San Rafael, Mendoza 30 de noviembre de 2024

La trampa de la Soberanía

Aquel 20 de Noviembre de 1845, Lucio Norberto Mansilla enfrentó a la escuadra anglofrancesa, que remontaba el río Paraná, en un punto llamado La Vuelta de Obligado.

Cuando las tropas patrias se quedaron sin municiones, las milicias europeas comenzaron el desembarco.  Al ver esto, Lucio Norberto Mansilla, encabezó un desesperado contraataque armado sólo con bayonetas, lanzas y cuchillos, frente a los fusiles y cañones del enemigo.  Cae herido por una metralla.

Heroico, valiente, quijotesco; digno de cualquier relato épico, este magnánimo comportamiento es la quinta esencia del concepto de amor a la patria, por lo que creo que honrar la memoria de este acontecimiento, bautizándolo como el Día de la Soberanía, es más que apropiado.

No pretendo en estas líneas, hacer un juicio de valor acerca del sentido o sinsentido de concepciones nacionalistas fanáticas.  Sólo haré algunas reflexiones acerca de la relación entre este concepto y otros hechos de nuestra historia y de nuestro presente.

La primera reflexión será acerca de los porqués de la propia batalla de la Vuelta de Obligado.

Lucio Mansilla, defensor en la Invasiones Inglesas, partícipe de la Revolución de Mayo y combatiente de las batallas de Chacabuco y Maipu, luego del cruce de Los Andes; aquel 20 de Noviembre siguió las órdenes de su cuñado, el plenipotenciario gobernador de Buenos Aires, Don Juan Manuel de Rosas.

Pero ¿Qué impulsó a Rosas a intentar detener a la flota europea en su viaje a Corrientes y Paraguay?

El Convoy anglofrancés estaba compuesto por unos 100 barcos mercantes, custodiados por 12 naves de guerra; sus destinos eran los puertos de Corrientes y Paraguay.  En ese entonces, nosotros éramos la “Confederación Argentina”, una “bolsa de gatos” que distaba mucho de ser un país.  Incluso no teníamos una “autoridad nacional” y la representación de la Argentina en el mundo estaba delegada en el gobernador de Buenos Aires, Juan Manuel de Rosas.

Rosas, mediante la “Ley de Aduanas de 1835” había consolidado el monopolio del puerto de Buenos Aires (SU puerto) para el comercio exterior; o sea, los impuestos por importación y exportación quedaban en Buenos Aires, y como Juan Manuel no tenía ninguna intención de sancionar una constitución nacional y repartir estas rentas entre todas las provincias, todo lo recaudado quedaba en manos de su gobernación.

Lo cierto, es que no existió un intento de invasión por parte de la flota anglofrancesa, esta sólo pretendía hacer negocios en Corrientes y Paraguay, como lo demuestra el hecho de que una vez llegada a esos puertos, cambiaron los productos europeos de sus bodegas por americanos y emprendieron el viaje de regreso sin más.

Es interesante como se “dibuja” la Vuelta de Obligado como un intento de defensa de la soberanía por parte de Rosas, cuando el mismo Juan Manuel, ofreció a la casa Barings Brothers (1843 y 1844) pagar la deuda externa Argentina entregando las Islas Malvinas; esto fue rechazado por los ingleses pues, dichas islas, se encontraban ya en manos de los británicos desde 1833 y Rosas nunca intentó recuperarlas con la energía que puso en la Vuelta de Obligado.

Los defensores de Rosas, dicen que las ofreció para obligar a los ingleses a reconocer los derechos argentinos sobre las islas y ganar tiempo en las negociaciones del pago de la deuda; pero, lo cierto es que, si los ingleses hubiesen aceptado, Don Juan Manuel iba a entregar parte de nuestra soberanía a los británicos.

El Rosas de la Vuelta de Obligado, es el mismo Rosas que ordenó al general Oribe, no recuperar del dominio Boliviano Tarija, incluida como provincia Argentina en la Constitución Nacional de 1826; es el mismo Rosas que dejo desocupado el Estrecho de Magallanes ante la inminente ocupación del mismo por los franceses, hecho corroborado con la llegada a ese territorio de la nave gala Phaentón, cuyo capitán Massin no pudo plantar la bandera francesa en esas tierras, gracias a la férrea resistencia de las tropas chilenas llegadas “48 horas antes que ellos”.

El asunto “Vuelta de Obligado” me hace recordar el asunto “Malvinas” de 1982.  En ambos casos, intereses personales de los gobernantes se disfrazaron de hechos de soberanía y arrastraron a valientes patriotas a entregar sus vidas por los provechos mezquinos de los mandamases.

Por mi parte, creo que antes de pensar en la Soberanía Nacional, deberíamos pensar en nuestra Soberanía Individual.  Hablar de Soberanía lleva implícito tres conceptos, el de libertad, el de independencia y el de responsabilidad.

Primero debemos lograr que los gobiernos argentinos respeten nuestras libertades como individuos (por ejemplo, a circular sin que un piquete nos lo impida o a poseer un taxi sin tener que recibir el “favor” del gobierno), y respeten nuestra independencia (por ejemplo, que podamos elegir nuestro sindicato, nuestra jubilación o nuestra obra social).

Y por nuestra parte, esa libertad e independencia conlleva la necesidad de asumir nuestras responsabilidades y valernos por nosotros mismos.

Lamentablemente hoy, muchos argentinos, en pos de resolver sus necesidades, han vendido su soberanía individual por un plan social.

En este infame negocio hay dos partes, ejemplos.  La del patriota y la del político perverso, que como Rosas o Galtieri, disfraza sus intereses mezquinos con un ropaje patriotero.  O la de los ciudadanos bien intencionados y la de los que desvirtúan la desaparición de una persona para atacar las instituciones patrias y reivindicar soberanías inexistentes de comunidades aborígenes.

Al respecto de esto último, es llamativa la falta de interés por el destino de los 44 argentinos del submarino San Juan, que están dispuestos a dar su vida por nuestra soberanía, por parte de quienes invadieron los medios, las redes sociales y las aulas con afiches que reclamaban por la desaparición de una persona, que abogaba por una soberanía imaginaria contraria al interés argentino.

Hasta que no aprendamos a defender nuestra soberanía individual frente al “invasor” llamado estado, y una vez logrado esto, conseguir que el gobierno de turno defienda nuestra soberanía de los ataques de esos usurpadores llamados delincuentes y hasta que no aprendamos que sólo la suma de nuestras soberanías individuales nos convertirán en una sociedad seria de verdad; hasta que no aprendamos estas cosas, de poco sirve que hablemos de la Argentina como país soberano.  Hasta que no aprendamos estas cosas, seguiremos siendo como Nación, apenas unos adolescentes que se “ponen” la camiseta Argentina sólo cuando juega nuestra selección de futbol.

                                                                                                          Rogelio López Guillemain

rogeliolopezg@hotmail.com

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