San Rafael, Mendoza viernes 29 de noviembre de 2024

La batalla moral – Por: Rogelio Lopez Guillemain

Desde hace tiempo, soy uno de los que pregona la necesidad de dar una batalla cultural más que una batalla política.

Indudablemente, la educación y la formación en la cultura del mérito, y el comprender e internalizar, que para poder crecer son necesarios el esfuerzo y la dedicación; son las únicas herramientas que nos podrán “sacar” de la espiral decadente en el que Argentina está inmersa hace casi 100 años.

Durante los primeros meses del gobierno de Macri, he criticado la falta de una acción firme y valiente a favor de quienes producen en nuestro país; a favor de quienes son el motor, de quienes son el corazón que bombea la sangre que nutre cada rincón de la anatomía de nuestra patria.  Pero que malgasta y derrocha gran de esa energía en “sanguijuelas”.

He criticado al gobierno de Macri, la falta de una acción firme y valiente a favor del sector privado, reduciendo drásticamente el gasto público.

Pero no todo es crítica.  Creo que su política internacional ha sido muy buena, así como el salir del cepo cambiario y el no inmiscuirse en los asuntos de la justicia; procurando (o al menos eso quiere mostrar) un cambio ético de tolerancia 0 ante los hechos de corrupción.

Este último frente de batalla podríamos llamarlo “la batalla moral”; y sin dudas, si no se corrige la moral no se puede corregir la cultura, y si no se corrige la cultura no se puede corregir la política.  Primero se aprende la suma, luego la multiplicación y por último la potencia.

El punto es que esta “batalla moral”, no solo se enfrenta al ejercito de la corrupción, sino también se enfrenta al ejercito de la inseguridad, y aún en ese frente no se han tomado medidas determinantes y terminantes.

La Rebelión de los Mansos de la Argentina espera los cambios morales, culturales y políticos que llevan en sus genes todos los hombres de bien.  Los Mansos de Argentina saben que los cambios culturales y políticos son lentos y no se pueden imponer.

Pero el cambio moral, no el cambio moral internalizado que también es lento, sino el cambio moral impuesto por la fuerza, a través de la policía y la justicia; cumpliendo con principal función del estado, que es defender el proyecto de vida de cada uno de nosotros, aún está en veremos.

Las rebeliones son devenires, los rebeldes son pacíficos y pacientes, siempre y cuando vean que los cambios se realizan, aunque estos sean lentos e incluso imperfectos.

Pero cuando los oprimidos y cercados por la delincuencia, no encuentran una rebelión en la cual creer, se sublevan, se arman, reaccionan y La Rebelión se transforma en una Revolución.

Las revoluciones son violentas, descontroladas y ciegas.  Cometen más errores que aciertos y derraman más sangre y lágrimas que los escasos éxitos cosechados.

Los hechos de violencia contra los delincuentes por parte de la ciudadanía, son la expresión de esta revolución.  Esta revolución no se detendrá juzgando a quienes se defienden o atacan a los delincuentes.  ¿Acaso encarcelarán a 5, 10, 100 de estos reaccionarios?  Sería como echar nafta al fuego.

Esta revolución se detiene con una rebelión institucionalizada, con una justicia y un ejecutivo que realicen un cambio de rumbo de 180° en la actitud y en el tratamiento de quienes delinquen.  Una justicia y un ejecutivo que respete la escala de valores y se ocupe y preocupe más de la víctima que del victimario y sobre todo, que tomen las medidas necesarias para que cada vez hayan menos víctimas.

Los argentinos de bien no lo pedimos, lo demandamos.

Gentileza: Rogelio Lopez Guillemain rogeliolopezg@hotmail.com

 

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