Foto proporcionada por el Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida – Jero Morales
Esta semana se estrenó la edición número 62 del Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida.Se hizo con La décima musa en la que su principal reclamo es la vuelta a los escenarios de Paloma San Basilio. Tanto el autor como el director de la obra son conscientes de ello y hacen un producto a su medida y a la de sus fans y del público habitual de los musicales. Sin olvidarse de que están en Mérida y que aunque es un teatro romano, los griegos, sus mitos y sus obras teatrales, mandan.
Por eso, llama la atención encontrarse con el joven crítico algo desaliñado, sesudo, con barba y en vaqueros que siguiendo el manual del crítico de Marcos Ordóñez va apuntando en una libreta sin apenas esbozar una sonrisa con los chistes, que haberlos, haylos. Muchos bien metidos, bien colocados. Que a penas aplauda los números musicales en los que el público se deja las manos y grita ¡bravo! incluso una¡brava! cuando la estrella usa el registro de soprano.
Sí, es un espectáculo con vocación de popular y así está hecho ¿es eso malo? La respuesta a la pregunta anterior es, en este caso: no, no es malo. Sobre todo por su honestidad. No pretende ser lo que no es. Es lo que es y trata de hacerlo con los mejores materiales posibles.
Vídeo de La décima musa proporcionado por el Festival Internacional del Teatro Clásico de Mérida
Sin olvidar lo político, como nunca lo olvidaban los griegos. Sí, en un producto así también cabe la política. En su reivindicación de la mujer y el rol no querido que se le da en la tragedia griega, curiosamente siempre escrita por hombres. Una tragedia que la musa que protagoniza la obra se empeña en reescribir. Buscarle las vueltas. Cambiarle el punto de vista. Frente a la guerra, ella propone paz. Frente a la rigidez, flexibilidad. Frente a la sumisión, libertad. Frente a la uniformidad, diversidad. Frente a la monogamia contractual, el amor libre que favorece el ménage à trois. Frente a la realidad, el soñar.
Claro que tiene algunos desajustes, como suele ser habitual el día del estreno. El microfonado es mejorable, sobre todo al inicio. Algo muy corriente en el teatro español que tal vez sea más disculpable en un teatro al aire libre como este. Además, el calzado y la tiara final que lleva la actriz protagonista desluce el espectacular vestuario de la estrella. Y todos se están haciendo con su papel, ese hacerse que se construye cuando los espectáculos se encuentran las primeras veces con el público, con sus reacciones.
Sin embargo, tras estos peros, hay un autor, Guillem Jordi Graells que sabe resumir y contar con brevedad, ligereza y humor las múltiples tragedias griegas que se ven en escena sin que resulte una colección ni un corta y pega. Y, Josep María Mestres, el director, sabe construir un concierto sin que parezca serlo. Pues esto no deja de ser un concierto de Paloma San Basilio cantando conocidas canciones de musicales como La Bella y la Bestia, Los miserables, My Fair Lady y muchos otros. Poniendo de manifiesto que el teatro y la vida tienen un pasado que está más presente que lo que nos gustaría pensar.
Foto proporcionada por el Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida – Jero Morales
Elementos todos ellos que permiten la fiesta. Con una Paloma San Basilio que se prueba en otros registros vocales, sin abandonar los propios. Mejor cómica que trágica. Mejor cantante ligera que lírica, aunque con los suficientes registros y capacidades interpretetativas para incluirla como una de las musas de esa renovación de la zarzuela que se anuncia y se avecina (y que ojala llegue).
Acompañada de un Ignasi Vidal eficaz. Y de un David Ordinas que borda la comedia y lo musical lo que justifica que, aunque no sea tan conocido por el gran público, tenga ya un club de fans.
En definitiva, un modesto musical en toda regla, listo para girar con una gran orquesta. Para llenar plazas de toros en verano o grandes teatros. En los que Paloma San Basilio y el género musical convocarán al público habitual de ambos para hacerles pasar un buen rato y, a la vez, sentir que lo suyo, lo del público, es dicho y reivindicado pero no gritado, sino solicitado amablemente. Con humor y sin darle transcendencia. Aunque eso que se pide y reivindica tiene como misión el facilitarnos una vida que a todos nos merezca la pena.
Fuente:http://www.huffingtonpost.es/antonio-hernandez-nieto/la-decima-musa-la-comedia_b_10862414.html?utm_hp_ref=spain
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