La cercanía del verano pone en estado de alerta a sanitaristas y especialistas en males del sistema respiratorio, ante el poder nocivo de un contaminante típico: el ozono de superficie, también conocido como parte del smog.
Una institución oficial de Estados Unidos, la Agencia de Protección Ambiental (EPA–Environmental Protection Agency) produce una amplia gama de publicaciones donde caracteriza al ozono formado a nivel del suelo, y que puede afectar la salud de la gente que lo respira.
Tal ozono se forma en la atmósfera inferior de la Tierra cuando los contaminantes emitidos por los caños de escape de los vehículos, las calderas industriales, las plantas térmicas generadoras de electricidad, refinerías y otras fuentes reaccionan químicamente ante la luz solar.
La EPA destaca que hay cuatro grupos de personas particularmente sensibles a la acción del gas ozono de superficie, que no debe confundirse con el gas ozono presente en la alta atmósfera como filtro de protección frente a la radiación solar ultravioleta.
La gente es sensible a la acción del ozono de superficie durante el verano cuando está activa al aire libre pues la actividad física (como correr o trabajar afuera) hace que se respire más rápida y profundamente.
Durante las actividades físicas, el gas penetra más hondamente dentro de las regiones más susceptibles del sistema pulmonar.
El grupo de mayor riesgo, advierte la EPA, lo componen los niños activos que pasan gran parte de sus vacaciones de verano al aire libre, “ocupados en tareas vigorosas ya sea en la cercanía del hogar o en campamentos”.
Mayor es la vulnerabilidad de los niños que padecen asma u otras enfermedades respiratorias, que pueden empeorar por la exposición al ozono.
La EPA señala que los adultos saludables de todas las edades que hacen ejercicios o trabajan vigorosamente al aire libre son considerados como un “grupo sensible” pues tienen un nivel más elevado de exposición al ozono.
Hay estudios científicos que comparan el efecto del ozono sobre las membranas que recubren el interior de los pulmones con el efecto del sol al quemar la piel.
Algunos especialistas sospechan que el ozono puede empeorar las enfermedades pulmonares crónicas, como la bronquitis y el enfisema.
Asimismo, estudios realizados en animales sugieren que el gas ozono reduce la capacidad del sistema inmunológico para defenderse de infecciones bacterianas en el sistema respiratorio.
Un tercer grupo de riesgo ante la acción del ozono lo forman las personas asmáticas que sentirán los efectos del gas más tempranamente y con menores niveles de ozono que los individuos menos sensibles.
Los servicios de salud pública sostienen que, en general, a medida que las concentraciones de ozono aumentan a nivel del suelo, más personas sienten sus efectos en la salud y más individuos recurren a los hospitales por problemas respiratorios.
El smog urbano puede reducir la función pulmonar y hacer más difícil la respiración profunda y vigorosa normal.
Otra singularidad señalada por la EPA afirma que el ozono puede causar daño permanente a los pulmones: pues reiterados daños a corto plazo en los pulmones en desarrollo de los niños pueden resultar en una función pulmonar reducida en la edad adulta.
Asimismo, en los adultos, la exposición reiterada al ozono puede acelerar la disminución natural de la función pulmonar, que ocurre como proceso normal de envejecimiento.
El ozono es un gas inodoro e incoloro, y afecta el sistema respiratorio, produciendo inflamaciones que pueden persistir hasta 18 horas después de la exposición al smog, produciendo resuellos y estrechez del pecho.
La EPA y sus agencias locales y estatales relacionadas con el aire urbano han desarrollado el Air Quality Index (AQI o Índice de Calidad del Aire), para reportar los niveles de ozono y otros contaminantes comunes de la atmósfera urbana.
Dicho índice ayuda al público a entender los efectos en la salud de los diferentes niveles de contaminación del aire, los efectos potenciales sobre la salud, y actividades sugeridas para reducir la exposición al ozono.
Los ejemplos de actividades diarias, que consisten en un esfuerzo físico moderado, incluyen subir escalinatas, correr a paso leve, conducir una bicicleta, jugar al tenis o a la pelota, y apilar elementos voluminosos.
Las actividades ocupacionales al aire libre, como trabajos sencillos de construcción, empujar carretillas cargadas, utilizar una maza o excavar el jardín, también se consideran como esfuerzos físicos moderados.
Las actividades rotuladas como esfuerzos físicos pesados incluyen correr vigorosamente con una bicicleta, jugar al basket o al fútbol, transportar mercaderías, y otros trabajos manuales pesados.
Sin que importe en qué buena condición física se encuentra la persona, reducir el nivel o la duración del esfuerzo físico cuando los niveles del gas están altos, ayudarán a protegerse de los efectos dañinos del ozono.
Con frecuencia, los individuos expuestos al ozono sienten síntomas reconocibles, como tos, irritación en las vías respiratorias, respiración veloz o poco profunda, e incomodidad al respirar o incomodidad general en el pecho.
Hasta ahora, hay poca evidencia para sugerir que los ancianos o las personas con enfermedades cardíacas tienen una sensibilidad mayor al ozono, pero sí tienen riesgo cuando padecen males respiratorios y están activos al aire libre.
TELAM
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