Dueña de un talento sorprendente, la mendocina Chiara Singarella deslumbra con su juego. Con 13 años, en 2017 se consagró campeona sudamericana de menores en handball, es parte de la Selección Sub-20 de fútbol y esta semana representará a la provincia en los Juegos Binacionales 2018.
Cada día, cientos y cientos de atletas luchan por alcanzar sus sueños y llegar a lo más alto en sus carreras deportivas. Si bien hacen todo por lograrlo, son muy pocos los que llegan a cumplir sus metas. Chiara Singarella es una joven mendocina que con tan sólo 14 años tiene anonadados a los amantes del deporte. Es que, con su corta edad, Chiara no sólo integra la selección nacional de handball sino también la de fútbol.
La joven de Luján conoció el amor por del deporte desde muy pequeña. Viene de familia de deportistas. Su mamá, Claudia Sacaba Ahumada, es profesora de Educación Física, y su papá Mauricio, jugó al fútbol en Luján Sport Club y al handball en la Municipalidad de Luján de Cuyo; al igual que su abuelo materno, que fue arquero de la selección mendocina de fútbol.
Pipi, como le dicen sus familiares, siempre practicó los dos deportes a la vez y, gracias a que pudo organizarse con los horarios de ambos deportes y con la escuela, puede entrenar y llevar bien las materias del colegio.
Desde chica, Chiara contó que soñaba con llegar a la selección argentina de handball o de fútbol, pero nunca se imaginó que iba a formar parte de las dos.
Comenzó a practicar ambas disciplinas al mismo tiempo y, en 2017, fue convocada para la selección de balonmano y de fútbol. “En el primero que conseguí llegar a la selección fue en handball, tenía 13 años y a los pocos meses ya me citaron a las primeras concentraciones en la selección de fútbol sub-20. En octubre del año pasado fui al Sudamericano de handball –en el que se consagró campeona junto a la selección– y este año fuimos los Juegos Odesur en Cochabamba, Bolivia”.
Actualmente, y fuera de sus compromisos en la selección, juega al fútbol en Las Pumas y al handball en Maipú. Anteriormente jugó para la UNCuyo.
Para Chiara, practicar deporte es un aspecto muy significativo en su vida, llena gran parte de las horas de su rutina. Por la mañana va a la escuela y en las tardes entrena. “Es muy importante para mí, porque a veces no tengo un buen día y me refugio en el deporte. Además, me ayudó con una enfermedad que tuve –asma– y hoy lo tengo bastante controlado. El deporte me enseñó a ser humilde, a tener un perfil bajo, a que tengo ir bien en la escuela para poder entrenar, ya que mis padres me decían que si no iba bien en la escuela, no entrenaba; me enseñó a cuidarme en las comidas, a tener una dieta balanceada, a ser responsable, ya sea en los horarios de entrenamiento o en los de descanso”.
“Cuando salgo a la cancha me siento feliz porque pude cumplir mis metas durante toda la semana. Por ejemplo, yo trabajé toda la semana, entrené duro y al salir a la cancha pude cumplir con todas esas metas. También siento esa ansiedad antes de salir a la cancha, de dar todo lo mejor de mí para poder darle una alegría al club o a mi familia y esas cosas. Pero todo eso se va cuando la redonda empieza a moverse en la cancha y durante el partido trato de soltarme y hacer lo que sé hacer. Y más que nada disfrutar del juego y de mis compañeras, que están por lo mismo que yo”, relató la joven de Luján.
Más allá de su familia, Chiara agradeció a sus entrenadores y a su equipo, ya que sin ellos no podría haber llegado hasta donde se encuentra hoy, y destacó que “ningún jugador es tan bueno como todos los jugadores juntos. Siento que el equipo es fundamental como para que alguien sobresalga y llegue hasta donde llegue. La base para ser un buen jugador es la humildad. Podés ser un gran jugador pero si no tenés humildad, no sirve. En los clubes grandes creo que se fijan mucho cómo sos como persona”.
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