En el futuro, al menos en el cercano, será la electricidad. Y sobre todo será el sol. Por costes medioambientales y también, aunque en menor medida, económicos. Mientras esperamos la llegada de una tecnología disruptiva en unas próximas décadas -como la fusión nuclear- que cambie por completo la forma en que hemos creado energía hasta ahora, las posibilidades de la generación fotovoltáica se presentan como la alternativa más viable para limitar al mínimo las emisiones de gases de efecto invernadero producidas por los combustibles fósiles. Porque, y en eso parece coincidir todo el mundo (excepto, tal vez, los propietarios de los pozos), el planeta no puede soportar que sigamos quemando petróleo y gas al ritmo enloquecido que lo hacemos en la actualidad.
“Tenemos preferencias por la comida, tenemos preferencias por restaurantes. No compramos lo más barato sino lo que más nos gusta porque podemos elegir. Pues ahora los consumidores eléctricos pueden generar su propia energía o parte de ella”. La comparación gastronómica es una reflexión de Ignacio Pérez Arriaga, uno de los mayores expertos mundiales en la regulación de sistemas eléctricos. Arriaga, miembro de la Real Academia de Ingeniería, y profesor en la universidad Pontificia de Comillas (donde dirige la cátedra BP de Desarrollo Sostenible) y el Instituto Tecnológico de Massachussets, ha asesorado a gobiernos, empresas, instituciones y ONG en más de 30 países.
La posibilidad de elegir las fuentes energéticas que consumimos se encuadra dentro de lo que se denomina generación distributiva, una expresión que hace referencia a la posibilidad de producir electricidad en los lugares más cercanos posibles a donde se vaya a utilizar. Esta tendencia, que a veces choca con los intereses de grandes corporaciones y los afanes recaudatorios de algunos gobiernos, se presenta, sin embargo, como la posibilidad más inteligente, según Arriaga, para ir eliminando a medio plazo la actual dependencia de los combustibles fósiles. La electricidad fotovoltáica y, en menor medida, la eólica son dentro de generación distributiva las fuentes más posibilitarias. Este modelo, que ya está comenzando a implantarse en algunos lugares del mundo, cuenta con ventajas como evitar los enormes costes generados por la producción de la energía en grandes centrales, reducir las pérdidas energéticas en los sistemas de distribución y, sobre todo, reduce al mínimo la contaminación medioambiental. La llegada del Internet de las cosas, en el que todos nuestros aparatos y servicios estarán conectados, supone el impulso definitivo para que el usuario pueda controlar su propia producción energética como si fuera una central eléctrica, ajustándola a sus necesidades.
Desde este lado del mundo, en el que estamos acostumbrados a encender la luz apretando un interruptor, se reflexiona poco acerca del privilegio que supone contar con energía a demanda. Pero esta opción de la generación distributiva es también una oportunidad extraordinaria para los más de 1.200 millones de personas en el mundo que todavía viven sin tener acceso a un simple enchufe. De ahí que Arriaga siga investigando y apostando por nuevas medidas energéticas que vayan en la dirección de ese doble objetivo que es superar la brecha energética al tiempo que tratamos de curar las heridas que le hemos infligido al planeta.
Edición: Azahara Mígel | Georghe Karja
Texto: José L. Álvarez Cedena
Fuente:http://one.elpais.com/plantas-electricas-cerca-casa-asi-futuro-la-energia/
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