San Rafael, Mendoza 20 de abril de 2024

En busca de la biografía real de Shakespeare

En busca de la biografía real de ShakespeareLa paleógrafa Heather Wolfe probó que fue hijo de un comerciante y que el reconocimiento social lo obsesionaba.

Desde las profundidades de la Biblioteca Folger, en Washington, Heather Wolfe dice que estudiar a Shakespeare es una preparación ideal para los Estados Unidos de Trump. Se entiende: el dramaturgo se hubiese deleitado con los locos excesos, las siniestras vanidades y el penetrante hedor a nepotismo y corrupción que rodean al presidente mientras Estados Unidos atraviesa la dolorosa transición.

La doctora Wolfe es una paleógrafa que se especializa en la Inglaterra isabelina. Una detective de Shakespeare. El año pasado hizo un descubrimiento que va a transformar el conocimiento sobre su biografía. En términos simples, Wolfe le dio un golpe de gracia al desorbitado ejército de conspiracionistas que disputan la autenticidad, e inclusive la existencia, del dramaturgo conocido por sus contemporáneos como el Maestro Will Shakespeare.

La pasión académica de Wolfe se dirige tanto a los viejos manuscritos como a las obscuridades que rodean al poeta. El Proyecto Dustbunny, por ejemplo, una de sus iniciativas en la Biblioteca Folger, hizo descubrimientos extraordinarios basados en fragmentos microscópicos de pelo y piel acumulados en las grietas y cunetas de los libros del siglo XVII.

Más allá de las investigaciones de ADN, el rol de Wolfe como curadora y archivista en Folger es usar su pericia para analizar la enorme masa de documentos de fines del siglo XVI que todavía sobrevive. A pesar de la gran cantidad de evidencia legal, comercial y matrimonial, Shakespeare ‘el hombre’ todavía se escurre entre los dedos de los investigadores. Con la excepción de un puñado de firmas indescifrables, no hay ni un manuscrito, carta o diario que podamos atribuir definitivamente al poeta, lo que alimenta el aire de misterio que rodea su genio.

Antes de la llegada de Wolfe, lo único de lo que podían estar seguros los académicos era que un hombre llamado Shaxpere, Shaxberd o Shakespear nació en Stratford en 1564 y que fue un actor cuyo nombre está impreso en la antología de su trabajo publicada en 1623. También sabemos que se casó con Anne Hathaway y murió en 1616, según una leyenda el día de San Jorge, su cumpleaños.

Ante la ausencia de datos confiables, una montaña de especulaciones mutó en diversas fantasías.

El apetito de Wolfe por corroborar datos a través de manuscritos la llevó a explorar muchos rincones polvorientos de los archivos isabelinos. Fue su instinto de investigación lo que primero la condujo a reabrir el archivo sobre el escudo de armas del padre de Shakespeare, un fabricante de guantes pueblerino, en 1596.

John Shakespeare, de Stratford-upon-Avon, tenía grandes ambiciones de progreso. Seguramente no fue el primer hombre inglés ansioso por dejar atrás sus orígenes como comerciante de provincia. Sus contemporáneos en Stratford se burlaban de él por su ascenso social.

Su hijo, que después de la muerte del padre siguió buscando reconocimiento oficial, también fue tratado con desdén por los metropolitanos, por ser un “cuervo advenedizo adornado con nuestras plumas”. En 1601, después de la muerte de su padre, Shakespeare el advenedizo volvió al Colegio de Armas para renovar la solicitud de la familia por un escudo. Había hecho una pequeña fortuna con el teatro y estaba comprando propiedades en Stratford y sus alrededores. Ahora se disponía a consolidar su reputación como un “caballero”. Bajo las reglas que gobernaban la corte de Isabel, solo los heraldos de la reina podían conceder ese deseo.

