se frustró por la avería del australiano, cuya nube negra no conoce fin. Esa infausta fortuna quizá sólo encuentre parangón, en los últimos tiempos, con la de Fernando Alonso.
Porque en los embudos de la primera vuelta no podía cocerse nada bueno. Valtteri Bottas impactó levemente con Vettel y Esteban Ocon con Nico Hulkenberg. El alerón delantero del Force India terminó por los aires, con tan mala fortuna que algunas piezas llovieron, como basura espacial, sobre Alonso.
Sainz, Pérez y la debacle latina
El bicampeón mundial aguantó un par de vueltas más, incluso pese a un sospechoso humo en los escapes del MCL33. Después quedó varado, para su noveno abandono de la temporada y para dar paso al coche de seguridad virtual. El mismo mal fario, con idénticas consecuencias, vivido por Carlos Sainz. En la vuelta 31, cuando rodaba en el octavo puesto, llegó la debacle de su Renault en la zona del estadio. Sus terceros puestos en las primeras sesiones libres y sus esperanzas del sábado, de pronto desvanecidas.
Un lamento generalizado en el Autódromo Hermanos Rodríguez, de indudable y apasionado sabor latino. La hinchada local debió lamentar también el precipitado adiós de Sergio Pérez, que había aguantado más que nadie con los superblandos de la salida. De su duelo con Charles Leclerc, que tanto incomodó a Daniel Ricciardo, salió malparado el Force India. Justo antes de la vuelta 1, con una avería en los frenos, dejó a todo un país con un gesto de melancolía.
Fuente:https://www.elmundo.es/deportes/formula-1/2018/10/28/5bd6175122601ddb058b4601.html
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