Cuando hace un año y una semana EEUU lanzó 59 misiles Tomahawk sobre Siria, las acciones del fabricante de esa arma, Raytheon, subieron un 5% en un día. Mañana la alegría para los inversores debería ser mayor, porque el Pentágono volvió a recurrir al Tomahawk – del que lanzó 66- y, encima, ‘estrenó’ un nuevo producto, esta vez fabricado por una de las mayores empresas de armamento del mundo, Lockheed Martin.
Bajo tan inmensas siglas se oculta Misil de Distancia Aire-Tierra Conjunto – Rango Extendido. O sea, una cosa de cuatro metros y medio que se lanza desde aviones, lleva media tonelada de explosivos, y tiene un alcance de más de 1.000 kilómetros, que es de donde viene lo de ‘Rango Extendido’. Es una distancia más que suficiente como para que la ‘plataforma’ -o sea, el avión- que lanza el misil no corra peligro de ser alcanzado por la defensa antiaérea, que es a lo que se debe la palabra ‘Distancia’ (‘Standoff’, en inglés) del nombre del misil. Su firma de radar muy pequeña. O sea, es un misil ‘furtivo’, difícil de detectar.
Como el Tomahawk, el JASSM se guía por satélite, ya que los GPS no fueron inventados para que no nos perdiéramos en el coche, sino para que los misiles acertaran mejor. En su último tramo es guiado por infrarrojos y, también, por un programa que hace que el misil sea capaz de ‘reconocer’ por dónde está yendo y, si es necesario, corrija el rumbo. Eso hace a estos sistemas de armas muy precisos. Y también tiene un problema: cuando se ‘equivoca’ un misil de este tipo lo hace a lo grande. Durante el bombardeo de Serbia y Montenegro, en 1999, un Tomahawk cayó por error en Hungría. En la invasión de Irak, en 2003, varios se estrellaron en Arabia Saudí e Irán.
Lockheed-Martin fabrica los JASSM en Troy (un nombre perfecto, porque traducido quiere decir «Troya»), un pueblo de 20.000 habitantes de Alabama. Hasta la fecha ha entregado más de 2.000 a las Fuerzas Armadas de EEUU, en un programa con un presupuesto de 4.600 millones de dólares (3.700 millones de euros).
Los 19 JASSM fueron lanzados por dos bombarderos B-1, que, desde 2014, han sido uno de los ejes de la guerra contra el Estado Islámico, pese a que lo que tenían en mente sus diseñadores era un Armagedón nuclear en la URSS, y no una campaña contra unos fanáticos en Oriente Próximo. En su misión del sábado, los B-1, que habían despegado de Qatar, iban escoltados por aviones de guerra electrónica EA-6 de la Marina, que confundieron a las defensas antiaéreas sirias y rusas.
Que EEUU haya dado tantos detalles sugiere que la operación contra Siria ha acabado. Porque, con todo lo que el Pentágono ha contado se puede hasta calcular el coste de los misiles.
EEUU lanzó 66 Tomahawk (entre 700.000 y 1,87 millones de dólares cada uno). Ése es el misil «favorito» de EEUU. Aunque fue creado – al igual que el B-1 – para atacar a la Unión Soviética en una hipotética guerra atómica que por suerte nunca se produjo en Europa, el Tomahawk – que era el nombre de las hachas de guerra de los indígenas algonquinos del Noreste de EEUU – se ha empleado casi exclusivamente en Oriente Próximo. Y en particular en Irak.
Desde 1991, EEUU ha lanzado a ese país alrededor de 1.200 de estos misiles con el objetivo de echarlo de Kuwait, primero, y de liberarlo y democratizarlo, después (a juzgar por los resultados, no es descartable que sean necesarios más Tomahawk para lograrlo). En total, EEUU ha disparado unos 1.700 misiles de este tipo desde 1991, el 88% de ellos en Oriente Próximo (incluyendo Yemen y Somalia), y el resto en la antigua Yugoslavia en 1994 y 1999.
A la factura del Tomahawk hay que sumar la de los 19 JASSSM-ER (1,4 millones de dólares la unidad). Francia usó 9 SCALP EG (850.000 euros la pieza), y 3 de su versión naval, el MdCN (2,5 millones cada uno). Y Gran Bretaña 8 Storm Shadow, que son en realidad el mismo misil que el de los franceses, solo que con otro nombre.
La factura total: entre 73 y 143 millones de euros
Washington también alardeó ayer de haber engañado a los rusos, al difundir que el destructor Winston Churchill había entrado en el Mediterráneo. Dado que en el Este de ese mar estaba otro destructor, el William Cook, el Gobierno de Trumpgeneró la impresión de que el ataque a Siria iba a proceder desde ese mar. No fue así. Apenas seis misiles llegaron desde el Mediterráneo, lanzados por el submarino nuclear John Warner.
El peso de la acción corrió a cuenta del crucero Monterey, que lanzó 30 misiles desde el Mar Rojo, con el apoyo del destructor Laboon, que disparó otros 7. Y, en un movimiento por sorpresa, el Pentágono dispuso que 23 Tomahawk fueran lanzados desde el Golfo Pérsico por el destructor Higgings, y entraran en Siria desde el Oeste, sobrevolando Arabia Saudí, Kuwait, Irak o Jordania, o sea, una dirección similar fue la que siguieron los JASSM-ER que hoy pueden darle una alegría a los inversores en Lockheed-Martin.
Fuente:http://www.elmundo.es/internacional/2018/04/15/5ad31ee3ca4741f3268b45b6.html
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