San Rafael, Mendoza miércoles 27 de noviembre de 2024

Con síntomas peligrosos para todos

Si el gobierno macrista se terminara conformando con la postal bochornosa del epílogo de la multitudinaria marcha de la Confederación General del Trabajo (CGT), podría incurrir en una lectura política errada. Capaz de hipotecar sus pasos futuros. A juzgar por algunos rostros observados en la intimidad de Olivos –incluído el de Mauricio Macri– quizás aquel paso en falso no se produzca. Delante de cuatro pantallas de televisión el Presidente y un grupo reducido de asesores siguieron en Olivos con mayor inquietud aquel final con desborde que la amenaza repetida por el triunvirato cegetista sobre una huelga nacional cercana.

Los dilemas para el Gobierno serían varios. Por primer vez en muchos años el aparato sindical íntegro se volcó en las calles. El de la CGT, por supuesto. También el de la CTA y los núcleos radicalizados de la izquierda. La logística de transporte y alimentación en beneficio de los manifestantes resultó impresionante y de costos seguramente millonarios. Ni los paros que, a la larga, sufrió Cristina Fernández ni la propia protesta sindical del año pasado había exhibido semejante matriz.

Otro incordio para el macrismo podrá ser el cierto grado de deslegitimación callejera que sufrieron Héctor Daer, Juan Carlos Schmid y Carlos Acuña como conductores de la máxima representación obrera. Ellos ellos resultaron hostilizados por grupos de militantes (la CTA, la izquierda y el kirchnerismo) mientras pronunciaban sus discursos breves. Los tres debieron escapar a las escondidas cuando la ceremonia concluyó con la marcha peronista.

El Gobierno vino sorteando en estos quince meses el conflicto social-gremial a través de las negociaciones con la CGT. Demostrando, por otro lado, una generosidad política con las organizaciones sociales paralelas. En especial el Movimiento Evita, a quien le fue concedida la Ley de Emergencia Social. El Evita tomó parte de la protesta aduciendo que aquella norma no fue aún reglamentada y demandando su reconocimiento con sindicato. Algún cálculo ha fallado en el macrismo que en estas horas se estaría haciendo tres preguntas. ¿Que garantías podrá brindarle la CGT en un posible nuevo diálogo para distender el clima?. ¿No se le habría acotado al triunvirato, aún mas, la chance de diferir un paro nacional?. ¿Cual será su margen de maniobra?.

La conducción cegetista desnudó debilidades desconocidas. Impensadas en los tiempos en que en la primera línea talló el camionero Hugo Moyano. Ninguna de aquellas refiere a cuestiones discursivas, en general pobres antes y ayer mismo. La excepción pudo haber sido Schmid. Fue notable, en cambio, la permeabilidad organizativa del acto del triunvirato. La CTA, la izquierda y retazos kirchneristas terminaron copando la parada filtrándose por los costados y detrás del palco levantado en Diagonal Sur. Nadie previó esos movimientos. Fue uno de los motivos de la hora de anticipación de comienzo del acto. Los oradores estuvieron apremiados por aquellos que los conminaron a fijar una fecha concreta para el paro general.

Los cegetistas lo prometieron para el mes próximo. No pudieron comunicar una fecha justa porque ellos tres carecen de la musculatura para hacerlo por si sólos. Detrás hay otros dirigentes –Moyano, Luis Barrionuevo, Antonio Caló, Armando Cavalieri, José Luis Lingieri– que no tendrían necesariamente opiniones convergentes. En medio de la batahola final y las recriminaciones se escuchó hacer una confesión al estacionero Acuña: “No todos están de acuerdo con el paro”, murmuró.

Tal desacuerdo –o al menos la imposibilidad de haber fijado ayer mismo la fecha– respondería a una lógica. El Gobierno se propone rehabilitar una mesa de diálogo. Aunque descrean de ese mecanismo, los caciques sindicales no parecieran dispuestos a desairarlo de antemano. Ni siquiera al reparar en los mensajes que lanzó el jefe de Gabinete, Marcos Peña, durante la manifestación. Responsabilizó a los gremialistas de no ser honestos con la valoración del rumbo económico. Los propios datos oficiales de esta semana señalan que aquel rumbo no arrojó buenos resultados, durante 2016. Esos dirigentes han tomado nota de una dualidad que surca en estas horas a la sociedad, desnuda con motivo de la controvertida huelga de los docentes. Se renocen los reclamos aunque se rechaza el extremo de cualquier medida.

El problema del reencuentro de las parte radicaría en las visiones antagónicas que poseen sobre la coyuntura. El Gobierno remarca la baja inflacionaria. La CGT la adjudica sólo a la caída del consumo. El Gobierno habla que comenzó un ciclo de creación de empleo. La CGT denuncia despidos. El Gobierno habla de una reactivación. La CGT de recesión. El Gobierno sostiene que la apertura de las importaciones es hoy menor al 2016 y 2015. La CGT sostiene que la importaciones llevan a la quiebra a las medianas empresas.

La CGT podría tomar nota de otro par de traspiés. Su indiscutible predominio ha perdido, sin embargo, homogeneidad en el campo sindical. La unificación de facto de la Central de Trabajadores de la Argentina (CTA), donde conviven la izquierda y los gremios con influencia kirchnerista, abrió una fisura. No sólo por el control de la calle: también por la dinámica de las acciones de protesta. Fueron los ceteístas los que instalaron la idea de un paro con fecha inamovible. Daer, Acuña y Schmid debieron lidiar en el acto de ayer contra esa imposición. Deberán continuar surfeando el desafío en los días que se avecinan.

El otro retroceso cegetista podría desprenderse de su intención inocultable de intentar liderar la reconstrucción del peronismo. Recuperar el lugar que resignaron durante la década K. Sobre todo en los tiempos de Cristina. La dispersión durante la marcha de ayer resultó notable y, a veces, contradictoria. El kirchnerismo se agrupó por su cuenta. Nuevo Encuentro, de Martín Sabattella, también hizo rancho aparte. Daniel Scioli deambuló en soledad. Aníbal Fernández llegó a las cercanías del palco pero debió alejarse por la animosidad de los manifestantes contra él. Amado Boudou permaneció agazapado entre gente amiga. Hasta hubo una columna que se identificó con banderas que llevaron la inscripción de Florencio Randazzo. Julián Domínguez se agrupó con representantes empresarios de las Pymes.

Las presencias más notorias en el palco correspondieron a intendentes todavía no definitivamente alineados (Gabriel Katopodis, de San Martín, entre ellos) y el Frente Renovador. Uno de los oradores fue el diputado Daer. Aunque el sindicalista no comulga siempre con el modo de conducción de Sergio Massa. El otro fue Facundo Moyano, uno de los hijos de Hugo, que estuvo sentado junto a su hermano Pablo, disconforme con el triunviro cegetista.

¿Podría significar ese retrato algún guiño de acercamiento de la CGT con Massa?. Los dirigentes pretenderían que el jefe de FR participe en la construcción de una alternativa pejotista para las legislativas de octubre. Pero por ahora la dirección que ha tomado Massa incluye destinos diferentes. Su prioridad sigue siendo la alianza con Margarita Stolbizer.

La única opción que la CGT descarta dentro del PJ es el kirchnerismo. Muchísimo mas después del final escandalosos que tuvo la concentración de ayer, en la cual los K tuvieron una elevada responsabilidad. Cristina había adherido expresamente a la convocatoria. Los secretarios de la CGT renegaron de tal adhesión. Se trata de una historia que no tiene retorno.

Fuente:http://www.clarin.com/opinion/sintomas-peligrosos_0_H1Eb9ancl.html
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