San Rafael, Mendoza 23 de noviembre de 2024

Equilibrio, sentido común

 estufaMacri mandó ayer apagar las estufas en Tecnópolis. Se entiende que es una señal de marketing político por un lado y de toma de conciencia de la crisis energética por el otro. Determinar la proporción queda a cargo de cada uno, como la de entender qué hacer y cómo contribuir.

Pero el mandato tiene mucho de desmesura y poco de sentido común. Se sabe que si el frío aprieta, las estufas volverán a estar encendidas para que el público no tirite, porque para eso están. No es una anécdota menor, habla de una conducta y de un mecanismo argentino de extremos que termina esterilizando los esfuerzos cuando estos son genuinos. 

Primero nos pasamos tirando energía al techo. Y ahí sí actuamos como escolares en período de aprendizaje comiéndonos todos los caramelos de golpe y quejándonos del que nos dice que después nos vamos a quejar porque se nos acabaron. Cuando esto ocurre, odiamos al que pone las restricciones o quiere cobrar por un bien escaso.

Después, esa escasez suena a represalia y nos recomiendan que no andemos “en patas” y en “remera” dentro de la casa. De paso, cerramos las estufas en los días más fríos del año. ¿Cuánto puede durar ese extremo? El desperdicio de energía se debe encarar con seriedad y responsabilidad.

Con la energía hicimos lo mismo que con la inflación, el derroche, la corrupción y todo lo demás: quejarnos tarde. El kirchnerismo no fue el primer gobierno que tiró por la borda el autoabastecimiento energético, pero sí el que lo dejó en la peor situación histórica. Para peor, calentando la inflación.

La sociedad percibe la crisis energética, o el atraso tarifario, cuando le llega una factura imposible de pagar para muchos que no andan en patas ni remera.

Apagar las estufas es un gesto simbólico –como apagar las luces de edificios públicos durante la madrugada, cosa que no ocurre, por ejemplo, en el anexo del Senado–, que no corrige la distracción general que viene de antes, de mucho antes y con repeticiones sin que el país tuviera respuestas a tiempo.

Esa distracción es lo grave: no sabemos (¿queremos?) cómo parar a tiempo. Esa es la escuela que le falta a la política y, como se ve, también a la sociedad. Padecemos un espejismo: queríamos creer que éramos un país con recursos inagotables.

Cuando viene la escasez o queremos remediar lo irremediable, sancionamos leyes perfectas, tan perfectas que no se pueden aplicar. Seamos equilibrados.

Vayamos por cosas que se puedan cumplir, que tengan futuro.

Que apagar las estufas no apague el sentido común.

Fuente;http://www.clarin.com/politica/Equilibrio-sentido-comun_0_1616838302.html

 

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