San Rafael, Mendoza miércoles 27 de noviembre de 2024

River se reencontró con el éxito y despejó las dudas ante un rival muy débil

 El color naranja pareció inspirador para River , le aclaró las ideas, le devolvió la confianza y la alegría. Un naranja que anoche fue tributo a una efemérides gloriosa y también símbolo de un dulce despertar en un presente marcado por algunas pesadillas. El Beto Alonso recibió en el Monumental el agasajo por los 30 años de los dos goles en la Bombonera con aquella pelota casi iridiscente a la vista. Minutos después, con un balón que también tuvo ribetes naranjas en su superficie blanca, River jugó el mejor partido del año. 

Es cierto, un rival muy flojo, permeable y generoso para regalar espacios, invita a la cautela, a no sobrevalorar la goleada, a contextualizarla en la escasa oposición de The Strongest . Todo eso es tan real como que River se venía complicando con rivales de mediana exigencia, todos se le animaban y escarbaban en sus dudas. En varios de los últimos seis partidos sin triunfos (cuatro empates y dos derrotas), el problema no era tanto el adversario como el bajo rendimiento de River. Estaba obligado a una búsqueda interna, a dar con soluciones antes de que en la Copa Libertadores empiece a ser tarde como ya lo es en el Torneo Transición.

Tras la derrota del sábado en Paraná, Gallardo se refirió «a la velocidad crucero» del equipo como un aspecto nocivo. Quizá no sea tanto un problema de velocidad e intensidad, ya que River nunca deja de correr. El déficit pasaba por lo futbolístico, por el control de la pelota -del color que fuera- y el juego asociado. Los partidos se definen en las áreas, pero el juego de cocina en el medio campo, donde se empieza a ser mejor o peor equipo. Y River venía realmente confundido en ese sector. Gallardo probó con varios nombres y numerosos sistemas, seguramente nostálgico de lo aceitado que era el funcionamiento con Sánchez, Kranevitter y Rojas.

La suspensión de Ponzio le dio al técnico la posibilidad de romper con el doble pivote. Tampoco habían sido muy fructíferas las pruebas con D’Alessandro recostado sobre una banda. Un poco por imperio de las circunstancias y otra tanto por esa búsqueda constante de un dibujo convincente, Gallardo retomó cierto tradicionalismo: un solo volante central (Domingo), D’Alessandro en el clásico puesto de enganche, Mayada para percutir por la derecha y Nacho Fernández para sumar manejo y cambio de ritmo por la izquierda. Los laterales se proyectaban y los dos delanteros entraban y salían para recibir y crearse espacios. Un River más coral, más simétrico. Siempre sin olvidar que The Strongest no lo incomodaba mucho.

Al frente de este River reconfigurado estuvo este D’Alessandro al que se esperaba, el que había tenido insinuaciones interesantes, pero sin el encuentro redondo y descollante como el de anoche. Hasta lo perseguía un extraño fatalismo: en los siete partidos anteriores en los que había participado, River no había ganado. En el medio también hubo un desgarro que atentó contra una necesaria adaptación a un medio futbolístico del que se había despedido hace mucho tiempo.

D’Alessandro era el primero que sabía que se debía una producción de esta naturaleza para aventar las sospechas de ser un nuevo Saviola. Como líder futbolístico que fue, el Cabezón abrió la amplia victoria con un golazo, luego de una doble pared con Mayada (asistencia de taco), con caño incluido a Chumacero antes del puntazo que entró junto a un poste. Fue un desahogo para D’Alessandro. Un alivio, como lo testimonió en el festejo, con el gesto de las manos que se sacudían del cuerpo la mufa.

Iban 13 minutos y el gol rompió el dique a la catarata de festejos. River avanzaba por los costados y definía dentro del área. Llegaron más goles de volantes: el de Nacho Fernández (conectó de cabeza un centro de Mercado) y el de Mayada (le entró de primera a un envío pasado de Vangioni). Tres tantos de mediocampistas en casi media hora. Justo lo que le estaba faltando a River, que no marcaba por intermedio de un volante desde el 25 de febrero, en el 4-0 a Trujillanos (uno de Pisculichi y otro de Lucho González). Desde entonces pasaron siete partidos tratando de sobrevivir con la eficacia de Mora y Alario. Era necesario que la propuesta de River se enriqueciera desde el medio como lo hizo. El 5-0 en 45 minutos entusiasmó a los hinchas. La segunda etapa fue protocolar, para que Nacho Fernández tomara más confianza con un zurdazo para el 6-0.

Quizá Gallardo encontró anoche el esquema que tanto buscab. Puntero en la zona, el miércoles próximo va tonificado a San Pablo. Y ya en el palco, el Beto Alonso recibió el último agasajo por el aniversario: D’Alessandro, aun llevando la 22, fue un N° 10 que la rompió.

Fuente: http://canchallena.lanacion.com.ar/1886985-river-se-reencontro-con-el-exito-y-despejo-las-dudas-ante-un-rival-muy-debil
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