Muestras como las de Ai Weiwei en Fundación Proa, la de Alexander Apóstol en el Malba y la de León Ferrari en Los Ángeles vuelven a poner el foco sobre un vínculo que no pierde vigencia. El Siluetazo, 1983. Fotografía tomada por Eduardo Gil, de la serie actualmente exhibida en Fráncfort, en Los Ángeles y en San Pablo.
El último tramo del calendario artístico de 2017 está marcado por la tensión entre arte y política. Se dice y se discute que toda obra es política en tanto está surcada por las tormentas eléctricas de su tiempo. Sin embargo, el desembarco de Ai Weiwei (1957) en Fundación Proa no admite dudas: es arte concebido como respuesta directa a una política de Estado. En este caso, la de un activista disidente del régimen comunista chino.
Mientras tanto, en el Malba y en el marco de Bienalsur, el venezolano Alexander Apóstol (1969) presenta Salida de los obreros del museo, una compleja interpretación del manifiesto de Tucumán arde. Evoca aquella obra-denuncia producida por artistas rosarinos y porteños para ser exhibida en la CGT de Rosario entre el 3 y el 9 de noviembre de 1968. Una acción emblemática del arte político latinoamericano en la cual Apóstol ve «un aporte significativo a la discusión sobre los límites o fronteras del arte político, tanto dentro como fuera de las instituciones. Discusión que sigue en boga hoy más que nunca».
¿Por qué se vuelve a Tucumán arde? ¿Acaso sus objetivos son un asunto pendiente para el arte contemporáneo? «Visto desde hoy -dice Apóstol-, con la potencia de las redes sociales y de los medios, podríamos considerar que el éxito fáctico de aquellas acciones fue más modesto y simbólico que real. Sin embargo, su repercusión debe medirse en la influencia en la región sobre la lectura del arte conceptual y del arte político desde entonces. Hoy más que nunca la crítica institucional tiene validez, dada la conversión de los centros de arte en espacios asimilados, dedicados a la taquilla o al espectáculo con una capacidad mutante para engullir y desactivar el pensamiento crítico.»
A continuación, arte y política en otras cinco obras que marcaron el arte argentino.
Palabras ajenas (1966)
León Ferrari (1920-2013) fue el animal político por excelencia del arte argentino, ya fuera en su cuestionamiento de la guerra de Vietnam, de las dictaduras latinoamericanas o del poder de la Iglesia. Palabras ajenas es un collage compuesto por miles de textos extraídos de los medios y libros históricos con el que Ferrari quiso reflejar la estrecha relación entre el imperialismo estadounidense y los fascismos. Su primera representación se realizó en 1968 en Londres, dirigida por Leopoldo Mahler, con el título Listen Here Now. A News Concert for Four Voices and a Soft Drum. En 1972 se colocó una bomba en el estreno porteño (Operativo Pacem in Terris) en el teatro Larrañaga. El 16 de septiembre de este año, la versión completa de seis horas y media se estrenó en Los Ángeles, en el marco de Pacific Standard Time: LA/LA; The Words of Others fue acompañada por la reedición del libro original y una muestra que continúa hasta fin de año.
El Siluetazo (1983)
Los artistas y militantes Rodolfo Aguerreberry, Julio Flores y Guillermo Kexel organizaron esta «acción gráfica» para apoyar la Tercera Marcha de la Resistencia convocada por las Madres de Plaza de Mayo en septiembre de 1983, poco antes de la asunción de Raúl Alfonsín. En esta obra colectiva y anónima se cruzan tradiciones políticas y artísticas. Ecos del Cordobazo (1968) como emblema de la marcha callejera y un regreso politizado del Vivo Dito de Alberto Greco en esas siluetas que, desde entonces, son la iconografía del desaparecido.
Contexto político aparte, la diferencia esencial entre el Vivo Dito y El Siluetazo es que mientras en el primero se aspiraba a un «arte vivo» al señalar transeúntes con un círculo de tiza, en el segundo el contorno dibujaba la superficie de un no-cuerpo, de una desaparición. León Ferrari definió la acción como una «obra cumbre, no sólo políticamente sino también estéticamente», debido a «la cantidad de elementos que entraron en juego: una idea propuesta por artistas la lleva a cabo una multitud, que la realiza sin ninguna intención artística».
El apocalipsis y la crucifixión (1981)
Si Ferrari fue el artista-activista más notorio, no hubo pintor más involucrado en el discurso político que Antonio Berni. Hacia el final de su vida, el maestro rosarino filocomunista realizó una operación de riesgo. Con la venia de la Nunciatura, aceptó pintar los murales de la capilla San Luis Gonzaga en Las Heras. Representó allí, en su clave, temas clásicos de la pintura religiosa como El Apocalipsis y La Crucifixión. Los centuriones romanos cargaban los fusiles FAL de la policía militar de la dictadura y toda la iconografía aludía a las prácticas ilegales del terror estatal. Berni se apropió de las imágenes de la pintura sacra para dejar testimonio de época en las paredes abovedadas de la capilla. Su marca perdura en Marcia Schvartz, cuya muestra de 2016 en Fortabatfue un catálogo ejemplar de pintura política.
Reconstrucción del retrato de Pablo Míguez (2009)
Claudia Fontes, representante de la Argentina en la 57a Bienal de Venecia, realizó el retrato más visto de Buenos Aires. Uno que flota en las aguas marrones del Río de la Plata, a la altura del Parque de la Memoria, a cuyo personaje no se le ve la cara desde tierra. Uno de superficie esmaltada que refleja el brillo del agua, y al que van a posarse los pájaros. Su escultura Reconstrucción del retrato de Pablo Míguez repone el cuerpo de un joven de 15 años desaparecido en Avellaneda y está en la línea de obras que utilizaron el tejido social argentino como soporte; entre ellas, La familia obrera de Oscar Bony (1968), cuyo registro en fotografía integra la colección del Malba. Más que una artista política, Fontes es una de nuestras artistas contemporáneas con mayor cultura política.
El helicóptero (2017)
El grupo Etcétera, liderado por Loreto Garín Guzmán y Federico Zukerfeld, trabaja desde 1998 en la intersección del activismo político y estético. En 2002, en plena crisis institucional en la Argentina, se sumaron a las manifestaciones callejeras, organizando un Mierdazo en las escalinatas del Congreso. El nombre formaba una genealogía con los otros «azos» de la política y el arte: el Cordobazo y El Siluetazo. Como parte de la Internacional Errorista, en la marcha del 24 de marzo de este año desfilaron con un helicóptero de cartón que recordaba la salida del presidente Fernando de la Rúa en el momento más crítico de la democracia recuperada. La polémica se instaló en dos frentes. En el político, por la homologación del gobierno fallido de la Alianza con el de Cambiemos; y en el artístico, por la concurrencia de este helicóptero con el del artista Eduardo Basualdo que se vio meses después en una instalación presentada en arteBA.
Fuente>http://www.lanacion.com.ar/2087236-arte-y-politica-realidad-en-tension
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