La educación argentina está atravesando una serie de problemas hace ya décadas y las muestras son alarmantes. Un informe del Programa Internacional para la Evaluación de Estudiantes o Informe PISA muestra que solo el 48% de los adolescentes argentinos de 15 años, entienden lo que leen. Además, según el Ministerio de Educación, solo el 44% de los chicos terminan el colegio secundario en tiempo y forma, es decir, menos de la mitad. Por otro lado, solo el 25% de quienes cursan enseñanza obligatoria (primaria y secundaria) en el país, alcanza un buen nivel educativo, lo que significa un cuarto de los estudiantes. También, ha crecido el número de los llamados ni/ni, los chicos que ni estudian ni trabajan, porcentaje que ronda el 15%. Pero, ¿a qué se debe esta problemática?
En primer lugar, al presupuesto que se le destina. Si bien éste aumentó del 3% al 6% del PBI (diferente de los países con mejor educación que no establecen porcentaje mínimo, sino la cantidad que sea necesaria para una educación adecuada), el dinero se destina mayormente a los salarios, que inclusive siguen siendo bajos: 570 dólares al mes por 20 horas de trabajo, lo que, a comparación con las grandes potencias, es extremadamente precario. Luxemburgo, por ejemplo, paga 8325 dólares al mes (actualmente serían más de 160 mil pesos en argentina). Por su parte, Alemania paga a sus profesores casi 5500 dólares mensuales (110 mil pesos argentinos). Incluso situándonos en América Latina, lejos estamos de los casi 900 dólares mensuales que se pagan en Uruguay por las mismas horas de trabajo.
Este análisis nos trae otro causante del problema: el trabajo de maestro está subvalorado. Esto se pude confirmar en aquel discurso de la ex presidente Cristina Fernández, en la apertura de la Asamblea Legislativa 2012, en el que expresaba que los maestros no podían quejarse ya que trabajan sólo 4 horas y tienen un empleo estable. También se evidencia en las palabras de la actual vicepresidente Gabriela Michetti cuando, en una entrevista con Luis Novaresio, dijo que los maestros ganan 9 mil pesos por 4 horas de trabajo por lo que no debían hacer reclamos. Este pensamiento no es el de los países desarrollados, donde ser profesor es un trabajo honorable y respetado, ya que de ellos dependen en gran medida las futuras generaciones. Tampoco es el de un dirigente que conoce a sus ciudadanos, si no entenderían algo tan básico como que el trabajo docente no termina afuera del aula.
Si, como recién dijimos, el pago de sueldos es en lo que mayormente se usó el aumento del gasto del PBI en educación, el presupuesto en infraestructura educativa no recibió grandes cambios y genera nuevos inconvenientes. Algunos maestros declaran que se pierden 20 minutos de clases en el horario de llegada porque los niños pelean por quedarse con los bancos sanos. Aunque este es el menor de los males: aulas sin ventiladores, focos que no andan, ventanas que no abren, cursos sin puertas, estufas que no funcionan, pizarras destruidas, maestros que tienen que comprar sus propias tizas para escribir, techos que se llueven, entre algunos de los tantos problemas que tienen que afrontarse día a día.
Otro dato alarmante es que en las zonas de mayor pobreza es en donde se da la peor educación. El 20% más pobre es quien peor enseñanza recibe, lo que incumple totalmente con la Ley de Educación Nacional, la cual establece que las mejores escuelas deberían estar en las zonas más pobres, según afirma Manuel Álvarez Trongé, presidente de la ONG Proyecto Educar 2050.
También se distingue un problema en la misma organización educativa, que tiene como fin principal velar siempre por la continuidad del alumno, aunque su rendimiento no sea el adecuado. Esto hace que al estudiante se le exija aprender contenidos superiores cuando aún no comprende los básicos, por lo que la educación no tiene como fin la superación, sino que es más bien un proceso que se puede superar incluso sin cumplir con los parámetros necesarios.
Mientras la educación no sea la prioridad, no tenga objetivos claros y no se trabaje realmente para mejorarla, difícilmente el país avanzará, porque la educación es el motor de toda sociedad.
“Un pueblo ignorante es un instrumento ciego de su propia destrucción; la ambición, la intriga, abusan de la credulidad y de la inexperiencia de hombres ajenos de todo conocimiento político, económico o civil; adoptan como realidades las que son puras ilusiones; toman la licencia por la libertad, la traición por el patriotismo, la venganza por la justicia” Simón Bolivar
Gentileza: Por José Teruel-Analista Internacional
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