San Rafael, Mendoza 23 de noviembre de 2024

Cuando pasa la euforia internacional, a River se le dispara la deuda interna

  Foto: LA NACION  / Fabián Marelli
 De tan obsesionado que está con las copas internacionales, River se extravía en los torneos locales. Enfocado en los objetivos que trascienden las fronteras, le cuesta atender la demanda doméstica. La cabeza y el cuerpo no le dan para todo. Ni el plantel surge tan calificado como para abarcar tanto.

Con Gallardo en camino a cumplir dos años de gestión, su ciclo es la contracara de la historia de un club que siempre sintió como un desbalanceo su riqueza de títulos en el profesionalismo argentino (35, más que nadie) en comparación con su escuálido palmarés internacional. Gallardo vino a cubrir un vacío con las conquistas de las copas Libertadores, Sudamericana, Recopa Sudamericana y Suruga Bank. Sólo Barcelona fue un límite infranqueable para la ambición y la capacidad del equipo. Al mismo tiempo que River se ufanaba de su competitividad global, se quedaba sin motivos para festejar con el calendario de la AFA.

Esa deuda interna ayer se extendió con un empate agónico ante Banfield. No sólo necesita largavista para divisar al puntero Godoy Cruz (lo tiene a ocho a puntos, y hoy Rosario Central podría alcanzar la línea de los mendocinos), sino que en el medio hay un enjambre de siete conjuntos que parecen trabar más cualquier posibilidad de una rápida progresión. Ya transcurrió la mitad exacta del torneo. Las ocho fechas que restan se intuyen insuficientes para escalar hasta el primer puesto que da lugar a una final. Y no sólo es un cuestión matemática o estadística, su juego y rendimiento tampoco alientan muchas ilusiones.

 Once partidos oficiales jugó River en 2016, con 3 triunfos, 5 empates y 3 derrotas.

Son tres los torneos locales con Gallardo. Todos de formato diferente: el de 20 equipos a una rueda, el de 30 anual y este dividido en dos zonas de 15. El Muñeco recibió en julio de 2014 un plantel campeón con Ramón Díaz que él potenció con la titularidad de Funes Mori, el refuerzo de Pisculichi y el despegue del regresado Carlos Sánchez. Bien pudo retener el título aquel River, que sorprendía con su presión alta, ritmo intenso y voracidad ofensiva. Simultáneamente, se enamoraba de la Copa Sudamericana. Llegó a una situación límite: jugarse el campeonato con Racing y el desquite con Boca por las semifinales del trofeo continental. A Avellaneda fue con suplentes y se volvió con una derrota que lo sacó de carrera, pero a los pocos días los titulares eliminaron a Boca y se citó con Atlético de Medellín en una final que le dio la gloria.

En el torneo anual de 2015 desbarrancó después de la conquista de la Suruga Bank en agosto. El avión lo trajo a tiempo de Japón, pero el equipo se empezó a despresurizar hasta venirse abajo. Cansado y embotado. Duro de piernas y sin claridad mental. En noviembre aterrizó fuera de pista, en el noveno puesto, a 15 puntos del campeón Boca.

En el actual certamen no le queda más motivación que intentar recuperarse para hacer una campaña más decorosa. Después de otras experiencias en la altura (Oruro y Quito), Gallardo siempre prefirió rotar el plantel, dar descanso. Ayer atendió el pedido de los jugadores de estar desde desde el comienzo, pese al esfuerzo y desgaste del miércoles en La Paz.

Una muestra de compromiso y voluntarismo que no impidió que River sume el quinto partido consecutivo sin triunfos. Serie que comenzó con el superclásico con Boca que debió y no supo ganar.

El problema no fue físico. River corrió tanto o más que Banfield. Pero el juego no fluye con continuidad, lo poco que arma le cuesta definirlo (el penal de Mora a la platea es un despilfarro que la austera realidad del equipo no se puede permitir) y cada partido es un recorrido por una cornisa. El miércoles lamentó que The Strongest le empatara en el final. Ayer no dio para mucho júbilo la igualdad en el descuento. Supuestamente fue de Alario, pero la autoría del gol fue tan sospechosa como lo es el momento de River.

Fuente: http://canchallena.lanacion.com.ar/1881742-cuando-pasa-la-euforia-internacional-a-river-se-le-dispara-la-deuda-interna
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