Una estrategia para combatir la inflación: Los precios subieron 46% en un año y las ventas sufrieron una fuerte caída desde enero. La gente ahora compra menos vacío, cuadril y nalga. Y elige tapa de asado, paleta y cuadrada.
“Cortes como asado, roastbeef, bola de lomo, cuadrada y picada bajaron de precio en las últimas semanas, pero levemente. Otros más finos, en cambio, mantuvieron casi todo el incremento. En total, la carne mantiene una suba cercana al 50%”, confirma Alberto Williams, vicepresidente de la Asociación de Propietarios de Carnicerías de Capital. “En los mostradores –sigue– hay mucho lamento de personas que no llegan a poder comprar lo que necesitan. Las ventas bajaron”.
Lo notan, por caso, en la carnicería San Nicolás de Barracas. Cuentan allí que los vecinos, tras la suba, pasaron a llevar “entre 10 y 12% menos” de carne, y con mayor elección de lo más barato. Ahora, dicen, “cuesta” más vender bife de chorizo, peceto o entraña; y salen más el roastbeef, el espinazo, el osobuco y la carne picada. “Viene menos gente y la que entra se cuida. Si te piden un kilo, ya no te podés pasar ni 100 gramos: te lo reclaman. El que antes llevaba cuadril para el guiso ahora pide paleta”, explica Ramón Núñez, el dueño. “Y el que antes pedía paleta para el guiso ahora quizás lleva medio kilo, en vez de uno, o cambia por tortuguita o roastbeef. Para milanesas, ya no sale tanta nalga: piden bola de lomo o cuadrada”, agrega Alberto Maldonado, otro carnicero de la zona que estima una caída del 15 al 20% “como mínimo” en sus ventas desde fin de año. “La gente te dice que, por cómo subió todo, la plata no le alcanza y tiene que comer menos carne”, asegura.
Cada consumidor, por supuesto, hace el ajuste a su manera. Carlos Ambrosino, jubilado de 73 años con el haber mínimo, comenta que él no redujo la calidad de los cortes: sigue llevando los “finos”, aunque los consume con menor frecuencia: “En vez de cuatro veces, ahora como carne dos o tres veces por semana”, afirma. Para Marcela Álvarez, otra vecina de 50 años, la estrategia fue pasar de una compra grande semanal a “varias chicas”.
Al reducir el consumo de carne vacuna, el sustituto más común es el pollo, aunque su precio también se disparó en los últimos meses y quedó 53% más caro que hace un año. El alivio, entonces, hoy se traslada al cerdo, que sólo se encareció un 21,3% interanual. Y también al pescado: hace 12 meses el kilo de merluza y el de asado valían lo mismo: hoy, en cambio, el de asado cuesta al menos 20 pesos más.
En lo que va del año, según Ciccra, el consumo de carne vacuna cayó al nivel más bajo desde 2011: 54,6 kilos anuales por habitante. De seguir así, la Argentina podría este año perder ante Uruguay su emblemática condición de mayor consumidor del mundo. Más allá del orgullo nacional herido, los nutricionistas no verían esto con malos ojos: hace años insisten con que el consumo de carne en el país más que duplica lo saludable.
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