Tras una semana de fuerte presión contra el peso, el Gobierno argentino logra un éxito mayor al esperado en su estrategia para calmar a los mercados
Mauricio Macri ha podido celebrar en medio de la tormenta. Los inversores han dado un voto de confianza a Argentina con la renovación del 100% y la colocación de 5.000 millones de pesos (200 millones de dólares) adicionales en Lebac, las letras mensuales en pesos emitidas por el banco central que vencían hoy, según confirmaron a EL PAÍS fuentes de la entidad. Ha sido un éxito tan rotundo como inesperado, con consecuencias muy positivas para el Gobierno. La cifra en juego era astronómica: 617.000 millones de pesos o 24.700 millones de dólares, equivalentes a casi la mitad de las reservas del Tesoro. El “supermartes”, como lo llamaron en los mercados, era la prueba de fuego para medir el daño real de dos semanas de embestida contra el peso, que sólo el lunes perdió casi 7% de su valor frente al dólar y 34% desde enero. El Gobierno de Macri ha ganado tiempo, aunque a un costo altísimo, con tasas de interés a 30 días del 40%. Ahora usará la tregua para negociar un crédito con el Fondo Monetario Internacional que fortalezca la espalda financiera del modelo, basado en el sostenimiento del déficit fiscal con endeudamiento externo, el combate de la inflación y un tipo de cambio flotante.
El vencimiento de los títulos de deuda ha sido un juego de ajedrez entre el Gobierno y los inversores. El banco central puso el lunes y martes 5.000 millones de dólares sobre la mesa para advertirles que mantendría el dólar alrededor de los 25 pesos, un valor que considera de equilibrio. Ayer le bastaron 400 millones para sostener la moneda y hoy liberó otros 700 millones, mientras el mercado ponía toda la atención en la renovación de las Lebac, letras en pesos que el banco central usa para financiarse a corto plazo.
El Gobierno argentino vuelve a perder la carrera contra la inflación. El Indec dio a conocer este martes el peor dato del IPC en lo que va de año: los precios se incrementaron un 2,7% en abril respecto al mes anterior. El aumento del gas, la luz, el agua y el transporte público por la retirada de subsidios estatales ha contribuido al alza de la inflación, que fue del 9,6% en el primer cuatrimestre del año y se sitúa en el 25,5 % interanual.
El Ejecutivo macrista confiaba en una desaceleración a partir de mayo, pero la gran devaluación del peso en las últimas semanas ha alterado las previsiones. Para 2018, el Gobierno argentino mantiene una meta de inflación del 15%, pero el FMI estima que será del 19,2% y el mercado cree que superará el 22%.
El incremento del precio internacional del barril de petróleo también presiona al alza los precios, aunque el Gobierno ha cerrado un acuerdo para postergar nuevos aumentos en combustibles, que ya son un 11% más caros que a principios de año.
Las Lebac fueron hasta ahora la pieza más codiciada de los inversores en Argentina, con tasas promedio de 40 puntos. Al banco central, en tanto, las letras le permitieron reducir cada mes el circulante en pesos para controlar la inflación y atesorar, al mismo tiempo, reservas en moneda extranjera. El problema ha sido el volumen de las emisiones. Este martes hubo vencimientos por 617.000 millones de pesos, casi un 60% del total emitido. Se calcula que al menos el 5% de esas letras están en manos de extranjeros, aquellos que desde hace dos semanas han huido de Argentina y otros mercados emergentes atraídos por la subida de tasas en EEUU.
Por eso esta renovación de Lebac, un ritual mensual que hasta ahora no mereció mayor atención, se convirtió en un examen de la salud económica de Argentina. El Gobierno utilizó los días previos para convencer a bancos, empresarios y opositores políticos de la necesidad de un acuerdo que de previsibilidad a la economía y recupere la confianza perdida. La estrategia se completó con el sostenimiento de un dólar caro, para reducir el interés por esa moneda, y tasas muy altas para convencer a los ahorristas más dubitativos. La estrategia dio resultado, incluso más de los esperado.
Alcanzar un buen porcentaje de renovación era crucial, porque cada letra cancelada obliga al banco central a emitir pesos que presionan aún más al dólar. Para reducir al mínimo esa posibilidad y absorber liquidez, el ministerio de Finanzas licitó a media jornada de hoy bonos del Tesoro con vencimientos a cinco y ocho años. “Hemos colocado una licitación en bonos en pesos, a tasa fija y a corto plazo en el peor de los días. Un mayor voto de confianza es imposible de ver”, dijo el ministro de Finanzas, Luis Caputo. El dólar, finalmente, bajó 3%, incluso a contramano de una ola de depreciaciones generalizadas en la región.
En las horas previas, el ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, negó que el de hoy fuese un «día D» para el Gobierno, pese a la dimensión del desafío. «Hay una idea sobreestimada sobre los vencimientos de letras. Una parte importante de las letras está en manos de empresas públicas, otra parte de bancos y otra inversores o familias que se verán atraídos por las altísimas tasas de interés que tienen las Lebac», dijo Dujovne ante unos pocos medios internacionales, entre los que estuvo EL PAÍS. Del encuentro participaron también el jefe de ministros, Marcos Peña y Caputo.
Peña habla en nombre de Macri y Dujovne y Caputo son las espadas del modelo económico. El mensaje, sin fisuras, fue el de la tranquilidad. «En Argentina no hay una crisis económica. No ves a la ciudad de Buenos Aires o al interior del país paralizado. El país está en un momento de crecimiento económico», dijo Peña.
La vuelta al Fondo
El vencimiento de las letras del banco central fue la noticia del día en Argentina, pero nadie olvida que la tranquilidad, si se recupera, dependerá de lo que la Casa Rosada negocie en Washington. Las conversaciones con el FMI arrancan el viernes, cuando el directorio tratará el caso argentino. Peña insistió con que la decisión de ir al Fondo, un organismo que trae los peores recuerdos a los argentinos, fue «preventiva», fruto de un escenario internacional que ahora retacea dinero a los mercados emergentes. De ninguna manera, dijo, fue un «manotazo de ahogado». «No hay una crisis, sino un problema que hay que administrar», explicó.
La estrategia del Gobierno es dar previsibilidad al financiamiento ante el cambio de escenario. «Eso es ser pragmático», dijo Caputo. «¿Y cuál es la mejor herramienta para llevar tranquilidad a los actores de la economía? Es dar la certeza de que tenemos financiamiento para converger en nuestro programa económico hasta finales de 2019. Cualquier cosa que pueda pasar en los mercados, algo que no sabemos, Argentina no se verá afectada. Mientras tanto seguimos con nuestro programa», explicó. El Gobierno deberá reducir ahora su déficit fiscal, el talón de Aquiles del modelo. Hace dos semanas, bajó la meta de 2018 del 3,2% al 2,7% del PIB, un esfuerzo que mostrará ante el FMI para convencerlo de sus buenas intenciones.
Fuente:https://elpais.com/economia/2018/05/15/actualidad/1526407316_069153.html
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