El creador de la World Wide Web (WWW) alerta de los peligros que acechan a la Red, como la posverdad, en el 28º aniversario de su fundación.
Hoy se cumplen 28 años desde que envié mi propuesta original para la red informática mundial. Imaginaba la web como una plataforma abierta que haría posible compartir información, tener acceso a oportunidades y permitir la colaboración de todas las personas, en todas partes, más allá de los límites geográficos y culturales. La Red ha cumplido con esta visión de múltiples maneras, aunque se han tenido que librar muchas batallas para mantenerla abierta. En los últimos 12 meses, he visto con preocupación creciente tres nuevas tendencias que propongo abordar para que la web cumpla con su verdadero potencial como herramienta al servicio de toda la humanidad.
1. Hemos perdido control de nuestra información personal
El modelo de negocio actual de muchos sitios web ofrece contenido libre a cambio de información personal. Muchos lo aceptamos —aunque a menudo damos nuestro consentimiento a largos y confusos documentos con términos y condiciones— y, en lo fundamental, no nos importa que se recopile algo de información a cambio de servicios gratuitos. Pero no estamos viendo el truco. Cuando nuestra información se conserva en lugares patentados, la perdemos de vista, perdemos los beneficios que podríamos obtener si tuviéramos control directo sobre ella (y eligiéramos cuándo y con quién compartirla). Es más, a menudo no tenemos ninguna manera de decirles a las empresas qué información preferiríamos no compartir —sobre todo con terceros—, pues los términos y condiciones o se toman o se dejan.
La publicidad dirigida permite que una campaña comunique cosas diferentes, incluso contradictorias, a distintos grupos, ¿es democrático?
La generalizada recopilación de información por parte de las empresas tiene otros impactos. A través de su colaboración con estas empresas —o de su coacción—, los Gobiernos también observan cada vez más todos nuestros movimientos en línea, aprobando leyes que atentan contra nuestro derecho a la privacidad. En regímenes represivos, es fácil ver el daño que se puede causar —pueden arrestar a los blogueros o matarlos, y pueden monitorizar a opositores políticos—. Incluso en países donde creemos que los Gobiernos tienen en cuenta el interés de sus ciudadanos, esto está llegando demasiado lejos. Tiene un efecto negativo sobre la libertad de expresión y evita que se use la web como espacio para ocuparse de asuntos importantes, como los problemas de salud, la sexualidad o la religión.
2. Es muy fácil difundir información errónea en la web
Hoy en día, la mayor parte de la gente encuentra las noticias e información en la web por medio de unas cuantas redes sociales y a través de buscadores. Estos sitios ganan dinero cuando hacemos clic en los enlaces que nos muestran. Y eligen qué mostrarnos basándose en algoritmos que adquieren ese conocimiento a partir de la información personal que extraen. El resultado final es que esos sitios nos enseñan aquellos contenidos en los que creen que vamos a hacer clic, lo que significa que la información errónea, o las noticias falsas (fake news), cosas sorprendentes, sobrecogedoras o diseñadas para apelar a nuestras preferencias, se pueden esparcir como la pólvora. Y a través del uso de las ciencias de datos y de ejércitos de bots, quienes tienen malas intenciones pueden engañar al sistema para difundir información errónea y obtener un beneficio económico o político.
3. La publicidad política en línea necesita transparencia y entendimiento
La publicidad política en línea se ha convertido rápidamente en una industria sofisticada. El hecho de que la mayor parte de la gente obtenga su información en apenas un puñado de plataformas, y la creciente sofisticación de los algoritmos que sacan provecho de abundantes reservas de información personal, permite que las campañas políticas de hoy en día elaboren anuncios individuales dirigidos directamente a los usuarios. Una fuente sugiere que durante el periodo electoral estadounidense de 2016 se presentaban, cada día, hasta 50.000 variaciones de anuncios en Facebook, situación de la que es casi imposible hacer un seguimiento. Y se insinúa que algunos anuncios políticos —en Estados Unidos y alrededor del mundo— se están usando de manera poco ética —para dirigir a los votantes a sitios de noticias falsas, por ejemplo, o para hacer que los votantes se mantengan alejados de las urnas—. La publicidad dirigida permite que una campaña comunique cosas completamente diferentes, posiblemente contradictorias, a distintos grupos. ¿Es eso democrático?
Estos son problemas complejos, y las soluciones no serán simples. Pero ya podemos ver vías por las que avanzar. Debemos trabajar junto a las empresas de Internet para encontrar un equilibrio que, a partir de criterios de justicia, devuelva a las personas un grado de control sobre su información, incluido el desarrollo de nuevas tecnologías como los data pods [centros de datos] personales si es preciso, así como explorar modelos alternativos de ingresos como suscripciones y micropagos. Debemos luchar contra los excesos gubernamentales en las leyes de vigilancia, a través de los tribunales si es necesario. Hay que rechazar la información errónea exhortando a empresas como Google y Facebook a que redoblen los esfuerzos por combatir el problema, al tiempo que hay que evitar la creación de cualquier órgano central que decida qué es verdadero y qué no. Necesitamos más transparencia algorítmica para entender cómo se toman decisiones que afectan a nuestras vidas, y tal vez un conjunto de principios comunes a seguir. Necesitamos definir con urgencia el punto negro de Internet de la regulación de las campañas políticas.
Nuestro equipo de la Fundación Web trabajará para solucionar estos problemas como parte de nuestra nueva estrategia de cinco años —analizando estos fallos con detalle, elaborando políticas proactivas y buscando alianzas para conseguir una web que dé el mismo poder y oportunidades a todos—. Les exhorto a apoyar nuestro trabajo de la manera que puedan —corriendo la voz, presionando a las empresas y Gobiernos o haciendo una donación—. También hemos recopilado un directorio de organizaciones de derechos digitales en todo el mundo para que puedan evaluar cómo y a quién apoyar.
Tal vez yo haya inventado la web, pero todo el mundo ha ayudado a crear lo que es hoy en día. Todos los blogs, artículos, tuits, fotos, vídeos, aplicaciones, páginas web, etcétera, son contribuciones de millones de seres humanos que construyen nuestra comunidad en línea. Todo tipo de personas han ayudado, desde políticos que luchan por mantener la web abierta hasta organizaciones de normalización como W3C que incrementan el poder, la accesibilidad y la seguridad de la tecnología, incluidos aquellos que han protestado en las calles. El año pasado, vimos a los nigerianos resistirse a un proyecto de ley de medios sociales que hubiera obstaculizado la libre expresión en línea; clamor popular y protestas ante bloqueos regionales de Internet en Camerún; grandes apoyos públicos a la neutralidad de la Red en India y la Unión Europea.
Se ha necesitado de todos para construir la web que tenemos, y ahora depende de nosotros construir la web que queremos para todos.
Fuente> http://tecnologia.elpais.com/tecnologia/2017/03/10/actualidad/1489173011_457907.html
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