El español gana también la segunda carrera del año por delante de Rossi en una jornada en la que caen Márquez, Lorenzo, Pedrosa, Dovizioso y Espargaró
Con paciencia, mucho trabajo, y la frialdad que le caracteriza, Maverick Viñalesempieza el Mundial imponiéndose en las plazas difíciles e incluso en las condiciones más adversas. No importa que reine el caos, como en Qatar. Tampoco que la pista acabe convertida en una trampa que se lleva por delante a casi todos sus rivales. Él tiembla pocas veces. Y encima de la moto, casi nunca.
Oculto bajo esa fachada de tipo impermeable, lleva los pocos nervios que le atacan a su manera. Como si la historia no fuera con él. Pero la historia de este campeonato la está escribiendo este chico de 22 años, natural de Roses (Girona), ganador de las dos primeras carreras del curso. Pues ocurre que desde 1990 ningún piloto de la casa Yamaha ganaba las dos citas que abren el curso. Lo ha hecho el nuevo fichaje de la fábrica japonesa, tirando de un ritmo demoledor, en el golfo pérsico y en el norte de la pasional Argentina que apenas le conoce, pues solo se rinde al sempiterno Valentino Rossi, que, dicho sea de paso, fue uno de los pocos que aguantó vivito y coleante en la fiesta del líder.
Durante las primeras vueltas el trazado de Termas causó estragos. Fue una auténtica escabechina. Jorge Lorenzo, con esa Ducati con la que va entendiéndose poco a poco, no llegó a dar ni una vuelta. Salía tan atrás (16º) que en su intento por remontar posiciones se tocó con Iannone en la salida y se fue al suelo. Corrió hacia su moto, pero ya no había nada que hacer.
La carrera terminó muy distinta de cómo empezó. Porque Marc Márquez, falto de chispa el viernes, encontró algo en la sesión matinal de este domingo y salió disparado. Recuperó de golpe toda la explosividad que le faltaba y en solo una vuelta ya le sacaba 1,3 segundos a su inmediato perseguidor, un magnífico Crutchlow, a la postre tercero, otro superviviente de la jornada, y un luchador nato –como Álvaro Bautista, por cierto, un piloto al que muchos dieron por muerto y que por poco se sube al podio, fue cuarto–.
Al campeón del mundo, sin embargo, se le acabó el juego demasiado pronto. Se sentía tan bien con su Honda, una sensación novedosa en este inicio de temporada, que tiró y tiró: en tres giros ya tenía más de dos segundos de ventaja. Pero los perdió rápido. En este trazado en el que se sobrecalientan tanto los neumáticos, con tantas curvas rápidas, hay que ir con cuidado en los minutos iniciales. Quizá a Márquez le faltó algo de contención. Se fue al suelo al tomar la segunda curva, una de las pocas a la izquierda, después de la recta de meta y de la primera curva, a la derecha: calzaba el neumático duro delante (para poder exprimir mejor su Honda) y se le cerró. A tierra. Y ya no pudo volver a pista. Aspiraba a la victoria. En cambio, sumó el primer cero del curso y su rival por el título su segundo triunfo consecutivo.
La caída de Márquez dio vía libre a Viñales, que ya había adelantado a Crutchlow en aquella vuelta fatídica para el de Cervera y pasó a liderar la carrera. Desde entonces su distancia no hizo más que aumentar: le sacaba un segundo al inglés tras ocho giros, dos en el ecuador de la prueba; y alcanzó los tres a dos vueltas del final. Por aquel entonces quien seguía su estela ya era Rossi, no Crutchlow. El italiano adelantó al de LCR a falta de siete vueltas, en la curva cinco, un clásico: al final de la contrarecta: un kilómetro de aceleración y una fuerte frenada.
Así fue cómo el circuito de Termas, de curvas rápidas, como gusta en la casa de los diapasones, con una aceleración en la curva tres que hace sufrir a las Honda, y algunas curvas lentas que llevaron de cabeza a las Ducati oficiales sentenció a estas últimas dos fábricas con sus baches distraídos y encumbró a Yamaha. Y especialmente a la nueva joya de la corona.
Fuente:http://deportes.elpais.com/deportes/2017/04/09/actualidad/1491759981_978070.html
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