San Rafael, Mendoza viernes 26 de abril de 2024

Volviendo a las raíces

origenQue lo irracional se deja en cierto modo influir por la razón

Aristóteles

Vivimos, se cree, en un universo entrópico, es decir que tiende permanentemente el caos. Todo, en el más amplio sentido de la palabra, tiende supuestamente a perderse, a destruirse. Pensemos en la segunda ley de la termodinámica, según la cual el desorden en un sistema aislado nunca puede decrecer, no sería, por tanto, posible transferir calor desde una región de temperatura más baja a una región de temperatura más alta. Sería imposible que, por ejemplo, un vaso de vidrio destrozado en el piso se uniera nuevamente, sin intervención energética foránea, o sea, alguno de nosotros recogiendo los pedazos y pegándolos nuevamente usando nuestra propia energía, con lo que el sistema no estaría aislado. Todo suena muy lógico. Pero, según algunos, existe una contradicción flagrante… nosotros mismos, como seres vivos. 

Siguiendo la segunda ley de la termodinámica, ¿cómo sería capaz un universo entrópico de generar orden suficiente para crear organismos complejos como nosotros, lo seres humanos, o los animales? Siendo un sistema aislado, no sería posible. Esto abre la puerta a argumentos creacionistas, por lo que Dios existiría y sería esa energía que unió, que creó orden desde el desorden, la mano que juntó los vidrios rotos y desparramados y los hizo copas. Pero fuera de refutaciones y otras creencias, y tomando esta teoría, podríamos decir que somos peces nadando en contra de la corriente de la naturaleza universal.

Entonces, ¿A qué viene todo esto? Bueno probablemente me he rebuscado un poco. Sucede que somos, según las entreabiertas puertas teóricas anteriores, excepciones a la regla, podemos ir contra de la naturaleza, podemos manipularla, y lo hacemos todo el tiempo. Hemos desarrollado cerebros, podemos pensar en cómo romper con la pesada hegemonía de la naturaleza universal, y así, sobrepasarla, maniobrarla a nuestro placer. Gracias a un cerebro avanzado, el hardware, producimos una mente, un software, y así una dualidad. Somos entonces, como decía Aristóteles, animales políticos, conservamos nuestros instintos animales más básicos como cualquier animal, junto con la capacidad política, racionalizadora. Y ahí está la palabra clave, racionalización. Somos racionales, porque podemos racionar, y eso es dividir, percibimos la realidad irracional natural a través de nuestras capacidades biológicas, la filtramos, la dividimos, la racionalizamos, y así por partes la podemos analizar con sentido crítico, eso sí que rompe la irracionalidad del universo. Somos racionales, excepciones porque  la naturaleza es estrictamente irracional, miren, para ilustrarlo mejor, los números irracionales, Pi, o el número áureo (también conocido como número de Dios), son números que no pueden ser fraccionados, racionalizados, y podemos encontrarlos representados por doquier en la naturaleza, son números de infinitos decimales, como el universo, inconmensurables porque son fractales, es decir que se repiten en diferentes escalas infinitamente, como un espiral eterno. No es una casualidad que la vía láctea tenga exactamente la misma forma que un huracán o un caracol, es la naturaleza irracional del universo. Y nosotros podernos transgredirla, escapar de la irracionalidad y ser racionales, fraccionar para procesar. No es poca cosa.

Ahora bien, todo lo anterior me lleva pensar, justamente, que quizás estamos perdiendo esa capacidad racionalizadora que nos ha despegado tanto de los animales que habitan a nuestro alrededor, algunos tan parecidos físicamente. He escrito lo anterior para ilustrar la magnitud de la pérdida que estamos sufriendo. Nos estamos entregando nuevamente a la irracionalidad de la naturaleza, esa que hemos domesticado. Estamos volviendo a nuestras raíces, como sumisos a la entropía.

Pensé en escribir sobre esto después de ver algunas cuestiones que están pasando a nuestro alrededor, a veces imperceptiblemente. Un ejemplo claro se encuentra en las campañas políticas, por ejemplo el año pasado acá en Argentina. Son cualquier cosa menos políticas, y no lo político en el sentido partidista sino en el sentido aristotélico. Es un reflejo muy evidente de los tiempos que vivimos, los políticos ya no nos tratan como seres racionales, sino que recurren a nuestro instintos emocionales más naturales, irracionales, como el miedo que tanto usó Scioli, el orgullo o la empatía, lo bonito de los globos de colores, o nos divirtieron con conciertos y pantallas luminosas que nada tenían que ver con lo racional de la política. Porque eso queríamos, sencillamente, nos trataron y nos tratan como animales irracionales, sin cerebros.

Creo que estamos volviendo peligrosamente a nuestras raíces más animales, o sea, irracionales, perdiendo ese terreno que nos ha constituido de pies a cabeza como lo que somos. La banalidad se está comiendo toda la riqueza racional, y no digo que esté mal, pero me asusta un poco que seamos desde ahora sólo animales, que unicamente buscan saciar instintos, sin pensamiento.

Siento que estamos convirtiéndonos en presas fáciles de aquellos que sacan provecho de mantenernos irracionales, cautivos de nuestros más bajos instintos. Y está pasando muy rápido y puede llevarnos a la decadencia. Es muy notable lo rápido que nos estamos masificando, animalizando y puede ser muy peligroso. Creo que podemos salir muy dañados de esto, de hecho fue lo que llevó a Hitler al poder, y lo hizo muy popular durante mucho tiempo, y ya sabemos cómo terminó todo. Sólo mi humilde opinión.

Por: Mariano Gimenez

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