Cultivada en la provincia de Tucumán, su aspecto es similar al del pomelo, aunque su sabor -mezcla de su acidez y amargor- sea un poco más fuerte que la «naranja común». Sanguina o roja: es el nombre que recibe la fruta que cada vez cuesta encontrar más en las verdulerías o en las góndolas de los supermercados. En los últimos años ha ido desapareciendo y, en la actualidad, se la describe como un capricho gourmet convertido en jugos o postres exclusivos.
La naranja roja es «pariente» de la familia de la naranja clásica, pero se diferencia en el color que posee en su interior. Es decir, en los gajos de la fruta que pueden variar desde un rojo leve -casi similar al pomelo- hasta un rojo intenso, parecido al color de una frutilla. Su pigmentación se debe a la presencia de la antocianina, una sustancia química que tiene propiedades antioxidantes, las cuales disminuyen el riesgo de desarrollar un infarto cardíaco, accidente cerebrovascular (ACV), diabetes mellitus u obesidad.
En realidad, aunque parezca sorprendente, la naranja clásica es un híbrido. En otras palabras, es el resultado del entrecruzamiento sexual entre dos especies o géneros. La naranja clásica es un híbrido que contiene el 25% de los genes (ADN) del pomelo, y el 75% restante de sus genes es similar a la mandarina.
El pigmento rojo dado por la antocianina se expresa solamente en condiciones especiales donde se expone durante períodos breves al frío, como ocurre cerca del volcán Etna en Sicilia, Italia, uno de los lugares característicos donde crece, y se la ha clasificado como un producto DOC (denominación de origen controlada), un concepto que se utiliza en el vino, aceite de oliva extra-virgen o vinagre balsámico, entre otros. La antocianina también sería la responsable de «bajar» el colesterol «malo» (LDL) y mantendría los vasos sanguíneos fuertes y flexibles.
Como el frío es un limitante para que crezcan estas frutas -y como se ha demostrado que tienen beneficios para la salud- algunos grupos de científicos están creando naranjas genéticamente modificadas insertando en las variedades convencionales el gen «rubí», que es el responsable de la pigmentación de estas naranjas que son costosas por su dificultad en el cultivo y por su escasez en el mercado.
En un futuro cercano, se cultivarán sin depender de las condiciones ideales en el clima. Por ende, su precio bajará y será accesible para que una mayor cantidad de personas tengan acceso a sus beneficios saludables.
¿Cómo incorporarlas en la alimentación?
Difíciles de conseguir, al encontrarlas son ideales para consumir en ensaladas, para elaborar mermeladas o helados o simplemente comerla como una fruta común y corriente. Tiene las mismas propiedades nutricionales que las típicas naranjas: vitaminas A y C, ácido fólico y calcio.
La vitamina C es un antioxidante que ayuda a cicatrizar y reparar los tejidos dañados. Es una muy buena fuente de fibras, ya que contiene aproximadamente seis gramos por cada naranja. Las fibras ayudan a prevenir el cáncer de colon y mejoran el tránsito gastrointestinal. Por este mismo mecanismo previenen la constipación.
*Jorge Dotto es médico (UBA) patólogo y genetista. Autor de «Genética. Cómo puede cambiar nuestras vidas». @JorgeDotto
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