Su boceto para un escudo de armas, reproducido muchas veces, expone en la antigua jerga heráldica las esperanzas de Shakespeare: “Gould, on a Bend Sables, a Speare of the first steeled argent. And for his Crest, a falcon, his winges displayed Argent, supporting a Speare Gould …” (“Oro, y en una franja oscura e inclinada, una lanza plateada. Y para la cresta, un halcón, sus alas desplegadas, apoyándose en una lanza plateada…”) El aspirante a caballero también agregó una máxima: No Sanz Droit (“No sin derecho”). Todo esto, y mucho más, está enterrado en los archivos del Colegio de Armas de Londres.

La fascinación de Wolfe con la cruzada de Shakespeare por un blasón surgió de su inmersión en las formas y costumbres de la Inglaterra isabelina tardía, particularmente de los heraldos. Estos oficiales de la Corte tenían que administrar los complejos rituales que gobernaban las vidas de los caballeros, barones y condes que rodeaban a la reina Isabel.

Como apéndice de la Corte, el Colegio de Armas no estaba exento de sus propias disputas. En 1602 estalló una rivalidad interna entre Sir William Dethick, un alto oficial del Colegio de Armas, y otro heraldo, Ralph Brook, cuando Brook publicó una lista de 23 “malas personas” cuyas solicitudes habían sido injustamente elegidas (dice él) por Dethick. Cuando “Shakespeare el dramaturgo” se encontró en esa lista, su campaña para ascender socialmente pareció estar en peligro. Una amarga pelea entre las dos facciones se desató en la corte. Shakespeare se convirtió en objeto de burla. Otro rival, Ben Jonson, en su sátira Cada hombre fuera de su humor se rió de él, diciendo que era un bufón rústico que quería pagar £30 por un blasón ridículo con la humillante máxima: “No sin mostaza”.

Fue en este punto de la historia que Wolfe encontró la prueba decisiva. En la disputa Brooke-Dethick se vuelve claro que “Shakespeare, caballero de Stratford” y “Shakespeare el dramaturgo” son la misma persona. En otras palabras, “el hombre de Stratford” es el dramaturgo. En el largo debate sobre la autoría de sus obras, este fue un punto ferozmente discutido. La investigación de Wolfe elimina todas las ambigüedades.

Wolfe es renuente a hacer grandes declaraciones. Hablando con cuidado, dice que sus descubrimientos llenan las lagunas, revelando el carácter de Shakespeare: “Apuntan a alguien que estaba activamente involucrado en definir y defender su legado en 1602, poco después de la muerte de su padre”.

Para Wolfe, lo que sale al descubierto es Shakespeare el hombre. “Está defendiendo su legado como dramaturgo, pero también como caballero, que es lo más importante para él”, dice. Las referencias despectivas a “Shakespeare el dramaturgo”, señala, muestran que “está jugando al mismo juego que hacían todos en esa época, comprar tierras en Stratford para respaldar su caso simulando raíces nobles, en vez de a través de su extraordinario éxito comercial”.

James Shapiro, autor del best seller 1599, está convencido de la importancia de los descubrimientos de Wolfe. La compara con una “Sherlock Holmes de los archivos”. Shapiro dice que Wolfe “tuvo la independencia intelectual que hace falta para ver lo que otros pasaron por alto, las habilidades necesarias para darle un sentido a lo que encontró, y la modestia de no hacer grandes anuncios por las implicancias de sus descubrimientos. Pero no se equivoquen: son extremadamente relevantes”. Para Shapiro, el trabajo de Wolfe sugiere que se avecinan otros descubrimientos.

Wolfe dice que está deseando volver a hurgar en los archivos, y está convencida de que la identidad de Shakespeare ya no necesita volver a confirmarse. La investigadora agrega: “Estoy segura de que hay más material esperando ser descubierto. Otros hallazgos pueden, sin duda, ayudarnos a entender mejor su vida,- todo lo que podemos entender de la vida de alguien que vivió hace 400 años”.

Traducción: Andrés Kusminsky

Fuente: http://www.clarin.com/cultura/busca-biografia-real-shakespeare_0_rkhC93JFe.html

 

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