Autor del libro «La rebelión de los mansos», entre otras obras. Médico Cirujano. Especialista en Cirugía Plástica. Especialista en Cirugía General. Jefe del servicio de Quirófano del Hospital Domingo Funes, Córdoba. Director del Centro de Formación de Cirugía del Domingo Funes (reconocido por CONEAU). Productor y conductor de «Sucesos de nuestra historia» por radio sucesos, Córdoba.
Cuando uno busca en el diccionario aquellas palabras que hagan referencia a la valoración de una persona para consigo misma, nos encontramos con una cantidad y variedad de términos enorme; quizás esto es así en un inconsciente entendimiento de que el ser humano es, para el ser humano, lo más importante en esta tierra.
También vemos, que el mayor número de estas palabras se refiere a vicios por exceso, como por ejemplo:soberbio, pedante, vanidoso, altanero, presumido,jactancioso, petulante, arrogante, engreído, fatuo, altivo. Podríamos analizar cada una de ellas, pero no es el objetivo de este escrito.
En cambio parece no existir palabras que describan el vicio por falta. Esto que parece accidental quizás no lo sea.
Dentro del arsenal de términos auto evaluativos, encontramos dos palabras que son consideradas sinónimos por la Real Academia Española, pero que si profundizamos en su origen (etimología) podremos encontrar profundas diferencias. Estas dos palabras son, humildad y modestia.
Humildad viene del latín “humus” que quiere decir tierra. Significa que el humilde está a ras del suelo. Esto tiene una indiscutible relación con lo religioso, el hombre está por debajo de los dioses y para presentarse ante ellos debe postrarse y ubicarse en lo más bajo, en una relación desigual.
Sin embargo, cuando decimos que alguien es humilde, lo hacemos en referencia a su relación con los demás. El humilde reniega de su superioridad ante su igual. Esto lo hace en el entendimiento de que es malo, no el vanagloriarse de su talento, sino el simple reconocimiento del mismo.
A la par, pero en la vereda de enfrente, encontramos la llamada “falsa humildad”. Esta no es más que una forma educada e intelectualmente deshonesta de ser soberbio. Tampoco profundizaremos en ella en esta oportunidad.
Humilde y modesto se utilizan indistintamente como sinónimos, cosa que considero inapropiada.
Modesto proviene del latín “modus” que quiere decir medida. Por ello es modesto aquel que reconoce su medida, que no se sobrevalora pero tampoco se menosprecia. Modesto es aquel que reconoce su mérito, no lo esconde pero tampoco hace alarde del mismo.
Así vemos que podríamos considerar a la humildad como un vicio por menoscabo de la propia consideración y a la modestia como una virtud.
Existen otros aspectos a considerar con respecto a estos términos.
El humilde (como dijimos término más asociado a lo religioso) lleva implícito en su origen, al estar por debajo de su interlocutor, la aceptación de lo impuesto desde arriba (dioses ¿autoridades? ¿Caudillos? ¿Gobiernos?). Es doctrinario, sumiso, prima la actitud sobre la aptitud y desconoce el mérito.
El modesto inicia su relación con el otro en un mismo plano y de acuerdo a la competencia de sus capacidades esta relación va cambiando. Es racional, igualitario, prima la aptitud sobre la actitud y se fundamenta en laestimación.
La humildad va en consonancia con la doctrina de la igualdad de hecho entre los hombres. El humilde reniega de su derecho a expresar su superioridad y pone tabla rasa a la humanidad.
El modesto se apega a la igualdad de derecho, no restringe la expresión de sus talentos.
La humildad busca hacer iguales a los hombres, mientras que la modestia busca tratarlos igual. Como dijo Friedrich Von Hayek «Hay una gran diferencia entre tratar a los hombres con igualdad e intentar hacerlos iguales. Mientras lo primero es la condición de una sociedad libre, lo segundo implica, como lo dijo Tocqueville, una nueva forma de servidumbre.”
Por último está la palabra orgullo, aceptada cuando se refiere a un tercero y bastardeada cuando se utiliza en uno mismo. Este último uso tiene la misma lógica que el concepto de humildad, pero se comporta como su antónimo.
La propia Real Academia Española considera al orgullo sinónimo de vanidad. Pero nuevamente, si vemos su etimología, descubrimos que tiene su origen en el germánico “urguol” que quiere decir notable, o sea que se destaca.
¿Por qué debería ser malo sentir orgullo de los logros propios que nos destacan tanto como de los logros ajenos? Que la Real Academia Española considere al orgullo como un defecto y a la humildad como una virtud ¿tendrá algo que ver con los fuertes lazos históricos de la Península Ibérica con el Vaticano y el catolicismo?
Lo cierto es, que luego de analizar estos conceptos y consciente del poder que tienen las palabras, quiero condenar a la humildad a la condición de defecto; bajo los cargos de atentar contra el amor propio y la autoestima.
Por otra parte, redimo a la modestia, falsamente acusada de asociación ilícita junto a la humildad y la proclamo protectora de la integridad personal.
Y por último, relevo de cargo y culpa al orgullo; injustamente sentenciado a ser sinónimo de arrogancia y lo declaro embajador de nuestros logros en el mundo de nuestras relaciones con los otros.
Si sentimos orgullo de nuestros logros y somos modestos en nuestro proceder, estaremos celebrando la superación personal y los avances de la humanidad, además seremos justos en la valoración con nosotros mismos y honestos intelectuales para con los demás. Esta es la base de una convivencia progresista, respetuosa y en paz.
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